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domingo, 3 de octubre de 2010
Nueve fugaces estrellas
Nueve fugaces estrellas derraman efluvios
ante la premura de la noche que declina.
La cigüeña remonta el azogue
y golpea en su ritmo,
cual obelisco que penetra distancias.
Gravitan en derredor los ortos fúlgidos.
Paisaje sonoro en el frío azul de la rosa.
Único hálito que atenaza los sentidos
donde el sinuoso círculo
revierte en luz amanecida.
Mañana suspendida en vertiginoso éxtasis.
Río y ribera ensanchan y oprimen el segundo.
Un copa de Viña Ardanza
ensalza el pasmo de la libertad.
Sueño de la más alta pasión
en eterno abrazo de arriesgado sentir.
Ancestral fuerza
en arcana señal de los dioses.
Distante,
exenta queda la rosa.
Dédalo que inunda
pentagramas y miradas.
Atenaza el pálpito de la pupila.
Enrique Villagrasa
sábado, 2 de octubre de 2010
La palabra es un vicio solitario
La palabra es un vicio solitario
y se manifiesta en minúsculas
partículas de brisa.
El vidente niega y no reconoce el gesto:
Sílabas. Tras ellas, vacío.
De nuevo, el trueno de la mañana volvió
y alumbró el verbo.
El tintero vacío da cuenta de sus miedos.
La claridad entre las manos se filtra.
El papel amarillo de sus sueños da razón.
Ha germinado el desengaño.
La tristeza empaña los cristales de la tarde.
El recuerdo golpea insistentemente.
Sobre la mesa azul
el dolor camina a sus anchas;
y el crepúsculo revolotea entre los papeles.
Mientras, el polen de los cerezos cae gracioso
en los hombros de los amantes.
Es mayo.
Entrada anda la noche en quietud clandestina.
la primavera es llanto de ausencia
y de voces sin sombra anda coronada.
Trae versos en lágrimas de jade.
Enrique Villagrasa
viernes, 1 de octubre de 2010
Pero, quién puede sellar tus labios...
Pero, quién puede sellar tus labios memoria,
quién confortar la cadencia del adiós.
Y quién cincela la blanca herida.
Dos ojos incandescentes acarician mudos labios
y devoran las entrañas del pubis.
Abrazan indolentes el momento.
Son partícipes del candente secreto.
Se ha traspasado el doble espejo y su plural eco
en el bogar por la cresta de las olas.
Rasgaron el día los versos,
no sabían de ecos
y en su amor por lo clandestino
vieron declinar septiembre: gris y frío.
La mirada desgarrada por la palabra
caminó lenta y le hizo un quiebro al azahar.
Y posó desnuda en la tarde.
Desafió su máscara.
Se sintió fuerte con el cierzo
y en su afán fue destino y belleza.
Paciente se dejó mecer
y los recuerdos oscilaron en sus dedos.
Fue su última pasión.
La caricia, fulgor de un sueño.
Enrique Villagrasa
jueves, 30 de septiembre de 2010
Mientras reste un hálito
Mientras reste un hálito
brillará su belleza.
Busco el invierno frágil donde anida
la alondra sin curso de la sombra.
Busco, el invierno sin curso de la noche
donde anida la flor y nuestra estrella.
Mas el silencio es una orilla granítica.
Ausente la palabra y su silencio
la persigo y la busco tras la página
exento cual ciprés de cementerio.
Inútil buscarla por las calles,
jardín donde se funden nuestras huellas
con el instante y brillo de sus ojos.
Logras atenazar el movimiento,
el palpitar de la página en blanco
y el fugitivo ritmo de las sílabas.
Pero la espiral en su veloz trayectoria
destruye el reflejo de las estrellas
y nosotros, inmóviles, huimos.
Luciérnagas ante el espejo roto
vivimos la soledad de las manos
y el latir de los pasos en la noche.
Negación del tiempo que lucha yerto.
Enrique Villagrasa
miércoles, 29 de septiembre de 2010
Su recuerdo es...
Su recuerdo es
lágrimas en las manos.
Tarde de agosto
noche de verbena
un pequeño sobre azul.
Sólo me sostiene la distancia.
Y la lluvia gélida con su música
desgarra mi alma:
derrama dolor el cáliz.
Vasos de nada en la nada
atormentan cantares,
y la noche en blanco, sin estrellas,
precipita el hálito lacerante.
Sombras que se ciernen,
que se ciernen en mi entorno:
cual manto de muerte,
como tentación de huida.
Huida hacia ninguna parte.
Y fluye,
fluye el absurdo, ciprés altivo,
y exento queda anclado, nuevamente,
en el cielo gravitante de la playa.
Allá, donde la tarde se enciende.
Enrique Villagrasa
martes, 28 de septiembre de 2010
Hoy nada sustenta mi vacío
Hoy nada sustenta mi vacío,
ni el granítico otoño, ni los rostros;
camino con mi miedo tras las palabras
de una incesante búsqueda frustrada.
Estreno invierno hurtando ensimismado
el horizonte y las playas que caen
y yo, declino siempre en desaliento.
Volví a verte mujer tenaz y fría,
aquel tu rostro vano, tan hierático
y sólo sentí el vacío en mis brazos.
Otra arena ha de haber mejor que ésta.
Cada esfuerzo está condenado
y yo frío y ella tan lejos.
¿Hasta cuándo estaré en esta orilla?
Si cierro los ojos veo las playas de mi vida;
¿dónde mis años perdidos, dónde?
Otro paisaje me espera, quiero vagar por él,
recorrer su arena cuando el rocío,
pisar sus olas en primavera.
Quiero hacerme viejo con sus conchas
y en mi casa encanecer junto a ella.
Aquí no está mi sitio.
A mi oído grito su nombre.
Enrique Villagrasa
lunes, 27 de septiembre de 2010
Luego, un poco de arena en el paisaje
Luego, un poco de arena en el paisaje
hasta que la densidad nos envolvió.
Y entonces en la playa
el sensual contacto de nuestros cuerpos;
manos juntas, juntos los labios.
Amo la vida, mi vida
que sólo sueña lo que no ha sido:
mi futuro no lo acierto,
ni recuerdo mi pasado siquiera
y en el presente tan sólo sueño.
Mas quiero ser y ser contigo,
espero, puedo esperar
y ser, ser por la arena.
El viento del lienzo
anuncia, me anuncia, un sitio
y tu lejanía me proyecta hacia ti
soñándote, viéndote a mi lado.
Terminé tu retrato ayer, al atardecer.
Ahora, lo miro con todo detalle.
Me abraza el triste gesto de la lluvia
y la congoja parda de la tarde
y el humo del silencio, y tan grave
que quedo convertido en confusión.
Enrique Villagrasa
domingo, 26 de septiembre de 2010
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