Las hojas de mi otoño envenenado
cayeron, lentamente, en el asfalto.
Yo me senté a esperar,
vestida de silencios.
Luego pasaron trenes
con incierto destino.
Yo desaté la trenza de mi llanto
y tú, te deshiciste en soledades.
No supe más de ti,
y perdí la certeza.
La vida nos pasó, como si nada.
Y nada habría de ser como fue antes.
Marisa de la Peña
Marisa, eres bellamente en todo.
ResponderEliminarUn Beso
¡Exquisito!
ResponderEliminarUn beso, poeta.
Laura