Disculpo,
A la niña malcriada que me negó el primer beso y luego amo a todos los chicos del vecindario.
A la familia que te acepta siempre sin comprenderte nunca.
A los obreros que boicotearon la huelga trabajando a destajo por las noches y a escondidas.
A las amantes que me fueron infieles durante años.
Exculpo,
A los amigos que me delataron en confesiones arrancadas con tormento por los militares.
Al patrón que te despide sin motivo después de explotarte durante años con saña.
A los camaradas que desatendieron sus sueños sin alcanzarlos ni una sola vez.
A mis mujeres, cansadas de mis medias verdades y mis muchas mentiras.
Nada te reprocho
A ti
que ni fuiste ni quisiste
que asumiste la derrota sin apenas batallar
que ganaste alguna vez con cambalache y malas artes
que te pareces demasiado a mí, sin aceptar ser yo.
No perdono
A la Muerte,
a la furcia que arrebata la vida
a una joven de ojos verdes
a la que asisto impotente
mientras su verdugo
acuna entre los brazos
un muñeco de trapo
sucio viejo y triste
que le ha robado a la niña antes de fenecer.
Condeno a la Muerte
a la pena capital.
Francisco Javier Solé Ribas
1 comentario:
Este poema pertenece al libro "La casa del silencio"
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