Hoy han tendido mi alma como un pellejo,
sujetado con las pinzas del reproche,
acuchillando el alma, coagulándola
en la demencia que grita y ama de noche.
Soy escoria que entrega su alma a quien quiere,
su dueña guarda la llave sorda y muda,
(el sollozo que está cosido a su sombra),
cuchilla con la que me hiere en la duda.
Es cierto, no debiera amar tanto, duele.
Creo levitar poseído por poetas
que alimentan mi alma; quiero que se cuele:
mi voz es de quien la quiere tomar, poeta…
Rafael Luna
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