La mañana me ha llenado de cristales la memoria:
un hombre ungido en barro se desmorona a mis pies,
la mujer hecha de arena que no borra nunca el tiempo,
una cueva femenina que fue origen del mundo,
muerta y clausurada me abandonó a mi suerte.
Has trazado un círculo alrededor de mi cuerpo,
soy un naranjo viejo y torpe, con el alma disecada.
Hitos varios nos circundan:
tres plumas blancas, el seno mustio de una anciana,
tres maldiciones, un peine enfermo de nácar.
Brasas de un amor-cangrejo que aún aprieta con sus pinzas.
Has encendido la hoguera donde me harás arder
en carbones naranja (felicidad, sopor).
Y el tronco me reverdece libre de sombra y cenizas
cuando aprietas mi vida en tus llamas,
fuego y purificación.
Idoia Arbillaga Guerrero
1 comentario:
Es el fuego de la vida, besos, bonitos versos.
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