Tu cuerpo,
alfa de la luz del deseo,
omega de toda sombra de hastío
es un templo gótico,
una blanca aguja guiando mis labios
en el viaje al séptimo cielo.
Ante el que yo,
pecador de un solo pecado
me postro lleno de fe
en la dulce penitencia
de rezar la oración primera.
Que me acoja la eternidad
en su cálido seno
si esa es la salvación prometida,
pues yo, feligrés de una sola iglesia,
con pasión comulgo
en el altar de tu amor sagrado.
Tomás Soler Borja
Muy hermoso poema. Saludos desde EEUU.
ResponderEliminarMuchas gracias, Noris.
ResponderEliminarSaludos de vuelta desde España.
Con palabras así... no hay fe que se cuestione. Se cree, sin más.
ResponderEliminarMuchas gracias, Magda.
ResponderEliminarBesos.