Edades,
de hielo o fuego
del metal, del cobre, del
hierro,
de aire y nada,
pero una nada con barras
sin estrellas,
con
techo de cemento
y cortinas de telarañas
en los resquicios del
ladrillo,
un cielo-artificio
un aire espeso de veneno:
oxigeno, polvo y
nitrógeno.
Cuenta a líneas arañadas
sobre la polarizada
piedra
el tiempo que se diluye,
los ojos que saltan
de las cuencas al
rayo
tímido, nebuloso, rebelde,
que entra sin ser invitado
como un
amigo fiel
que ofrece consuelo
un día de visita
a esta cárcel
magnética
donde los años recrean
el soez esperpento
de una eterna niña
y su patología del miedo.
María Ramos
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