Camina lentamente la mañana
bañando los tejados silenciosa
con un sol frío, amarillento y pobre.
Y de nuevo, los metropolitanos
su vida estiran otro día más:
han vencido a la noche.
Las casas abren otra vez sus puertas,
y los hombres cierran los corazones
que tal vez en el lecho derramaron
en un sollozo suplicante y sordo.
Parecen ir, felicidad en mano,
al triunfo colosal – así lo dicen-
o más bien a la sórdida oficina
de verticalidades lacerantes
que cierran cada día su destino.
La ciudad se despierta,
se despereza y grita,
se agita, se conmueve
¡ Y así hasta cuándo, dioses,
dejaréis a los hombres ir muriendo.....!
Miguel Ángel Yusta
Rutinas del quehacer diario, del trabajo impuesto, de la vida que nos arrastra.
ResponderEliminarUn poema así quizás haga de lo rutinario algo más hondo de lo que parece.
Un abrazo.
Y así van pasando los días, aparentemente iguales.
ResponderEliminarEstoy con Ybris, tu poema hace hermosa la rutina.
Un besazo.
Poéticas palabras para un devenir diario y esclavizante, M. Ángel.
ResponderEliminarBesos