Yo fui sombra del mar, luz de poniente,
carnaza de las aves de rapiña,
corazón exiliado de su cuerpo.
Humo de madrugada, oscuro vientre.
Y me dejé llevar por la corriente,
las olas me arrastraron a otras playas...
Ahora duermo en la eterna madrugada,
el sueño, blanco y largo, de la muerte.
Marisa de la Peña
No recordaba este poema. ¡Precioso, Marisa!
ResponderEliminarUn beso, Fernando.
Duro y bello, diría yo.
ResponderEliminarUn beso
Has llenado cada verso de este poema. Me encanta.
ResponderEliminarUn beso,
Laura
Tengo que confesarte, que este poema, no me lo habia leido.
ResponderEliminarY eso, que ya sabes que me leo todo lo que escribes.
Un besito Guapa.