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domingo, 24 de febrero de 2013

UN ACCIDENTE




Quien teme sufrir, sufre ya de lo que teme.
MONTAIGNE

El obstáculo físico que implica
acomodarse a un brazo escayolado
muestra a las claras las debilidades
del cuerpo, la absoluta sumisión
a la historia de un lance personal.
El vibrante arco de la mano ociosa
concluye que una mera contingencia
cambia el rumbo de la posteridad
y me convierte en presa fácil y susceptible
de padecer un nuevo contratiempo.
Del citado desorden da cuenta el reducido
medio en el que suceden mis acciones
confinadas en tan precario espacio,
la ruptura instintiva de los hábitos
que dan cabal sentido a la existencia.
Pero, asevera el docto moralista,
del mal también se aprende,
porque si se gobierna y se somete
tan sólo a su dominio el arbitrio
sin extender ni introducir su séquito,
procura provechosos resultados.
Veta que otros humores, más dañinos,
avancen sin escollo alguno y causen
al fin mayor merma que beneficio.
Quien recompone formas y destino
intencionadamente corrige la torpeza
y de su ciencia emerge un yo curado.



Carlos Alcorta

sábado, 23 de febrero de 2013

NECESIDAD DEL HÉROE



 

“Producir, por la fuerza, pruebas de valor, de devoción y de grandeza.”
RAINER MARIA RILKE
“Es grande todo aquel que procura ser lo que ya es por naturaleza.”
RALPH. WALDO  EMERSON

Desmiente a Hegel el desinteresado
gesto del hombre anónimo.

Desde lejos no puedo distinguir
su rostro, enmarcado en el espejo
retrovisor en el que se revela
la luz ya acontecida, el desnivel
falseado por la lente entre costumbre
y asombro.
                   ¿Cuándo, cuándo se acalló
la inmaculada voz del instinto animal,
la piel, la grasa, el polvo de los días,
los astros de la noche y sus confines 
borrados por la niebla?

Una mota de luz en el Apocalipsis.
Reconstruye el espíritu su forma
primera, su naturaleza.

No ha prescrito el impulso
solidario, el horror a la injusticia,
esa potencia de la fe que mueve
el mundo y te convierte en otro,
otro postrado ante las arbitrarias
leyes de la supervivencia,
otro en quien la mecánica
de sus actos precede al pensamiento.

Ejecutado en las afueras
de la conciencia, tanta valentía
busca la redención sin pretenderlo.
Hay algo en el aire que lo certifica.
Yo mismo, que jamás he consumado
nada que tenga un mínimo valor,
y sumergido en la desesperanza
sólo accidentalmente he estimulado
el coraje y la generosidad,
puesto a prueba, en la misma situación,
como si ese acto fuera rutinario,
puedo representar fielmente al héroe
que describo. La muerte no es siquiera
una eventualidad, un accidente,
porque no existe sin pensarla.



Carlos Alcorta
 



viernes, 22 de febrero de 2013

ROTACIÓN



 
Expulsados con saña de alamedas
públicas y de prominentes
miradores urbanos por un sofisticado
artefacto que emite machacones graznidos
desenfrenados e intimidatorios,
pájaros hostigados atrozmente,
inquietos estorninos se acomodan
en un poblado y tenso cable eléctrico
que corre paralelo a la costa vecina.
Con cautela me observan cuando palmo
a palmo, pero familiarizado
ya con el escenario, me aproximo
al precipicio con el objetivo
inicial de avistar olas batiéndose
contra los farallones que fielmente
reconstruyen el cuerpo arrinconado
de un pesado mamífero.

Esa es la realidad, aunque se sientan
ahora vigilados y traicione el temor
el noble instinto de la especie. Da
la impresión de que pueden asociar
ciertas ideas, y ese es el motivo
de que cuando presienten cerca seres
humanos, los confundan con malintencionados
depredadores y les ponga en fuga
un pánico precipitado, igual
que un exconvicto huye de los lugares
que frecuentan agentes policiales.
Quietas están mis manos, y mis ojos
no se detienen en su algarabía
innecesaria, tratan tan sólo de entender
lo inentendible para describirlo
más tarde: lo que oculta al otro lado
ese horizonte abovedado,
si es verdad o no que en la lejanía
una luz espectral marca la cinta gris
que separa el presente del futuro.

¿De qué les sirve entonces levantar
violentamente el vuelo, agitando sus alas
en el aire enlutado que se extiende
ante mí, si esa imperceptible red
que trenza la sospecha, la molicie
que disimula su peregrinaje
infinito acobarda y zarandea,

como a un enjambre de hojas 
resecas la amaestrada polvareda, 
a la bandada precavida 
y en la naturaleza ya no pueden 
reconocer la alianza con el cielo, 
el paraíso en que se reinventaban 
las formas regulares de la calma, 
de su lejano origen?    



Carlos Alcorta

jueves, 21 de febrero de 2013

LUZ FATIGADA



Unas gotas de lluvia, inoportunas,
espesas, consistentes, que caen de una mancha
en el azul del cielo modifican
la alegría, el paisaje antes solar,
diurno a secas, con toda la abundancia
de luz que imaginé al despertarme.
Se encierra en sí el espíritu gozoso,
a la espera de que la nube negra
se encamine hacia cumbres más lejanas,
pero prospera dentro la certeza
de que es el mundo sombra permanente,
de que exhalan un hálito de hollín
gargantas humilladas cuando afirman
su confianza en el porvenir y el mito
de la felicidad se dispersa en volutas
de humo, en pavesas insignificantes
de una lumbre extinguida,
porque apenas un rayo de sol realza
la pureza del cuerpo, satisfecho
el caudal del deseo en la magnificencia
de la piel que empapada se diluye
en la piel extasiada, en los remansos
de la carne vencida que te espera,
y el alma se transforma, se amortaja,
saciada ya esa sed de nueva savia,
y un golpe traicionero del destino
ciega los ojos que antes con asombro
miraron la porfía de los cuerpos, la lava
del mundo, y el cielo limpio que es de todos.



Carlos Alcorta

 

miércoles, 20 de febrero de 2013

SOUNION



  “Y cada piedra que pisábamos ensangrentada por el crepúsculo”
CHARLES SIMIC

Durante meses, antes de emprender
viaje a la concurrida península helénica
estudié, en manoseados libros
de historia y de mitología,
todo lo necesario para no malgastar
el tiempo regulado que negocian
en cada itinerario
avispados operadores
de tours  organizados, de tal suerte
que cuando divisé el contorno del Cabo
reconocí el lugar, el rigor de sus formas
y sus secretas leyes,
como si ya lo hubiera visitado otras veces.

Sentí el fulgor cegante del verano,
la súbita resurrección
de los sentidos en mi propio ser,
no en las palabras de otros.
La imagen quieta de la realidad,
como una araña entretejiendo
su mortífera obra, se convirtió
en algo vivo en mi pensamiento.

Contemplé, como si en la luz quedaran
suspendidas, las formas celestiales
de las columnas que hacia el distintivo
estival ascendían desde una cota opuesta
al estilóbato, vi cómo ceniza y sombras
se internaban, arriadas sus velas, en un mar
dócil, amansado, cárdeno, sólo mío.
Por un momento el mundo se detuvo.
Mi obsesiva imprudencia me inclinó
a suponer que nada de aquel instante
cambiarían los años, ni siquiera
las toscas lápidas, ensangrentadas
por el crepúsculo, que días
después menospreciaba.

Pero cuando contra mi piel 
repercutía el canto de los pájaros
y se ahormaba contra el fuste
quebrado de pilastras confinadas
en un drenaje casi sumergido
la espuma de las olas,
me supe un dios caído a quien pronto abandonaría
la juventud que entonces disfrutaba.

Ahora, satisfecha la deuda contraída
con mi otro yo, una foto en blanco y negro
que decora los últimos peldaños
de la escalera de la nueva casa,
preserva del olvido
una subordinada y redundante
sensación de melancolía,
tan similar a la de quien observa
en la vitrina una distribución
de extravagantes lepidócteros
que temo, muchas veces, confundirme.




Carlos Alcorta

martes, 19 de febrero de 2013

STUPOR MUNDI




                                       

Estaba adormilado en el vistoso
sofá recién comprado, imposibilitado
en la práctica para emitir algún juicio
ecuánime, preciso e irrefutable
sobre las trágicas contradicciones
morales que me afligen y torturan
cuando estoy más despierto. No pensaba
en nada establecido de antemano,
deambulaba mi mente por endebles
crujías salpicadas de recuerdos
propiciatorios, aunque al parecer,
los tentáculos de la percepción
se mantenían vigilantes porque
el fugaz aleteo enloquecido
de un canario, adquirido
la víspera, en la jaula
común, me ha conducido
al patio acristalado y deslumbrante,
atiborrado siempre de flores llamativas,
de mi casa natal. Trinos, cadencia,
colisiones de plumas con el rígido alambre
de la enlazada celda suspendida
pellizcan el oído. Poco importa
desde qué parte llega ese galimatías,
si de afuera, infiltrándose
como un virus letal en lo que soy,
o estaba en mí, callado, razonándome.

Cuando expira la infancia, se revela
el mundo como intransitable ciénaga
y sé que en mi memoria, ya menguante,
aunque se oigan las voces del pasado
rectificando errores que cambiaron mi vida,
retumbará su eco, buscando el fin,
como salmones envalentonados
que remontan el río, ignorando carnada
y zarpa, hasta llegar al oscuro naciente
y allí, sus branquias dilatadas
y casi eviscerado,
en el centro de su aniquilación
hacen brillar la luz que alumbra su principio.




Carlos Alcorta


  

lunes, 18 de febrero de 2013

EL CONTORNO DEL VASO




Orientada al sudeste, en las primeras
horas de la mañana un sol esquivo
que se cuela entre setos verdecidos
anormalmente setos zarandeados
por arbitrarias rachas de una brisa
marina, insuficiente incluso
para aventar las velas de los barcos
fondeados en la rada
repta por la ventana entreabierta
de la cocina, aún en la penumbra;
un sol que deposita en la encimera,
invadida por restos de la cena
y vajilla grasienta, el esplendor
de un cielo anaranjado que comienzan
a surcar nubes y tempranos pájaros.

Me he levantado a tiempo para regocijarme
con los colores audazmente
disueltos entre sombras,
más apropiados en una pinacoteca
que en los fogones de mi domicilio.

Tú duermes, contrariada por esa adversidad
que no crees merecer, con las extremidades
enmarañadas sobre la sumisa
almohada esponjosa en el balasto
del sueño, y escucho tu respiración
irregular, profunda, igual que si aflorara
del terreno arenoso un surtidor obstruido,
y contemplo la luz reciente acariciando
el cristal de la claraboya
con la modestia de una mariposa.
Soy testigo de la transformación
que su triunfo procura en telas y cerámicas,
en las frías paredes, en el vaso
antes vacío, y ahora lleno de una sustancia
evanescente que al mojar mis labios
en ella, hace emerger
el cauce mercurial del pensamiento.



Carlos Alcorta 


Todos los poemas de esta semana son inéditos 
de su próximo poemario "Mediana edad"


domingo, 17 de febrero de 2013