Mostrando entradas con la etiqueta Ignacio Escuín. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Ignacio Escuín. Mostrar todas las entradas

domingo, 14 de noviembre de 2010

Canción desesperada en la puerta de un prestamista (posmoderna autodestrucción I )





Canción desesperada en la puerta de un prestamista
(posmoderna autodestrucción I)

Imagine un mundo sin fantasmas, sin sombras,
pequeños círculos vitales, el café de las seis
de la tarde, el de las siete de la mañana,
mañana no te querré o no sabré hacerlo
subirán tanto los impuestos que mi círculo
se anulará en el tuyo. Imagine, si puede,
un mundo sin sombras, déjese llevar
por la fuerza concéntrica de las miradas
y el deseo. Mi espacio anulado nos anula,
cómo vivir contigo si no puedo pagarme
mi suelo, mi amor, mi hambre.





Ignacio Escuín


sábado, 13 de noviembre de 2010

Mechanical wonder





Se va el verano como se va el amor
y todo lo demás se va
y los jóvenes de pieles bronceadas
se funden en abrazos y besos dulces
y se aferran unos a otros
cuando caminan por las calles
y arrastran sus sandalias por el asfalto
aún caliente como sus cuerpos.
Esta es su aportación a la modernidad,
ellas y ellos calzados iguales
los talones desgastados pidiendo guerra,
sus cuerpos bellos encendidos
y no sabría ya a cuál amar más.

Pero no nos engañemos,
enamorarse no es tan fácil
es hacer a alguien único entre el resto
y yo podría encontrar toda la belleza del mundo
en todos sus cuerpos.

Y camino junto a ellos
y viajo con ellos en el tren, en el autobús,
y los miro despreocupados
sin un hogar propio al que volver cada noche
en estado de gracia, sin dinero
o con el dinero justo para ser felices
y no querer más, y tanta belleza
que podría amarles hasta quedar agotado.

Llenan las plazas, los paseos
y los bares y hay mujeres jóvenes
que beben coca-cola y marcan los vasos
con sus labios carmín
como marcan a los hombres jóvenes afortunados.
Y yo me deslizo de un lugar a otro
viendo todo esa alegría
ese gran contenedor de belleza
en el que vais a convertir el mundo,
todo gracias a esa mecánica maravillosa del amor
que nos enloquece.




Ignacio Escuín


viernes, 12 de noviembre de 2010

Desolation Road




El amor también había sido un tema central
aquel otoño en los bares de copas
con la música comiéndonos las entrañas.
Desolation Road esquina Passion Square,
una avenida como mi corazón
-de ida y vuelta- adornada con robustos árboles
sin hojas, que dan sombra
y en los que ella siempre descansa,
reposa en sus troncos
y desaparece y regresa
siempre en mis sueños, cada noche,
cada vez que cierro los ojos
y su melodía me despedaza una vez más.

Unos días felices y tristes
como no habrá otros
creyendo en ti y pensando que la verdad
es sólo un buffet libre, un self service universal,
apoyado en tus palabras
a sabiendas de que en ellas
y en su paraíso tenía yo mi infierno.

Recuerdo de mis días en Desolation Road
el vaivén de las hojas caídas y la danza
de los cuerpos entre ellas, la voz de Dylan
y esa sensación de nausea constante.
Y la espera,
con los ojos muy abiertos
de quien aguarda un milagro
que nunca llega y sigue vivo.




Ignacio Escuín


jueves, 11 de noviembre de 2010

No conozco ya nada de lo que me rodea





No conozco ya nada de lo que me rodea, he dejado de ser propietario de aquello que está cerca de mis manos y quizá nunca vuelvan a ser míos los objetos que yo compré y al cerrar los ojos se olvidaron. Todo lo que hemos hecho mal debe estar registrado en alguna parte, seguro que existe una señal que nos indica el punto en el que las cosas pueden ser corregidas, pero no creo que pueda verlo ya. Extraño entre mis propias cosas, ausente de la vida en la que he vivido, partidario de la vida libre y muy débil, mucho, tanto que si alguien me pregunta quizá al contestar desaparezca. Ni la verdad ni yo existimos, al menos hemos dejado huella, todo el mundo habla de nosotros.






Ignacio Escuín


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Lo bueno y lo malo de los viernes por la tarde


Lo bueno y lo malo de los viernes por la tarde es, quizá, la sensación de haberse merecido el descanso, de haber alcanzado la meta semanal y al mismo tiempo ver cómo tantas cosas quedan en el tintero. Lo bueno y lo malo. Lo recto y lo incorrecto. Cuando el sol se va ya y presagia el primero de tantos viernes oscuros porque has llevado a tu vida a un túnel sin salida, te has convertido sin darte cuenta o sin querer hacerlo en uno de esos que salen a comprar con el coche para cargar lo suficiente para todo el fin de semana y que mira a las dependientas de las tiendas con deseo, como si en ellas estuviera la respuesta, la solución a un viernes que se anochece y presagia un sábado más de radio, café y libros. La esperanza reside en los ojos de quienes nos atienden. No, no quiero un kilo de patatas, te quiero a ti.




Ignacio Escuín


martes, 9 de noviembre de 2010

LISBOA





Si esto fuera Lisboa yo podría hacerte creer en algún café que soy heredero de Pessoa, o rodeados por las luces amarte y decirte que un collar de uvas blancas nos abraza. Adoro las luces de Lisboa, redondas y descomunales, sueño con ellas tantas noches que al despertar creo estar allí en ocasiones. Pero no, mire donde mire no encuentro Lisboa, y quizá tampoco encuentro lugares más cercanos y conocidos. Busca Lisboa en tu corazón y llena tus manos de su primavera, aquí y en mi pecho hace frío.




Ignacio Escuín


lunes, 8 de noviembre de 2010

III de Americana




III




De 8 de la tarde a 8 de la mañana


los tipos duros de Hollywood siempre recuerdan a sus madres


los han hecho así, como las piedras.


Clint Eastwood llorando como una Magdalena ante la atenta mirada de su madre.


Mil o dos mil patadas en la tripa a actores baratos de reparto le ha costado cada estatuilla, es el sueño americano ¿no lo entiendes?


Sólo tienes que tomar cuanto quieras, sentirte así más grande, gozar de las ventajas del país libre.


El deseo americano, ay, el deseo más grande, el anhelo con el que rompes las placenta, con el que vives y rezas cada día. El deseo de una madre que no pone trabas, que no conoce límites porque ha nacido en el lugar más libre de la tierra.


De 8 p.m. a 8 a.m.


conozco el deseo americano, la mirada yankee desproporcionada, las desproporcionadas tretas del gigante cuando el sol se oculta a las 20 horas en Missouri o en Milwaukee, Minnesota o Minneapolis, se encienden todas las luces, luces más potentes, nada tienen que ver con las nuestras, nada, se encienden y no las apagan hasta que amanece, larga, excitante, incandescente noche eterna, yo te deseo.



Ignacio Escuín


domingo, 7 de noviembre de 2010

jueves, 21 de junio de 2007

Unos dirán eso ya está dicho

Ignacio Escuín Borao en su libro COULEUR.


UNOS DIRÁN ESO YA ESTÁ DICHO
y se llenarán la boca con nombres
Rimbaud, Baudelaire, Apollinaire,
eso ya está dicho por franceses
reirán satisfechos por el descubrimiento.
Otros buscarán cerca
y en un alarde de imaginación señalarán:
Petisme, Ansón, González, Saldaña, Pallarés
y creerán que todo está resuelto.
Por último los más reservados
volverán la vista atrás,
más atrás si cabe y dirán
Kafka, puro Kafka, Jaime Gil
y unos cuántos más.
Pero tú y yo sabemos
que todo eso además de ser cierto
carece de toda capitalidad.
Lo que verdaderamente importa
son las tardes en el café Haffa,
el 23 de Boulevard Triers,
las enormes bolsas de basura,
acaso los hematomas azulados
y ante todo, los ojos de Pilar.
Ignacio Escuín Borao. COULEUR. Prensas Universitarias de Zaragoza, 2007.

lunes, 18 de junio de 2007

Primero fue azul

Ignacio Escuín Borao en su libro "Couleur"


PRIMERO FUE AZUL

todo Azul, en contra de lo que se cree,
la inmensidad, el océano, el cielo
los ojos de Eva
que hicieron a Adán perderse.
Si eres de los que aman el Azul
y lo lejano,
el hematoma azulado provocado por un golpe
en otro rostro,
los ojos de Pilar
que como los de Eva te invitan a la perdición,
si eres de esos entenderás
que el Azul es el inicio y fin de todas las cosas.
Para Brenda el número cuatro es Azul
al igual que la letra e
y tiene sueños de colores,
ella habla de colores con palabras
y las letras muestran entonces sus colores
como tú y yo hablamos de palabras con palabras.
Esto es indiscutible:
primero todo fue azul
la inmensidad, el cielo, el océano
los ojos de Pilar.