jueves, 30 de abril de 2009

AHORA SÓLO TIENES UNA VIDA...




Ahora sólo tienes una vida

bajas las escaleras
agitas tu pregunta como un pañuelo blanco
quedan sobre el tablero
peones poco ágiles y fichas sin valor

has desmigado el pan
has dejado que el agua te escurra entre los dedos
¿te das cuenta?
ahora sólo tienes una vida

vuelves a oír la voz del visitante
no la dejes morir
abre la puertecilla de su jaula
permite que acompañe a la bandada de los estorninos
la belleza
asoma en las rendijas de este gesto imposible
su rastro es tortuoso y su fulgor
alumbra hasta el abismo sin lámpara ni estrella

pero toda ella cabe
en el cielo minúsculo
de tus manos vacías



Esperanza Ortega


miércoles, 29 de abril de 2009

POR VOCACIÓN DE DADO




A lo fugaz perpetuo
y sus hipoteseres
a la deriva al vértigo
al sublatir al máximo las reverberalíbido
al desensueño al alba a los cornubios dime sin titilar por ímpetu de bumerang de encelo
de gravitante acólito de tanto móvil tránsfuga cocoterráqueo efímero
y otros ripios del tránsito
meditaturbio exóvulo
espiritado en Virgo en decúbito en trance en aluvión de incógnitas
con más de un muerto huésped rondando la infraniebla del dédalo encefálico
junto a precoces ceros esterosentes dime al codeleite mudo del mimo mimo mixto
al desmelar los senos
o al trasvestirme de ola de sótano de ausencia de caminos de pájaros que lindan con la infancia
animamantemente me di por dar por tara por vocación de dado
por hacer noche solo entre amantes fogatas desinhalar lo hueco y encontrarme inhallable
hora tras otra lacra más y más cavernoso
menos volátil paria
más total seudo apoeta con esqueleto topo y suspensivas nueces de apetencias atávicas
al azar dime al gusto a las adultas menguas a las escleropsiquis
al romo tedio al pasmo al exprimir las equis a la veinteava esencia
y degustar los filtros del desencantamiento
o revertir mi arena en clepsidras sexuadas
y sincopar la cópula
me di me doy me he dado donde lleva la sangre
prostitutivamente
por puro pleno pánico de adherir a lo inmóvil
del yacer sin orillas
sin fe sin mí sin pauta sin sosías sin lastre sin máscara de espera
ni levitarme en busca del muy Señor nuestro ausente en todo caso y tiempo y modo y sexo y verbo que fecundó el vacío
obnubilado
inserto en el dislate cosmos, a todo todo dime alirrampantemente
para abusar del aire del sueño de lo vivo y redarme y masdarme
hasta el último dengue
y entorpecer la nada



Oliverio Girondo


martes, 28 de abril de 2009

ALZA TUS BRAZOS...




Alza tus brazos,
ellos encierran a la noche,
desátala sobre mi sed,
tambor, tambor, mi fuego.

Que la noche nos cubra con una campana,
que suene suavemente a cada golpe del amor.

Entiérrame la sombra, lávame con ceniza,
cávame del dolor, límpiame el aire:
yo quiero amarte libre.

Tú destruyes el mundo para que esto suceda
tu comienzas el mundo para que esto suceda.



Juan Gelman


lunes, 27 de abril de 2009

BAJO UNA PEQUEÑA ESTRELLA




Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado
por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo
el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco
de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño
a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas
respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos,
cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica
porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas
y que me esfuerce después para que parezcan ligeras.


Versión de Abel A. Murcia


Wislawa Szymborska




domingo, 26 de abril de 2009

APUNTE CALLEJERO




En la terraza de un café hay una familia gris. Pasan unos senos bizcos buscando una sonrisa sobre las mesas. El ruido de los automóviles destiñe las hojas de los árboles. En un quinto piso, alguien se crucifica al abrir de par en par una ventana.

Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes, que se me entran por las pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar... Necesitaría dejar algún lastre sobre la vereda...

Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja entre las ruedas de un tranvía.



Oliverio Girondo


sábado, 25 de abril de 2009

viernes, 24 de abril de 2009

AMÉMONOS




Bajo las alas rosa de este laurel florido,
amémonos. El viejo y eterno lampadario
de la luna ha encendido su fulgor milenario
y este rincón de hierba tiene calor de nido.

Amémonos. Acaso haya un fauno escondido
junto al tronco del dulce laurel hospitalario
y llore al encontrarse sin amor, solitario,
mirando nuestro idilio frente al prado dormido.

Amémonos. La noche clara, aromosa y mística
tiene no sé qué suave dulzura cabalística.
Somos grandes y solos sobre el haz de los campos

y se aman las luciérnagas entre nuestros cabellos,
con estremecimientos breves como destellos
de vagas esmeraldas y extraños crisolampos.



Juana de Ibarbourou


jueves, 23 de abril de 2009

La mano del que sabe




Cuando veas al hombre de banca
dinámico y grave
que en la ranura de su coche
introduce la llave,
mientras habla con un cliente
importante,
y con mano segura
agarra el volante,
verás, si te fijas, en el cristal
la cara del que sabe.

En la escuela, al salir de recreo
al patio empujándose,
si ves a uno que lo llaman
el Capacobardes
que le escupe en la oreja al tonto
de la clase
y se planta aguardando
que el otro se arranque,
helados de vidrio verás allí
los ojos del que sabe.

O si ves por la turbia ventana
de frente a su amante
a la querida que, ya seca,
se aferra al cadáver
de su amor, y a cuchillo dice
«Como escapes,
te lo juro, aquí mismo
me siego el gaznate»,
grabado verás en la blanca piel
el signo del que sabe.

En la foto del jefe de estado
que fija el instante
en que él, sentado ante un decreto
de muerte de alguien,
en penoso deber la pluma
de oro blande,
cuando firme la firma
de un trazo la trace,
trazada en su frente la puedes ver
la marca del que sabe.

O si no, en el neón del espejo
del bar de 'My darling'
si ves al chulo que a su rubia
le dice, fumándole
de nariz, «Que nanay, nenita,
que tu padre,
y cuidao con el rímel,
que no se te empaste»,
posada en sus párpados la verás
la fuerza del que sabe.

Y si asomas, en fin, al estudio
de altos cristales
donde el cerebro de la empresa
dibuja los planes
de la ruta futura, y corre
recto el lápiz
y a derecho y a regla
los borra los árboles,
guiada verás de la pura ley
la mano del que sabe.

Todos tienen su idea: son ellos
los reyes del aire.
Y si tú ves que, cuando a todos
los cierre en la cárcel
de los versos y que la música
ya se apague,
yo me quedo a las nubes
mirando distante,
recuérdame y dime «La veo ahí
la cara del que sabe.



Agustín García Calvo


miércoles, 22 de abril de 2009

Un día




Un día nos veremos
al otro lado de la sombra del sueño.
Vendrán a ti mis ojos y mis manos
y estarás y estaremos
como si siempre hubiéramos estado
al otro lado de la sombra del sueño.


José Ángel Valente


martes, 21 de abril de 2009

Se miran...




Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangunlan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehúyen, se evaden y se entregan.


Oliverio Girondo


lunes, 20 de abril de 2009

YO SÉ QUE EL TIERNO AMOR ESCOGE SUS CIUDADES...





Yo sé
que el tierno amor escoge sus ciudades
y cada pasión toma un domicilio,
un modo diferente de andar por los pasillos
o de apagar las luces.

Y sé
que hay un portal dormido en cada labio,
un ascensor sin números,
una escalera llena de pequeños paréntesis.

Sé que cada ilusión
tiene formas distintas
de inventar corazones o pronunciar los nombres
al coger el teléfono.
Sé que cada esperanza
busca siempre un camino
para tapar su sombra desnuda con las sábanas
cuando va a despertarse.

Y sé
que hay una fecha, un día, detrás de cada calle,
un rencor deseable,
un arrepentimiento, a medias, en el cuerpo.

Yo sé
que el amor tiene letras diferentes
para escribir: me voy, para decir:
regreso de improviso. Cada tiempo de dudas
necesita un paisaje.



Luis García Montero


domingo, 19 de abril de 2009

Cómo pesa el amor



Noche cerrada
ciega en el tiempo
verde como la luna
apenas clara entre las luciérnagas.

Sigo la huella de mis pasos,
el doloroso retorno a la sonrisa,
me invento en la cumbre adivinada
entre árboles retorcidos.

Sé que algún día
se alzarán de nuevo
las yemas recién nacidas
de mi rojo corazón,
entonces, quizás,
oirás mi voz enceguecedora
como el canto de las sirenas;
te darás cuenta
de la soledad;
juntarás mi arcilla,
el lodo que te ofrecí,
entonces tal vez sabrás
cómo pesa el amor
endurecido.



Gioconda Belli



viernes, 17 de abril de 2009

CASIDA DE LA MANO IMPOSIBLE




Yo no quiero más que una mano,
una mano herida, si es posible.
Yo no quiero más que una mano,
aunque pase mil noches sin lecho.

Sería un pálido lirio de cal,
sería una paloma amarrada a mi corazón,
sería el guardián que en la noche de mi tránsito
prohibiera en absoluto la entrada a la luna.

Yo no quiero más que esa mano
para los diarios aceites
y la sábana blanca de mi agonía.
Yo no quiero más que esa mano
para tener un ala de mi muerte.

Lo demás todo pasa.
Rubor sin nombre ya, astro perpetuo.
Lo demás es lo otro; viento triste,
mientras las hojas huyen en bandadas.



Federico García Lorca


jueves, 16 de abril de 2009

PROBLEMAS DE GEOGRAFÍA PERSONAL





Nunca sé despedirme de ti, siempre me quedo
con el frío de alguna palabra que no he dicho,
con un malentendido que temer,
ese hueco de torpe inexistencia
que a veces, gota a gota, se convierte
en desesperación.
Nunca se despedirme de ti, porque no soy
el viajero que cruza por la gente,
el que va de aeropuerto en aeropuerto
o el que mira los coches, en dirección contraria,
corriendo a la ciudad
en la que acabas de quedarte.
Nunca sé despedirme, porque soy
un ciego que tantea por el túnel
de tu mano y tus labios cuando dicen adiós,
un ciego que tropieza con los malentendidos
y con esas palabras
que no saben pronunciar.
Extrañado de amor,
nunca puedo alejarme de todo lo que eres.
En un hueco de torpe inexistencia,
me voy de mí
camino a la nada.



Luis García Montero


miércoles, 15 de abril de 2009

Se esconde en mí




Se esconde en mí
aquélla que es,
la excesiva.

Tapo su boca
entierro sus ojos
ato sus pies.

Pero siempre está en mí
la impura
la impúdica flor
la que siempre quiere más.

Y es todo en ella
sudor de loba
sexo a solas, manos de sombra
y dientes que muerden
y piernas que abrazan ríos
y lengua oscura lamiendo tu luz.


Pura Salceda


lunes, 13 de abril de 2009

CARTA DESDE MUY LEJOS




Ella me escribió una carta desde un pequeño
cuarto cerca al Sena.
dijo que iba a asistir a clases de
baile. Se levantaba, dijo
a las 5 en punto de la mañana
y escribía a máquina poemas
o pintaba
y cuando sentía deseos de llorar
tenía una banca especial
junto al río.

Su libro de Cantos
se iría
en la Caída.

No supe qué decirle
pero
le conté
que haría sacar cualquiera de los dientes dañados
y tener cuidado del amante
francés.

Puse su foto junto al radio
cerca del ventilador
y se movió
como algo
vivo.

Me senté y lo observé
hasta cuando ya había fumado
5 o 6
cigarrillos que quedaban.
Entonces me levanté
y me fuí a la cama.


Versión de Rafael Díaz Borbón


Charles Bukowski


domingo, 12 de abril de 2009

AHÍ MISMO




Te he conocido por la luz de ahora,
tan silenciosa y limpia,
al entrar en tu cuerpo, en su secreto,
en la caverna que es altar y arcilla,
y erosión.
Me modela la niebla redentora, el humo ciego
ahí, donde nada oscurece.
Qué trasparencia ahí dentro,
luz de abril,
en este cáliz que es cal y granito,
mármol, sílice yagua. Ahí, en el sexo,
donde la arena niña, tan desnuda,
donde las grietas, donde los estratos,
el relieve calcáreo,
los labios crudos, tan arrasadores
como el cierzo, que antes era brisa,
ahí, en el pulso seco, en la celda del sueño,
en la hoja trémula
iluminada y traspasada a fondo
por la pureza de la amanecida.
Donde se besa a oscuras,
a ciegas, como besan los niños,
bajo la honda ternura de esta bóveda,
de esta caverna abierta al resplandor
donde te doy mi vida.
Ahí mismo: en la oscura
inocencia.



Claudio Rodríguez


sábado, 11 de abril de 2009

VEO PASAR LOS HOMBRES LOS MUCHACHOS ALGUNOS...




Veo pasar los hombres los muchachos algunos
tan hermosos
con sus sacos de arena

pero son de otra especie aquellos que amo yo

no me importa que oculten su sombra en el armario
ni que olviden mi nombre en el perchero de un café

aquél lleva una caja
de muerto sobre los hombros y está ausente
éstos escarban en las dunas
o sonríen cansados
como príncipes

ellos sí se merecen un saludo

sobre todo el que acude al final del banquete
-nunca había llegado así de bien vestido-
como si viera un gesto que flotaba en el aire
sus ojos se extasían
quisieran ir tras él

luego se ha desplomado
sin revelar una palabra
de la herida que esconde bajo el pecho

los hombres
cuando mueran del todo
asomará un reguero de sangre en sus solapas

ese día serán mis semejantes



Esperanza Ortega


viernes, 10 de abril de 2009

En los días de lluvia (III)



Nos visita el amor. Tiene la casa
una memoria ciega
de sol sobre los brazos
y la pasión desierta de hierbas por la piel.

Debemos abrazamos seriamente
esta mañana gris de todas las nostalgias
y pactar con la luz
que empieza a incomodamos
debajo de las puertas
como un mirón secreto al que hay que soportar.

Son demasiadas cosas.
Se ve que el tiempo vuela indiferente,
ajeno entre nosotros
que hemos hablado tanto de la vida
para llegar a tiempo a sus ojos abiertos,
a su pezón rosado
ya la bóveda hermosa de los cuerpos
que buscábamos juntos,
atropelladamente,
abriendo cremalleras
con la impaciencia propia de los enamorados.

El sol
que parece la carne dudosa de tus labios
se avecina reptando y me recuerda
que es posible de nuevo recorrernos
mientras se apagan lentas las últimas estrellas.
Antes de que nacieras y de que yo naciese
alguien debió vivir estas habitaciones,
sufrirlas solamente igual que las semanas,
poblarlas de deseos realizados a medias.

Gentes de soledad.

Acaso todo valga
si algún día...

Nosotros
ya nada hemos fundado, ni siquiera un hogar.

Es más sabio el amor cuando amanece,
cuando ya empieza a oírse la mañana,
por el camino largo, desierto de tu piel.



Luis García Montero


jueves, 9 de abril de 2009

En los días de lluvia (II)




Noviembre
puede ser una conquista,
porque vuelve otra vez
sobre los toldos,
las horquillas de nácar imitado,
los abrigos baratos de entretiempo
donde tú te escondías
de pronto y mi deseo.

Y vuelve
con la torpe paciencia de la fidelidad,
como la melodía
de una vieja canción que recordamos.
Ya sabes que el otoño,
además del plumaje
mojado
de los árboles,
además de la luz y de esta tierra,
era una cita rota, perdida entre nosotros.

Ahora
se nos abraza el tiempo débilmente a las piernas,
rompiéndonos el paso, alargando las hojas
de las enredaderas,
mientras todo es igual y nos anuncia
aquel viejo recuerdo confuso de las horas,
aquellas caravanas
de días sin sentido
que pasaban zumbando delante de los ojos,
que trajeron consigo
solamente dos cuerpos amándose o temiendo.

Y no es ya la costumbre de acercarme,
cogerte la cintura, desearte
con un deseo azul como un viento tranquilo
o pasear despacio
cuando pesan las hojas debajo de los pies
y las campanas crujen
prendidas en los árboles.

Y no es ya la costumbre de seguirte,
de aprender a pararme en los escaparates
y oír tu voz llegar, volcarse en el oído
salvando la distancia
que cabe entre dos cuerpos.
Era la vida entonces
la que nos recordaba,
con las claras sirenas de sus barcos
y su bisutería,
que seguía latiendo quizás entre nosotros,
deshecha,
nublada y pasajera
como el esperma seco
sobre la piel ya fría
que tanto hemos amado y casi siempre.
O tal vez preferimos
una feria de amor donde encontrarnos
para llegar a ver
lo nunca visto.

No sabes que tu cuerpo,
en las noches sin tiempo como ésta,
se confunde de pronto con el amanecer,
lo detiene dormido junto a mí.

Pero noviembre vuelve
con la torpe paciencia de la fidelidad
(las huellas del amor sobre los hombros
como una caravana de detalles confusos),
y acaso pueda ser una conquista,
porque todo es más claro.

Yo recuerdo
los primeros abrazos, solitarios,
a la pared pegados,
huyendo de la lluvia
de una vieja ciudad,
recién enamorados todavía,
felices y nerviosos.
O la humedad imprevista de tu pelo
empapado de amor y de tormenta
en los campos abiertos
igual que nuestros cuerpos a la furia de agosto.
Y las noches de paz malhumorada
donde el amor pugnaba sobre el frío,
tiritando debajo de las nubes
sobre un lecho de escarcha.
Y recuerdo
la lluvia mansa, lenta, que araña los cristales
como araño tu piel,
de la misma manera que el tiempo nos araña
una vez descubierto
que también es hermoso amarse en la memoria
y en la complicidad.

Abramos el balcón,
aullémosle a la luna
estirados de cuerpo para arriba,
hermosos como lobos
que ahora entienden el rumbo del que vienen,
que ahora saben el tiempo en el que habitan.

Es una luz distinta
la de estos contornos.

Sobre tu piel se aplastan
las gotas de la lluvia
y la tierra se extiende manchada como un tigre.



Luis García Montero


miércoles, 8 de abril de 2009

En los días de lluvia (I)

A Mari Carmen

Sabrás por la presente que empeoré de vida.
Mariano Maresca

Más o menos extraña
la vida fue pasando tibiamente
por tu cuerpo y el mío.

Oigo la lluvia fría amontonarse
sobre las uralitas
y la noche me atrapa
en el sudor eterno de su tranquilidad.
Tal vez
debiera despertarte, hacerte compartir
este presentimiento
de lejana belleza
con el que me confundo apenas un instante
para volver a ti
que te abandonas
a la hermosa presencia
de tu respiración.

Pasan lentos los coches.
Oigo también
tu corazón lejano
pasar de madrugada entre la lluvia
y me asusta la sombra
de tanta intimidad.

Es tarde.
Uno escribe su vida en un poema,
analiza el amor
y se acostumbra
a seguir como está, junto a tu cuerpo
que quizá me recuerde todavía
desnudo entre las sábanas,

o las noches de lluvia nos confirman
que la vida, posiblemente hermosa,
no siempre es un asunto disponible
y que a veces resulta incluso mucha,
temible como ahora,
mientras que tengo miedo de besarte al azar.

Lo sé. Hemos sido extranjeros
hablándonos por señas demasiado cercanas,
ansiosos en las calles
de una nueva ciudad,
esperando tal vez que nos fotografíen
delante de este amor y de sus cicatrices,
eso que confundimos con nuestros sentimientos
o acaso
-en noches de locura-
con una sensación de humedad en los ojos.

Pero en pocas palabras se resumen
casi todos los días,
sus sílabas contadas en mis versos
y la felicidad.
Tibiamente los años
nos descubren
que nada existe ya sin tu sudor y el mío,
que somos todavía demasiado solemnes
cuando nos sorprendemos
temblando de pasión,
llenos de instinto mal disimulado.

Por eso, mientras llueve,
agradezco tu cuerpo entre las sábanas
y esta pasión desierta
de acariciar tus muslos,
más o menos extraños
y hermosos como un sueño
que acaba de llegar.


Luis García Montero


martes, 7 de abril de 2009

Canción




Canción

Aquí conmigo, un primero de octubre, tarde líquida de sangre y agua y saliva,
aquí conmigo, en la noche de hotel y en el aliento del brandy y el café,
aquí conmigo, domesticada y sin ansias, hecha de despojos,
aquí conmigo mi soledad, materia inerte, ya sin queja y sin tremor:
con ella no escondo cartas entre la manga, no tengo cartas, no tengo mangas,
estoy desnudo
con mi música, aquí conmigo, lejos del apresuramiento y de las balas,
ajeno al acoso de la cita y del teléfono, incólume tras el descendimiento a los infiernos.
Me pongo la máscara, me quito la máscara, busco otra máscara, voy descarándome.
Perdí mi rostro y lo recojo ahora,
en esta noche de hotel, cuando mi soledad se vuelve tibia,
transparente
y repaso sereno las agonías:
¿ Adónde he quedado yo, tras tanta máscara?
Sólo el miedo permite seguirme tras el tiempo,
si bien cabe atribuirlo todo a una conjura:
¿Alfileres sobre una foto mía? ¿Un rezo? ¿Malas artes de la brujería y el halago?


Darío Jaramillo


lunes, 6 de abril de 2009

Cuando la devastación..




Cuando la devastación haya concluido su trabajo,

¿quién avivará el fuego en las mañanas de invierno?,

¿quién dará testimonio con su palabra?,

¿quién conservará en sus pupilas los paisajes de la memoria?,

¿quién calmará la sed de todos los vencidos?,

¿quién rasgará con su faca la línea quebrada del horizonte?

Entre los pliegues de su corazón el bosque aún protege su secreto.





Alfredo Saldaña


viernes, 3 de abril de 2009

COMO CADA MAÑANA




Ahora sé
que estas calles nos han hecho solitarios
y nuestro corazón
tiene el pulso amarillo
de las maderas lentas de un tranvía.

Sobre su cuerpo viejo
andábamos despacio, de forma irregular,
con una simetría parecida a los árboles.

Era hermoso acudir
cada mañana
y respetar la cita con la hiedra
del muro,
los ropajes cansados de las casas estrechas
y de las calles sucias. Agradable
cruzar sobre algún puente,
detenerse lo exacto
para ver cómo el agua discute en las orillas.

En su jardín olimos
los primeros inviernos, su curso indefinido
por entre las palmeras.
Casi nadie pasaba,
sólo había
cuarenta sillas rojas
de los bares cerrados y alguna soledad
definitiva.

Durante muchos años,
durante tantos días que pasaron
el uno tras el otro,
el deber era un cierto paseo solitario,
la cita con un rumbo que sólo desviamos
para pisar las horas que caían,
los sueños que faltaban,
la superficie helada de los charcos,
para saltar los setos
o besamos las uñas moradas por el frío.
Y llegando a la puerta solíamos comprar
pequeños caramelos de nata o de violetas.

Entrábamos por fin para mezclamos
como cada mañana de la vida
con el paso cansado, los azulejos fríos
de un mundo hecho en latín
y números romanos.

Ahora sé
que en aquella ciudad deshabitada
la gente andaba triste,
con una soledad definitiva
llena de abrigos largos y paraguas.



Luis García Montero


jueves, 2 de abril de 2009

IMAGEN DE TUS MANOS




Hay manos que acarician
y casi casi ven.

Ven y acaríciame y haz que yo sea
la imagen que de mí tienen tus manos.



Lorenzo Oliván


miércoles, 1 de abril de 2009

ABANDONADOS




Tocamos la noche con las manos
escurriéndonos la oscuridad entre los dedos,
sobándola como la piel de una oveja negra.

Nos hemos abandonado al desamor,
al desgano de vivir colectando horas en el vacío,
en los días que se dejan pasar y se vuelven a repetir,
intrascendentes,
sin huellas, ni sol, ni explosiones radiantes de claridad.

Nos hemos abandonado dolorosamente a la soledad,
sintiendo la necesidad del amor por debajo de las uñas,
el hueco de un sacabocados en el pecho,
el recuerdo y el ruido como dentro de un caracol
que ha vivido ya demasiado en una pecera de ciudad
y apenas si lleva el eco del mar en su laberinto de concha.

¿Cómo volver a recapturar el tiempo?

¿Interponerle el cuerpo fuerte del deseo y la angustia,
hacerlo retroceder acobardado
por nuestra inquebrantable decisión?

Pero... quién sabe si podremos recapturar el momento
que perdimos.

Nadie puede predecir el pasado
cuando ya quizás no somos los mismos,
cuando ya quizás hemos olvidado
el nombre de la calle
donde
alguna vez
pudimos
encontrarnos.


Gioconda Belli