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domingo, 7 de febrero de 2010
Y seguir caminando
Y seguir caminando,
avanzar, conversar hasta caer rendidos,
convencidos de que no hay horizonte irrebasable
y de que el fin se encuentra en el camino.
Pasar, traspasar.
Ser digno de la piedra, raíz del canto.
(Inédito)
Alfredo Saldaña
sábado, 6 de febrero de 2010
Cuando la devastación...
Cuando la devastación haya concluido su trabajo,
¿quién avivará el fuego en las mañanas de invierno?,
¿quién dará testimonio con su palabra?,
¿quién conservará en sus pupilas los paisajes de la memoria?,
¿quién calmará la sed de todos los vencidos?,
¿quién rasgará con su faca la línea quebrada del horizonte?,
¿quién dirá sin temblar “esta boca es mía” en contra del tirano?
Entre los pliegues de su corazón el bosque aún protege su secreto.
Alfredo Saldaña
viernes, 5 de febrero de 2010
¿Que pone en juego la pregunta...
¿Qué pone
en juego
la pregunta
que no sea
la indecibilidad
errática
de una respuesta
imposible
de pronunciar,
el riesgo
de suplantar
el silencio anterior
al interrogante
con el rostro
sin sentido
del vacío
saturado
de vacío?
Alfredo Saldaña
jueves, 4 de febrero de 2010
¿QUIÉN VELARÁ?
¿Quién velará
por la palabra
cuando el pájaro solitario
alce en la noche
su vuelo
sin destino,
sin consuelo
y sin porqué?
Alfredo Saldaña
miércoles, 3 de febrero de 2010
AHORA SÉ
Ahora sé que el dolor es solo la idea del dolor, un lugar irreductible al lenguaje, no es más que sentir —como escribiera Artaud— cómo se desplaza el pensamiento en uno mismo. Ahora sé que la herida ocasionada por la ausencia se cierra en el encuentro con el silencio, más allá de las palabras con las que nos presentamos y en las que creemos reconocernos ante los demás. Ahora sé —lo he leído— que el dolor carece de nombre, de imagen y de identidad, no es de nadie, ni tuyo ni mío, es de todos y sé también que cuando alguien cae en la batalla todos, de un modo u otro, caemos con él. Ahora sé que hay un mundo más allá de este mundo, una casa dentro de esta casa, unas líneas ocultas entre las líneas escritas de este texto, un atardecer perdido entre el día y la noche. Ahora sé que todo fue un sueño, que mi corazón fue una construcción de tu conciencia y que hoy descansa entre libros, sobre las estanterías de escayola de este cuarto abuhardillado, entre la tierra y el cielo, entre la memoria y el deseo, entre la sangre y el aire, sobre el recuerdo histórico de todos nuestros muertos. Ahora sé que solo soy un personaje de ficción cuya sangre alguien está transformando en la tinta impresa de este texto: soy ya un texto, tejido textual, cuerpo devenido en discurso que fluye como la corriente de este río. Alguien me escribe —quiero decir que alguien está reduciéndome a escritura— y sé que jamás leeré lo que los ojos del murciélago trazaron con su mirada sobre la superficie de las aguas. Ahora sé su nombre y dos o tres cosas más.
(Palabras que hablan de la muerte del pensamiento, Zaragoza, Olifante, 2003)
Alfredo Saldaña
(Palabras que hablan de la muerte del pensamiento, Zaragoza, Olifante, 2003)
Alfredo Saldaña
martes, 2 de febrero de 2010
HABLAR CON LA ARENA
Nombramos cuanto deseamos alcanzar o tememos perder,
aquellos seres, objetos y acontecimientos que acompañan
nuestra existencia y la dotan —eso creemos— de sentido.
Nombramos las pérdidas del mundo y el mundo que anhelamos,
el silencio, las heridas, el tiempo que nos arranca el tiempo
de la vida, las preguntas que no conocen respuestas
y las respuestas que flotan en el viento.
Nombramos lugares y fronteras sin perfiles geográficos definidos,
espacios vacíos, distancias sin tiempo y sin medida,
ejes que enmarcan ojos, monedas que saldan deudas
y penas que ratifican condenas.
Nombramos el mundo con palabras gastadas por el tiempo,
nos empeñamos en certificar la vida con palabras
heredadas y pronunciadas a destiempo, creemos vivir
y sin embargo es el tiempo el que nos vive a contratiempo,
ignoramos a menudo que el mundo es otro y distinto
a cada paso cambiado que se da, en cada instante diferente,
que el misterio renace una y otra vez en cada ser humano
que lo nombra, nos da pavor pensar —y así nos va—
que el mundo es nada sin el valor fundacional de la palabra.
La vida se nombra a sí misma en cada desposesión,
en cada pérdida, en cada despedida y eso basta.
Vivir es eso, pasar, pasar de largo y nombrar
lo que se va perdiendo en cada tramo
del camino, convivir a cada paso con el abandono,
la renuncia y la indigencia, sentir cómo la vida nos vence
y nos enfrenta al final —solos, desposeídos de todo— con la muerte.
Alfredo Saldaña
lunes, 1 de febrero de 2010
LAMENTO
Los días de mi poder y felicidad ya han sucedido.
Nada espero ahora de la vida porque ya todo me lo ha dado.
Mi voz —altar de la condena que hoy padezco entre
los muertos, santuario en el que soporto aún los ecos y
espejismos de mi biografía— partió conmigo y hoy
es la piedra que machaca los perfiles irredentos de mi alma.
Mi alma —ese lugar ardiente y oscuro batido por el hielo y
por la luz, abrasada columna de mis días—
se postra ahora miserable como el despojo o
la lágrima de una vida arrasada por el fuego.
Días de esplendor y miseria he vivido entre los hombres.
Alfredo Saldaña
domingo, 31 de enero de 2010
lunes, 6 de abril de 2009
Cuando la devastación..
Cuando la devastación haya concluido su trabajo,
¿quién avivará el fuego en las mañanas de invierno?,
¿quién dará testimonio con su palabra?,
¿quién conservará en sus pupilas los paisajes de la memoria?,
¿quién calmará la sed de todos los vencidos?,
¿quién rasgará con su faca la línea quebrada del horizonte?
Entre los pliegues de su corazón el bosque aún protege su secreto.
Alfredo Saldaña
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