jueves, 28 de agosto de 2008
Soneto XXXII de Cien poemas de amor
La casa en la mañana con la verdad revuelta
de sábanas y plumas, el origen del día
sin dirección, errante como una pobre barca,
entre los horizontes del orden y del sueño.
Las cosas quieren arrastrar vestigios,
adherencias sin rumbo, herencias frías,
los papeles esconden vocales arrugadas
y en la botella el vino quiere seguir su ayer.
Ordenadora, pasas vibrando como abeja
tocando las regiones perdidas por la sombra,
conquistando la luz con tu blanca energía.
Y se construye entonces la claridad de nuevo:
obedecen las cosas al viento de la vida
y el orden establece su pan y su paloma.
Pablo Neruda
lunes, 25 de agosto de 2008
DOS CUERPOS
Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos olas
y la noche es océano.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche desierto.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche relámpago.
Octavio Paz
domingo, 24 de agosto de 2008
A LA MAÑANA SIGUIENTE CESARE PAVESE NO PIDIÓ EL DESAYUNO
Solo bajó del tren,
atravesó solo la ciudad desierta,
solo entró en el hotel vacío,
abrió su solitaria habitación
y escuchó con asombro el silencio.
Dicen que descolgó el teléfono
para llamar a alguien,
pero es falso, completamente falso.
No había nadie a quien llamar,
nadie vivía en la ciudad, nadie en el mundo.
Bebió el vaso, las pequeñas pastillas,
y esperó la llegada del sueño.
Con cierto miedo a su valor
-por vez primera había afirmado su existencia-
tal vez curioso, con cansado gesto,
sintió el peso de sus párpados caer.
Horas después -una extraña sonrisa dibujaba sus labios-
se anunció a sí mismo, tercamente,
la única certidumbre que al fin había adquirido:
jamás volvería a dormir solo en un cuarto de hotel.
Juan Luis Panero
miércoles, 20 de agosto de 2008
LO FUGITIVO
Mi recién conocida Loba
no nos pidamos groseras garantías.
Que dure un día un año un mes
es lateral en el amor
que se acabe es su precio
que duela luego es su victoria
Seamos servidores del amor
y jamás sus contables
cierto que viene para irse
como nosotros
como nosotros...
Félix Grande
sábado, 16 de agosto de 2008
INTROITO, NATURA ORDENATUS AD IMPERANDUM
Si al apagar las luces te invadía el terror
de que mientras durmieras la belleza
podría acometerte.
Si infatigablemente inaugurabas nombres
y a todo sortilegio prestabas tus oídos.
Si te cuidabas tanto en elegir los dedos
que tallo o mariposa tocarían
como si algún acorde de ello dependiera.
Si a escondidas, leyendo, con pervertidos príncipes,
apasionados mártires y almas de atormentados
el pacto establecías de una rara alianza.
Si acechabas collares de continuo
pues gustabas probar el sabor de las gemas,
biselados confites convertidos en ascuas
por tu boca.
Sí te fingías enfermo
para, en vez de jugar, a tus desmesurados
dominios acudir y disponer cortejos
o banquetes, o asaltos, y perpetrar delito
y hermosura en baúles y árboles.
Si entregado a ti mismo decías ser feliz
aun cuando, suntuosa, la tristeza vagaba
por tus ojos, desconocido mío,
afortunado fue que no te presintiera.
Pues de la soledad era yo soberana,
tenía todo un atlas pintado en el jardín
y el atrevido espejo que igualarme pudiera,
que pudiera doblar, extender los confines
de mi íntimo reino, me hubiera, irremediable,
aniquilado.
Incapaz de adorar lo que a mí se asemeja,
despiadada y tenaz te hubiera combatido.
Pero si derrotada
me fuera insoportable someterme,
vencedora, perdiéndote, no lo resistiría:
Son débiles corazas el amor y el orgullo.
Desconocido mío, afortunado es
que todavía te sueñe.
Ana Rossetti
de que mientras durmieras la belleza
podría acometerte.
Si infatigablemente inaugurabas nombres
y a todo sortilegio prestabas tus oídos.
Si te cuidabas tanto en elegir los dedos
que tallo o mariposa tocarían
como si algún acorde de ello dependiera.
Si a escondidas, leyendo, con pervertidos príncipes,
apasionados mártires y almas de atormentados
el pacto establecías de una rara alianza.
Si acechabas collares de continuo
pues gustabas probar el sabor de las gemas,
biselados confites convertidos en ascuas
por tu boca.
Sí te fingías enfermo
para, en vez de jugar, a tus desmesurados
dominios acudir y disponer cortejos
o banquetes, o asaltos, y perpetrar delito
y hermosura en baúles y árboles.
Si entregado a ti mismo decías ser feliz
aun cuando, suntuosa, la tristeza vagaba
por tus ojos, desconocido mío,
afortunado fue que no te presintiera.
Pues de la soledad era yo soberana,
tenía todo un atlas pintado en el jardín
y el atrevido espejo que igualarme pudiera,
que pudiera doblar, extender los confines
de mi íntimo reino, me hubiera, irremediable,
aniquilado.
Incapaz de adorar lo que a mí se asemeja,
despiadada y tenaz te hubiera combatido.
Pero si derrotada
me fuera insoportable someterme,
vencedora, perdiéndote, no lo resistiría:
Son débiles corazas el amor y el orgullo.
Desconocido mío, afortunado es
que todavía te sueñe.
Ana Rossetti
viernes, 15 de agosto de 2008
SÉ INVOLUNTARIA, SÉ FEBRIL
SÉ INVOLUNTARIA, SÉ FEBRIL de Félix Grande
Sé involuntaria. Sé febril. Olvida
sobre la cama hasta tu propio nombre.
No pidas. No preguntes. Arrebata y exige.
Sé una perra. Sé una alimaña.
Resuella, busca, abrasa, gime.
Atérrate, mete la mano en el abismo.
Remueve tu deseo como una herida fresca.
Piensa o musita o grita ¡Venganza!
Sé una perdida, mi amor, una perdida.
En el amor no existe
lo verdadero sin lo irreparable.
Sé involuntaria. Sé febril. Olvida
sobre la cama hasta tu propio nombre.
No pidas. No preguntes. Arrebata y exige.
Sé una perra. Sé una alimaña.
Resuella, busca, abrasa, gime.
Atérrate, mete la mano en el abismo.
Remueve tu deseo como una herida fresca.
Piensa o musita o grita ¡Venganza!
Sé una perdida, mi amor, una perdida.
En el amor no existe
lo verdadero sin lo irreparable.
martes, 12 de agosto de 2008
CUANDO VOY A TRABAJAR ES DE NOCHE
CUANDO VOY A TRABAJAR ES DE NOCHE de Olvido García Valdés
Cuando voy a trabajar es de noche,
después amanece poco a poco,
hace mucho frío aún.
A menudo en el cine
me parece oír lluvia azotando el tejado,
como si no hubiese lugar
donde guarecerse.
Hoy alguien en un sueño dijo:
ten, en esta garrafa
hay agua limpia, por si toma moho
la del corazón.
Cuando voy a trabajar es de noche,
después amanece poco a poco,
hace mucho frío aún.
A menudo en el cine
me parece oír lluvia azotando el tejado,
como si no hubiese lugar
donde guarecerse.
Hoy alguien en un sueño dijo:
ten, en esta garrafa
hay agua limpia, por si toma moho
la del corazón.
lunes, 11 de agosto de 2008
Yo soy Walt Whitman
Yo soy Walt Whitman, un cosmos, el hijo de Manhattan,
turbulento, carnívoro, sensual, que come, bebe y procrea.
No soy sentimental, ni creyéndome por encima de los
hombres y mujeres o apartado de ellos.
Ni más orgulloso que humilde.
¡Arrancad los cerrojos de las puertas!
¡Arrancad las puertas mismas de sus goznes!
Quien humilla a otro, me humilla a mí.
Y nada se hace o se dice, sin que al fin vuelva a mí.
A través de mí, surge la inspiración.
A través de mí, surge lo corriente y lo señero.
Yo pronuncio la antigua palabra original, hago el signo
de la democracia.
¡Por Dios! Nada aceptaré que los demás no puedan admitir
en las mismas condiciones
De mi garganta surgen voces milenariamente mudas,
voces de infinitas generaciones de prisioneros y de esclavos,
voces de ladrones y decrépitos, de enfermos y desesperados,
voces de lazos que unen a los astros, voces de matrices
y de paternas savias,
voces de odio: voces de los corrompidos, de los ineptos,
de los triviales, de los locos, de los resentidos;
voces vagas —nieblas en el aire—, la voz de los escarabajos
rodando su bola de estiércol.
A través de mí surgen voces prohibidas:
las voces de los sexos y de la lujuria, voces veladas que
entreabro,
voces indecentes que yo clarifico y transfiguro.
Yo no me tapo la boca ni pongo el dedo sobre mis labios.
Me entremezclo lo mismo ante las entrañas que ante la
frente o el corazón.
La cópula para mí, no es más obscena que la muerte.
Creo en la carne y en sus apetitos.
Ver, oír, tocar, son milagros: cada partícula de mi ser es
un milagro
Divino soy por dentro y por fuera,
y santifico todo lo que toco y cuanto me toca:
el olor de mis axilas es tan exquisito como el de una
plegaria;
esta cabeza mía es más que las iglesias, las biblias y los
credos.
Si mi adoración se dirige con preferencia hacia alguna
cosa, será hacia la propia extensión de mi cuerpo o hacia
alguna parte de él.
Vosotros no sois más que la réplica deslumbrante de mí
mismo.
Surcos y tierra húmeda que sois vosotros;
la firme y masculina reja del arado, todo en cuanto en mí se
cultiva y se labra;
sois mi sangre fecunda; y vuestras pálidas y lácteas
corrientes las ordeñáis en mi vida;
sois el pecho que se aprieta a otro pecho, y en mi cerebro
están vuestras ocultas circunvoluciones;
lavadas raíces del cáñamo, tímida alondra, oculto nido de
huevos dobles, sois vosotros;
fermentado jugo de manzanas, fibra de trigo viril, sol
generoso, también sois;
vapores que iluminan y oscurecen mi rostro sois vosotros;
arroyos de sudor y de rocío sois vosotros;
vientos que cosquilleáis con dulzura al frotar contra mí
vuestro polen fecundador,
vastas superficies vigorosas, ramas de viviente roble,
amantes compañeros en mi vagar sin rumbo, sois vosotros;
manos que yo he estrechado, rostros que yo he besado,
criaturas hermanas que yo estrecho en mis brazos, sois
vosotros.
¡Me maravillo de mí mismo: tan admirable es mi ser y
todas sus cosas!
A cada instante, cuanto sucede en mí me penetra de júbilo.
¿Por qué se doblan mis tobillos? ¿De dónde nace mi deseo
más insignificante?
¿Por qué irradio amistad, y por qué causa la recibo?
Cuando subo la escalinata de mi casa, me detengo y me
pregunto: pero ¿es esto real?
La enredadera que trepa por mi ventana me satisface más
que toda la metafísica de los libros.
¡Oh maravilla del amanecer!
La tenue claridad deslíe las inmensas sombras diáfanas.
El aire es un manjar para mi lengua.
Frescas masas que cruzan oblicuas, hacia arriba y hacia
abajo, saltan en silencio, brincan inocentes, rezuman,
desde el mundo movible.
Algo que no puedo ver eriza púas libidinosas.
Mares de jugos resplandecientes inundan la celeste bóveda.
La tierra y el cielo se juntan.
Y de esta diaria conjunción llega por el Oriente un desafío
que se posa un instante sobre mi cabeza para decirme,
agresivo y burlón:
"¿Serás tú el amo de todo esto?"
turbulento, carnívoro, sensual, que come, bebe y procrea.
No soy sentimental, ni creyéndome por encima de los
hombres y mujeres o apartado de ellos.
Ni más orgulloso que humilde.
¡Arrancad los cerrojos de las puertas!
¡Arrancad las puertas mismas de sus goznes!
Quien humilla a otro, me humilla a mí.
Y nada se hace o se dice, sin que al fin vuelva a mí.
A través de mí, surge la inspiración.
A través de mí, surge lo corriente y lo señero.
Yo pronuncio la antigua palabra original, hago el signo
de la democracia.
¡Por Dios! Nada aceptaré que los demás no puedan admitir
en las mismas condiciones
De mi garganta surgen voces milenariamente mudas,
voces de infinitas generaciones de prisioneros y de esclavos,
voces de ladrones y decrépitos, de enfermos y desesperados,
voces de lazos que unen a los astros, voces de matrices
y de paternas savias,
voces de odio: voces de los corrompidos, de los ineptos,
de los triviales, de los locos, de los resentidos;
voces vagas —nieblas en el aire—, la voz de los escarabajos
rodando su bola de estiércol.
A través de mí surgen voces prohibidas:
las voces de los sexos y de la lujuria, voces veladas que
entreabro,
voces indecentes que yo clarifico y transfiguro.
Yo no me tapo la boca ni pongo el dedo sobre mis labios.
Me entremezclo lo mismo ante las entrañas que ante la
frente o el corazón.
La cópula para mí, no es más obscena que la muerte.
Creo en la carne y en sus apetitos.
Ver, oír, tocar, son milagros: cada partícula de mi ser es
un milagro
Divino soy por dentro y por fuera,
y santifico todo lo que toco y cuanto me toca:
el olor de mis axilas es tan exquisito como el de una
plegaria;
esta cabeza mía es más que las iglesias, las biblias y los
credos.
Si mi adoración se dirige con preferencia hacia alguna
cosa, será hacia la propia extensión de mi cuerpo o hacia
alguna parte de él.
Vosotros no sois más que la réplica deslumbrante de mí
mismo.
Surcos y tierra húmeda que sois vosotros;
la firme y masculina reja del arado, todo en cuanto en mí se
cultiva y se labra;
sois mi sangre fecunda; y vuestras pálidas y lácteas
corrientes las ordeñáis en mi vida;
sois el pecho que se aprieta a otro pecho, y en mi cerebro
están vuestras ocultas circunvoluciones;
lavadas raíces del cáñamo, tímida alondra, oculto nido de
huevos dobles, sois vosotros;
fermentado jugo de manzanas, fibra de trigo viril, sol
generoso, también sois;
vapores que iluminan y oscurecen mi rostro sois vosotros;
arroyos de sudor y de rocío sois vosotros;
vientos que cosquilleáis con dulzura al frotar contra mí
vuestro polen fecundador,
vastas superficies vigorosas, ramas de viviente roble,
amantes compañeros en mi vagar sin rumbo, sois vosotros;
manos que yo he estrechado, rostros que yo he besado,
criaturas hermanas que yo estrecho en mis brazos, sois
vosotros.
¡Me maravillo de mí mismo: tan admirable es mi ser y
todas sus cosas!
A cada instante, cuanto sucede en mí me penetra de júbilo.
¿Por qué se doblan mis tobillos? ¿De dónde nace mi deseo
más insignificante?
¿Por qué irradio amistad, y por qué causa la recibo?
Cuando subo la escalinata de mi casa, me detengo y me
pregunto: pero ¿es esto real?
La enredadera que trepa por mi ventana me satisface más
que toda la metafísica de los libros.
¡Oh maravilla del amanecer!
La tenue claridad deslíe las inmensas sombras diáfanas.
El aire es un manjar para mi lengua.
Frescas masas que cruzan oblicuas, hacia arriba y hacia
abajo, saltan en silencio, brincan inocentes, rezuman,
desde el mundo movible.
Algo que no puedo ver eriza púas libidinosas.
Mares de jugos resplandecientes inundan la celeste bóveda.
La tierra y el cielo se juntan.
Y de esta diaria conjunción llega por el Oriente un desafío
que se posa un instante sobre mi cabeza para decirme,
agresivo y burlón:
"¿Serás tú el amo de todo esto?"
domingo, 10 de agosto de 2008
sábado, 9 de agosto de 2008
PODRÍA ESTAR MÁS SOLA
PODRÍA ESTAR MÁS SOLA de E.Dickinson
Podría estar más sola sin mi soledad,
tan habituada estoy a mi destino,
tal vez la otra paz,
podría interrumpir la oscuridad
y llenar el pequeño cuarto,
demasiado exiguo en su medida
para contener el sacramento de él,
no estoy habituada a la esperanza,
podría entrometerse en su dulce ostentación,
violar el lugar ordenado para el sufrimiento,
sería más fácil fallecer con la tierra a la vista,
que conquistar mi azul península,
perecer de deleite.
Versión de: L.S.
Podría estar más sola sin mi soledad,
tan habituada estoy a mi destino,
tal vez la otra paz,
podría interrumpir la oscuridad
y llenar el pequeño cuarto,
demasiado exiguo en su medida
para contener el sacramento de él,
no estoy habituada a la esperanza,
podría entrometerse en su dulce ostentación,
violar el lugar ordenado para el sufrimiento,
sería más fácil fallecer con la tierra a la vista,
que conquistar mi azul península,
perecer de deleite.
Versión de: L.S.
viernes, 8 de agosto de 2008
FUNERAL BLUES
FUNERAL BLUES de W. H. Auden
Parad todos los relojes, cortad los teléfonos,
Impedid, con un jugoso hueso, que el perro ladre,
Callad los pianos y, con un apagado tamborileo,
Mostrad el ataúd, dejad que las plañideras se acerquen.
Que los aviones hagan círculos, gimoteando, sobre nosotros,
Garabateando por el cielo el mensaje: Ha muerto,
Poned crespones en los cuellos blancos de las palomas,
Dejad que los guardias de tráfico porten guantes de algodón negros.
El fue mi Norte, mi Sur, mi Este y mi Oeste,
Mi semana de trabajo y mi descanso de domingo,
Mi amanecer, mi medianoche, mi voz, mi canción;
Pensaba que el amor duraría siempre: estaba equivocado.
No se desean ahora estrellas: apagadlas una a una;
Olvidaos de la luna y desmantelad el sol;
Lejos verted el océano y barred el bosque.
Pues ahora de ninguna manera pueden traer nada bueno.
Traducción: Ángel Manuel Gómez Espada
Parad todos los relojes, cortad los teléfonos,
Impedid, con un jugoso hueso, que el perro ladre,
Callad los pianos y, con un apagado tamborileo,
Mostrad el ataúd, dejad que las plañideras se acerquen.
Que los aviones hagan círculos, gimoteando, sobre nosotros,
Garabateando por el cielo el mensaje: Ha muerto,
Poned crespones en los cuellos blancos de las palomas,
Dejad que los guardias de tráfico porten guantes de algodón negros.
El fue mi Norte, mi Sur, mi Este y mi Oeste,
Mi semana de trabajo y mi descanso de domingo,
Mi amanecer, mi medianoche, mi voz, mi canción;
Pensaba que el amor duraría siempre: estaba equivocado.
No se desean ahora estrellas: apagadlas una a una;
Olvidaos de la luna y desmantelad el sol;
Lejos verted el océano y barred el bosque.
Pues ahora de ninguna manera pueden traer nada bueno.
Traducción: Ángel Manuel Gómez Espada
miércoles, 6 de agosto de 2008
Siento tu ternura
SIENTO TU TERNURA...de Pablo Neruda
Siento tu ternura allegarse a mi tierra,
mirada de mis ojos, huir,
la veo interrumpirse para seguirme hasta la hora
de mi silencio absorto y de mi afán de ti.
Hela aquí tu ternura de ojos dulces que esperan.
Hela aquí, boca tuya, palabra nunca dicha.
Siento que se me suben los musgos de tu pena
y me crecen a tientas en el alma infinita.
Era esto el abandono, y lo sabías,
era la guerra oscura del corazón y todos,
era la queja rota de angustias conmovidas,
y la ebriedad, y el deseo, y el dejarse ir,
y era eso mi vida,
era eso que el agua de tus ojos llevaba,
era eso que en el hueco de tus manos cabía.
Ah, mariposa mía y arrullo de paloma,
ah vaso, ah estero, ah compañera mía!
Te llegó mi reclamo, dímelo, te llegaba,
en las abiertas noches de estrellas frías
ahora, en el otoño, en el baile amarillo
de los vientos hambrientos y las hojas caídas!
Dímelo, te llegaba
aullando o cómo o sollozando
en la hora de la sangre fermentada
cuando la tierra crece y se cimbra latiendo
bajo el sol que la raya con sus colas de ámbar?
Dímelo, me sentiste
trepar hasta tu forma por todos los silencios,
y todas las palabras?
Yo me sentí crecer. Nunca supe hacia dónde.
Es más allá de ti. Lo comprendes, hermana?
Es que se aleja el fruto cuando llegan mis manos
y ruedan las estrellas antes de mi mirada.
Siento que soy la aguja de una infinita flecha,
y va a clavarse lejos, no va a clavarse nunca,
tren de dolores húmedos en fuga hacia lo eterno,
goteando en cada tierra sollozos y preguntas.
Pero hela aquí, tu forma familiar, lo que es mío,
lo tuyo, lo que es mío, lo que es tuyo y me inunda,
hela aquí que me llena los miembros de abandono,
hela aquí, tu ternura,
amarrándose a las mismas raíces,
madurando en la misma caravana de frutas,
y saliendo de tu alma rota bajo mis dedos
como el licor del vino del centro de la uva.
Siento tu ternura allegarse a mi tierra,
mirada de mis ojos, huir,
la veo interrumpirse para seguirme hasta la hora
de mi silencio absorto y de mi afán de ti.
Hela aquí tu ternura de ojos dulces que esperan.
Hela aquí, boca tuya, palabra nunca dicha.
Siento que se me suben los musgos de tu pena
y me crecen a tientas en el alma infinita.
Era esto el abandono, y lo sabías,
era la guerra oscura del corazón y todos,
era la queja rota de angustias conmovidas,
y la ebriedad, y el deseo, y el dejarse ir,
y era eso mi vida,
era eso que el agua de tus ojos llevaba,
era eso que en el hueco de tus manos cabía.
Ah, mariposa mía y arrullo de paloma,
ah vaso, ah estero, ah compañera mía!
Te llegó mi reclamo, dímelo, te llegaba,
en las abiertas noches de estrellas frías
ahora, en el otoño, en el baile amarillo
de los vientos hambrientos y las hojas caídas!
Dímelo, te llegaba
aullando o cómo o sollozando
en la hora de la sangre fermentada
cuando la tierra crece y se cimbra latiendo
bajo el sol que la raya con sus colas de ámbar?
Dímelo, me sentiste
trepar hasta tu forma por todos los silencios,
y todas las palabras?
Yo me sentí crecer. Nunca supe hacia dónde.
Es más allá de ti. Lo comprendes, hermana?
Es que se aleja el fruto cuando llegan mis manos
y ruedan las estrellas antes de mi mirada.
Siento que soy la aguja de una infinita flecha,
y va a clavarse lejos, no va a clavarse nunca,
tren de dolores húmedos en fuga hacia lo eterno,
goteando en cada tierra sollozos y preguntas.
Pero hela aquí, tu forma familiar, lo que es mío,
lo tuyo, lo que es mío, lo que es tuyo y me inunda,
hela aquí que me llena los miembros de abandono,
hela aquí, tu ternura,
amarrándose a las mismas raíces,
madurando en la misma caravana de frutas,
y saliendo de tu alma rota bajo mis dedos
como el licor del vino del centro de la uva.
martes, 5 de agosto de 2008
Amor sin muerte
AMOR SIN MUERTE de Claudio Rodríguez Fer
Lengua lame emboca resbala lábil
lenta lengua en el lodo en que yacente
despierta resbala sierpe húmedamente
y ardiendo de vidriados ciñe hábil.
Labios consagrados nervio a nervio
detrás delante al cabo frente a frente
gamuzas como pubis refulgente
y detenidos en el tiempo verbo a verbo.
Piel con piel nácar en la carne
almizcles congelados por la aurora
espasman y jadean en la materia que arde.
Y la vida se prolonga serena e infinitamente.
Lengua lame emboca resbala lábil
lenta lengua en el lodo en que yacente
despierta resbala sierpe húmedamente
y ardiendo de vidriados ciñe hábil.
Labios consagrados nervio a nervio
detrás delante al cabo frente a frente
gamuzas como pubis refulgente
y detenidos en el tiempo verbo a verbo.
Piel con piel nácar en la carne
almizcles congelados por la aurora
espasman y jadean en la materia que arde.
Y la vida se prolonga serena e infinitamente.
domingo, 3 de agosto de 2008
Yesterday
YESTERDAY de Ana Rossetti
Es tan adorable introducirme
en su lecho, y que mi mano viajera
descanse, entre sus piernas, descuidada,
y al desenvainar la columna tersa
su cimera encarnada y jugosa
tendrá el sabor de las fresas, picante
presenciar la inesperada expresión
de su anatomía que no sabe usar,
mostrarle el sonrosado engarce
al indeciso dedo, mientras en pérfidas
y precisas dosis se le administra audacia.
Es adorable pervertir
a un muchacho, extraerle del vientre
virginal esa rugiente ternura
tan parecida al estertor final
de un agonizante, que es imposible
no irlo matando mientras eyacula.
Es tan adorable introducirme
en su lecho, y que mi mano viajera
descanse, entre sus piernas, descuidada,
y al desenvainar la columna tersa
su cimera encarnada y jugosa
tendrá el sabor de las fresas, picante
presenciar la inesperada expresión
de su anatomía que no sabe usar,
mostrarle el sonrosado engarce
al indeciso dedo, mientras en pérfidas
y precisas dosis se le administra audacia.
Es adorable pervertir
a un muchacho, extraerle del vientre
virginal esa rugiente ternura
tan parecida al estertor final
de un agonizante, que es imposible
no irlo matando mientras eyacula.
El Adiós
EL ADIÓS de Olga Orozco
La sentencia era como esos calcos en que el relieve del amor
deja un vacío semejante a sus culpas.
Me arrojaron al mundo en mi ataúd de hielo.
Una tierra sin nombre todavía corrió sobre este rostro
con que habito en la desconocida:
era la tierra del castigo.
Era la hora en que comienzo a despertar entre los muertos
con la evidencia de un anillo roto,
un vestido de momia desprendido de las vendas del cielo
y un espejo de sal donde puede leerse mi destino.
El porvenir no es nada más que mirar hacia atrás.
Debajo de esas nubes desgarradas
hay una casa en llamas
en donde los amantes trasmutaban en oro de eternidad el resplandor de un día,
o tomaban las apariencias de ladrones de pájaros
aprisionando entre los hilos del ocio las metamorfosis de sus propias imágenes.
Hay una luz dorada que hiere hasta las lágrimas;
hay un lecho también
como una barca invadida por el follaje del deseo
-unas hojas carnosas que exhalan el perfume de los más largos viajes-.
Y había siempre y nunca
como ahora vueltos de pronto boca abajo.
Corazón repudiado,
animal aterido en uno de los dos costados de tu sangre,
ignorabas entonces que tendrías la forma de un retablo de la creación hecho pedazos,
que alguna vez la noche del adiós te nombraría en voz muy baja
como nombra la soledad a sus testigos,
o como llaman aquellos que se van a los que nunca vuelven.
Ahora, de espaldas contra el muro que custodia el guardián de todo nacimiento,
sólo te quedan las apariciones,
el fantasma de un tiempo que gritará contigo en el estanque muerto de algún sueño,
cuando él duerme, tan lejos en su adiós.
Un soborno de plumas para una ley de fuego.
La sentencia era como esos calcos en que el relieve del amor
deja un vacío semejante a sus culpas.
Me arrojaron al mundo en mi ataúd de hielo.
Una tierra sin nombre todavía corrió sobre este rostro
con que habito en la desconocida:
era la tierra del castigo.
Era la hora en que comienzo a despertar entre los muertos
con la evidencia de un anillo roto,
un vestido de momia desprendido de las vendas del cielo
y un espejo de sal donde puede leerse mi destino.
El porvenir no es nada más que mirar hacia atrás.
Debajo de esas nubes desgarradas
hay una casa en llamas
en donde los amantes trasmutaban en oro de eternidad el resplandor de un día,
o tomaban las apariencias de ladrones de pájaros
aprisionando entre los hilos del ocio las metamorfosis de sus propias imágenes.
Hay una luz dorada que hiere hasta las lágrimas;
hay un lecho también
como una barca invadida por el follaje del deseo
-unas hojas carnosas que exhalan el perfume de los más largos viajes-.
Y había siempre y nunca
como ahora vueltos de pronto boca abajo.
Corazón repudiado,
animal aterido en uno de los dos costados de tu sangre,
ignorabas entonces que tendrías la forma de un retablo de la creación hecho pedazos,
que alguna vez la noche del adiós te nombraría en voz muy baja
como nombra la soledad a sus testigos,
o como llaman aquellos que se van a los que nunca vuelven.
Ahora, de espaldas contra el muro que custodia el guardián de todo nacimiento,
sólo te quedan las apariciones,
el fantasma de un tiempo que gritará contigo en el estanque muerto de algún sueño,
cuando él duerme, tan lejos en su adiós.
Un soborno de plumas para una ley de fuego.
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