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domingo, 29 de mayo de 2011

10 de Octubre





10 de Octubre

Y, sin embargo, hablo, sonrío,
converso con aquellos que quieren escucharse
y me convierto en eco de sus palabras solas.
Paseo por el parque de olmos centenarios
y cuando veo un sauce que baja como lluvia,
vuelvo a identificarme.
Paseo, pienso, converso con mi sombra.
Mientras, un hombre serio vestido con un mono
barre las hojas que caen tercamente.
Innecesarias hojas que la escoba convierte
en montones informes de basura pardusca.
Innecesaria, camino, innecesaria,
viéndome en los reflejos del agua prisionera,
innecesaria: cayendo al río torcido
de mi sangre golpeada,
como las hojas, el tiempo, la ceniza.
Innecesaria, y vivo, innecesaria.
Innecesaria, y me dejo vivir en las alcobas,
entro en los almacenes y en las cafeterías,
sostengo las cucharas y duermo y os sonrío,
y extraño las escobas, necesarias y bellas,
que van amontonando las hojas concluídas.



Manuela Fernández Santamaría


sábado, 28 de mayo de 2011

4 de Octubre





4 de Octubre


Aprisionada entre el metal, el asfalto,
la sal y el cemento, entre las ruinas
generacionales y el cielo despiadado.
Retorciéndome como una serpiente
o como un lagarto de escamas verdosas,
ofreciéndome en los mercados de marchitas verduras,
comiendo con sistema y durmiendo
con obligado horario cada noche,
huyendo por las rendijas luminosas,
mirándome en vergonzosos y desolados espejos,
metiendo las manos garganta abajo,
pecho abajo,
para extraer el vómito.

Mientras, la sangre sigue en las arterias
arrastrando innumerables circulacioenes,
viajando como un tren lleno de pasajeros.

¿Dónde encontrar los ojos de la noche?
¿Dónde la rosa, el águila?




Manuela Fernández Santamaría


viernes, 27 de mayo de 2011

Ascendí por los años





Ascendí por los años buscando tu sonrisa:
crucé días como racimos de sombra,
trepé desde el crepúsculo a la aurora,
atravesé las charcas oscuras de la noche.
Para reconocerte cerní la muchedumbre,
fui levantando máscaras de piel y porcelana,
anduve en los desfiles, hablé en las asambleas,
y cuando, al fin, llegaste se despobló la tierra.




Manuela Fernández Santamaría


jueves, 26 de mayo de 2011

Nada puedo decir






Nada puedo decir. Las estrellas
acuchillan la noche, y la luna
cuelga en el hueco del espacio estéril.
El cielo, como un cíclope negro,
vigila con su ojo redondo y giratorio.
Muda, a tu lado, nada puedo decir.
¡Cómo te amo! Mis pensamientos
viajan en la sombra, libres, alados,
y mi boca olvidó las palabras.
Es perfecto este instante. Tu silencio
roza mi pelo como una caricia,
como el descenso leve de la mariposa
sobre el cáliz abierto del almendro.
Tan cerca estoy de tí que se borraron
los contornos agudos de mi cuerpo.
Nada puedo decir. Nada me falta.
Diluída en tu sangre te recorro
dentro de tí me siembro y me disgrego.
Fuera de tí no hay nada. Abrázame,
transmíteme más vida en cada beso.
He soltado todas las palabras
y sólo el pensamiento alea todavía
como un pájaro loco debajo de mi frente.




Manuela Fernández Santamaría


miércoles, 25 de mayo de 2011

Si encuentro una alegría






Si encuentro una alegría la atrinchero
socavando el dolor profundamente,
me desvelo en su borde tenazmente
con vocación de muro y carcelero.

Si encuentro un breve sueño me apodero
de su vuelo fugaz y, fieramente,
lo aprieto entre mi puño firmemente,
lo mimo y lo alimento con esmero.

Cuánto esfuerzo banal, desvelo fútil:
si lanzara mis redes contra el viento
no obtendría cosecha más inútil.

Se divierten las penas del intento
y entrona la rutina su dios útil
condenando mi vida a su tormento.




Manuela Fernández Santamaría


martes, 24 de mayo de 2011

Preguntas por mi llanto










(con Rabindranah Tagore)


Preguntas por mi llanto
y yo no sé la respuesta de mis lágrimas.
Yo no puedo explicarte mi tristeza
mientras mis lágrimas no cuenten
el secreto del llanto que las vierte.
Es, quizás, el anochecer que baja
con pasos silenciosos
a encender las estrellas apagadas
quien desprende las nubes
y las extiende sobre mis mejillas.
Entonces mis lágrimas serían
manantiales celestes
y mi árida piel las absorvería tiernamente.
Entonces, el secreto de mi llanto
sería como el de la lluvia sin caer.

Pero la noche ha pasado
y mi cara está húmeda
y no sé la respuesta de mis lágrimas.
Es, quizás, la mañana
que no he visto llegar entre los montes
porque me dormí con mi tristeza.
O la noche, que se ha ido
sin que yo velase su partida.
Entonces mis lágrimas serían
por haber perdido entre mi llanto
al día que llamó sin despertarme
y a las estrellas que abandoné.




Manuela Fernández Santamaría






lunes, 23 de mayo de 2011

Llegó trepando la marea







Llegó trepando la marea tras la huella
y sepultó los rastros tibios.
Las pulidas arenas y las conchas marinas
se sumergieron con los pies esculpidos
y la sal entonó una canción amarga.
La orilla sólida se transformó en espuma
leve, cambiante, transitoria:
un segundo y fue agua,
un instante de sol y fue salitre.
El mar llegó hasta mis rodillas
y destruyó la senda que moldearon
mis pasos en la playa.





Manuela Fernández Santamaría