Apostilla
Cuando estás aquí,
desbaratas mis orillas arcillosas
como un río cálido,
reescribiéndome los cauces.
Soy en tus manos
porque en ti
mi piel me describe,
porque te abarco con mi yo
más pertrechado de mí misma.
Cuando no estás,
mi barro se desdibuja,
mi alma vuelve a su ánfora fría.
De entre las aguas posibles,
siempre elijo la sed
a ti debida.
Nadie puede ayudarme
entonces,
lo sé,
pero tampoco nadie puede robarte
de mi verdad.
Luz Amarga
Hola... pasando una noche más para leerte...
ResponderEliminarme haces sentir bien...
¡Jo! Pues iba en serio que se la mangabas.
ResponderEliminarNo me extraña. Es una preciosidad.
Abrazos, acaparador.
Luz Amarga, es...mucha Luz.
ResponderEliminarFernando, gracias. Aunque sabes que es mucho más que agradecimiento. Es todo un honor y una deuda impagable.
ResponderEliminarUn besazo, poeta.
Ybris: tú eres una preciosidad,¿te lo había dicho?. Más besos.