Perdón por no haberos atendido como os merecéis...vuelvo pronto, marcho a Italia.
miércoles, 26 de septiembre de 2007
Te vas a ir
Te vas a ir como la noche se lleva los recuerdos,
al ritmo preciso en que el alba deja volar todas las palomas
y un dolor agridulce se despierta en el alma.
al ritmo preciso en que el alba deja volar todas las palomas
y un dolor agridulce se despierta en el alma.
lunes, 24 de septiembre de 2007
La Felicidad
Poema de Rodolfo Serrano, titulado "La Felicidad"
Ahora eres feliz. O eso me cuentas.
Yo no sé si el amor tiene retornos,
o el corazón latidos que no fueron.
Sé que la esperanza es el espejo
en el que uno se afeita la nostalgia
después de haber soñado cualquier noche.
Sé que existen palabras como látigos.
Y caricias con sal en las heridas.
Y que a veces se llora tras un beso.
Sé que un nombre puede ser el paraíso.
Y que hay cuerpos que saben del cansancio.
Y que hay copas malditas que emborrachan.
Y sé que la verdad tiene mil rostros.
Que me dijiste un día: “Soy feliz”
treinta minutos antes de dejarme.
Ahora eres feliz. O eso me cuentas.
Yo no sé si el amor tiene retornos,
o el corazón latidos que no fueron.
Sé que la esperanza es el espejo
en el que uno se afeita la nostalgia
después de haber soñado cualquier noche.
Sé que existen palabras como látigos.
Y caricias con sal en las heridas.
Y que a veces se llora tras un beso.
Sé que un nombre puede ser el paraíso.
Y que hay cuerpos que saben del cansancio.
Y que hay copas malditas que emborrachan.
Y sé que la verdad tiene mil rostros.
Que me dijiste un día: “Soy feliz”
treinta minutos antes de dejarme.
sábado, 22 de septiembre de 2007
23 de septiembre, treinta y cuatro años sin él
Poema de Pablo Neruda que murió el 23/9/73
PARA QUE TÚ ME OIGAS...
Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.
La fotografía es de Sara Facio
viernes, 21 de septiembre de 2007
Para mi madre (Día del Alzheimer)
Deja que el vacío me contemple.
El sueño derrumbado de tus ojos
refleja una mirada que recuerdo.
Encierro entre mis manos
los pájaros del día,
plumas que en la tarde aligeran el aire
y son ceniza que el viento arrastra.
Perdido en la húmeda arena,
recorro sin transición mi vida
y en el filo de la proxima marea
las huellas de mi paso serán el venidero olvido
al que me aferro.
fotografia 2006 Miguel Angel Latorre
miércoles, 19 de septiembre de 2007
El número-versión 15.0 de El Cronista de la Red ya anda por ahí. Podéis encontrarla en http://www.aragoneria.com/cronista
El contenido de este nuevo número es el siguiente:
- “Los chicos están bien”. I Semana de Poesía Última. Manuel Vilas. (Poesía y ensayo)
- “Relato en blanco y negro”. Roberto Malo. Ilustrado por Chema Lera. (Relato)
- “El retrato”. Mónica Maud (Relato)
- “Second life”. Luisa Miñana. Ilustrado por Chema Lera. (Relato)
- “Son música”. Fernando Sarría y Miguel Angel Latorre. (Fotopoemas)
- “Ostraka”. Anónimo. Fotografías de Miguel Angel Latorre, Jesús Chueca y Pedro A. Martín. (Poesía)
- Sobrenombres nº 9. Dedicado a “José Luis Borau” y “El cine en Zaragoza”. Alfredo Moreno. (Ensayo)
- “Lo visto”. Carlos Manzano (Fotografía)
- “Voladuras”. Chema Lera. (Microrrelato gráfico)
- “Viaje a Birmania”. Marisa Lamarca (Relato ilustrado de viaje)
- “La muerte de Héctor”. Rafa Lobarte (Ensayo)
- “Cabeza”. Miguel Latorre (Escultura)
- “Nuestras palabras”. La sección de Marisa Lamarca
- “Libros en Aragón”: reseñas sobre La marea del tiempo, de Raúl Carlos Maicas, “La victoria del heno” de Marta Navarro y el catálogo de la exposición “El ojo que todo lo ve”
- “Nuevas Miradas”, dibujos del niño Alberto Mestre
ROMERO SOLO
Un poema de León Felipe
ROMERO SOLO
Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero..., sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos siempre los versos.
La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía el príncipe Hamlet, viendo
cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero.
Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.
ROMERO SOLO
Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero..., sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos siempre los versos.
La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía el príncipe Hamlet, viendo
cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero.
Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.
lunes, 17 de septiembre de 2007
LOS TURISTAS CIERRAN LOS BALCONES DE LOS HOTELES CAROS
Poema de Sonia R. Fides
LOS TURISTAS CIERRAN LOS BALCONES DE LOS HOTELES CAROS
Sobre el paso de cebra del Boulevard Raspail,
acababan de abandonar sus pasos los actores de cine.
La tarde caía trayendo el toque de queda,
en París no salen a cenar ni los suspiros
cuando el reloj aprende a conjugar el número ocho.
Los turistas cierran los balcones de los hoteles caros
cuando gritan las farolas y la magia no es un latido más,
sino un medio de transporte.
La mujer no necesitó pedir un taxi desde el teléfono de jade.
Sabia que el viaje aquella noche tendría nombre de recuerdo,
de poemas difuminados sobre un nombre de poeta
acompañando el baile de sus ojos abiertos de par en par
allá por Montparnasse.
La paseante se balanceó abrazada
al haz luminoso de la Tour Eiffel,
se dejaba besar por las ondulaciones de un Sena
que llevaba de crucero a los oscuros traficantes del amor.
No tardó en olvidarse del día,
aunque la Rue Ravioli hubiera secuestrado
apenas unas horas antes
el peso del cuerpo que ahora hacía el amor sin ser visto.
Recordaba al hombre joven que exhalaba desde su fino cigarrillo
su declaración de intenciones.
No hicieron falta la voz ni las manos
para entender que la piel estaba lista.
LOS TURISTAS CIERRAN LOS BALCONES DE LOS HOTELES CAROS
Sobre el paso de cebra del Boulevard Raspail,
acababan de abandonar sus pasos los actores de cine.
La tarde caía trayendo el toque de queda,
en París no salen a cenar ni los suspiros
cuando el reloj aprende a conjugar el número ocho.
Los turistas cierran los balcones de los hoteles caros
cuando gritan las farolas y la magia no es un latido más,
sino un medio de transporte.
La mujer no necesitó pedir un taxi desde el teléfono de jade.
Sabia que el viaje aquella noche tendría nombre de recuerdo,
de poemas difuminados sobre un nombre de poeta
acompañando el baile de sus ojos abiertos de par en par
allá por Montparnasse.
La paseante se balanceó abrazada
al haz luminoso de la Tour Eiffel,
se dejaba besar por las ondulaciones de un Sena
que llevaba de crucero a los oscuros traficantes del amor.
No tardó en olvidarse del día,
aunque la Rue Ravioli hubiera secuestrado
apenas unas horas antes
el peso del cuerpo que ahora hacía el amor sin ser visto.
Recordaba al hombre joven que exhalaba desde su fino cigarrillo
su declaración de intenciones.
No hicieron falta la voz ni las manos
para entender que la piel estaba lista.
sábado, 15 de septiembre de 2007
Los pasos
Poema de Paul Valery
LOS PASOS
Pasos nacidos de un silencio
tenue, sagradamente dados,
hacia el recinto de mis sueños
vienen tranquilos, apagados.
Rumores puros y divinos,
todos los dones que descubro
-¡oh blandos pasos reprimidos!-
llegan desde tus pies desnudos.
Si en el convite de tus labios
recoge para su sosiego
mi pensamiento -huésped ávido-
el vivo manjar de tu beso.
Avanza con dulzura lenta,
con ternura de ritmos vagos:
como ha vivido de tu espera,
mi corazón marcha en tus pasos.
LOS PASOS
Pasos nacidos de un silencio
tenue, sagradamente dados,
hacia el recinto de mis sueños
vienen tranquilos, apagados.
Rumores puros y divinos,
todos los dones que descubro
-¡oh blandos pasos reprimidos!-
llegan desde tus pies desnudos.
Si en el convite de tus labios
recoge para su sosiego
mi pensamiento -huésped ávido-
el vivo manjar de tu beso.
Avanza con dulzura lenta,
con ternura de ritmos vagos:
como ha vivido de tu espera,
mi corazón marcha en tus pasos.
jueves, 13 de septiembre de 2007
Amantes
Poema de Alejandra Pizarnik
AMANTES
una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre
a la delicada urgencia del rocío
AMANTES
una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre
a la delicada urgencia del rocío
miércoles, 12 de septiembre de 2007
martes, 11 de septiembre de 2007
SÍNDROME DE ABSTINENCIA
Poemas de Aurora Luque
SÍNDROME DE ABSTINENCIA
No es tan tóxico ya: también caduca
el amor en la fecha señalada en su dorso.
Ya no es ese veneno
tan eficaz, ni acaso necesaria
la urgente sobredosis. Qué cualidad letal
la del amor filtrado en la memoria.
* * * *
Regreso a las palabras y compruebo que nunca
se contagian o enferman con las fases
de mi intoxicación o mi delirio.
Siempre más sanas, siempre
a punto de ser dadas de alta y de dejarme
un poco más enferma. Y nunca simultánea
he sentido la fiebre en mi otro cuerpo,
el que tiene por vísceras palabras.
De "Carpe Noctem" 1996
SÍNDROME DE ABSTINENCIA
No es tan tóxico ya: también caduca
el amor en la fecha señalada en su dorso.
Ya no es ese veneno
tan eficaz, ni acaso necesaria
la urgente sobredosis. Qué cualidad letal
la del amor filtrado en la memoria.
* * * *
Regreso a las palabras y compruebo que nunca
se contagian o enferman con las fases
de mi intoxicación o mi delirio.
Siempre más sanas, siempre
a punto de ser dadas de alta y de dejarme
un poco más enferma. Y nunca simultánea
he sentido la fiebre en mi otro cuerpo,
el que tiene por vísceras palabras.
De "Carpe Noctem" 1996
domingo, 9 de septiembre de 2007
Los censores
Poema de David González de su libro Algo que declarar
LOS CENSORES
mientras leo que
en el real monasterio
de san lorenzo
de el escorial
había una sección concreta
de libros prohibidos
que para evitar
que alguien
pudiera leerlos
había sido
cosidos
la imagen que me viene
la visión poética
si se puede decir así
es la de unas manos
agujas de verdugado
hilo de bramante
y los labios
de cualquiera de nosotros.
LOS CENSORES
mientras leo que
en el real monasterio
de san lorenzo
de el escorial
había una sección concreta
de libros prohibidos
que para evitar
que alguien
pudiera leerlos
había sido
cosidos
la imagen que me viene
la visión poética
si se puede decir así
es la de unas manos
agujas de verdugado
hilo de bramante
y los labios
de cualquiera de nosotros.
viernes, 7 de septiembre de 2007
CUANDO ESTUVE EN EL MAR ERA MARINO....
Poema de Jaime Sabines
Cuando estuve en el mar era marino
este dolor sin prisas.
Dame ahora tu boca:
me la quiero comer con tu sonrisa.
Cuando estuve en el cielo era celeste
este dolor urgente.
Dame ahora tu alma:
quiero clavarle el diente.
No me des nada, amor, no me des nada:
yo te tomo en el viento,
te tomo del arroyo de la sombra,
del giro de la luz y del silencio,
de la piel de las cosas
y de la sangre con que subo al tiempo.
Tú eres un surtidor aunque no quieras
y yo soy el sediento.
No me hables, si quieres, no me toques,
no me conozcas más, yo ya no existo.
Yo soy sólo la vida que te acosa
y tú eres la muerte que resisto.
Cuando estuve en el mar era marino
este dolor sin prisas.
Dame ahora tu boca:
me la quiero comer con tu sonrisa.
Cuando estuve en el cielo era celeste
este dolor urgente.
Dame ahora tu alma:
quiero clavarle el diente.
No me des nada, amor, no me des nada:
yo te tomo en el viento,
te tomo del arroyo de la sombra,
del giro de la luz y del silencio,
de la piel de las cosas
y de la sangre con que subo al tiempo.
Tú eres un surtidor aunque no quieras
y yo soy el sediento.
No me hables, si quieres, no me toques,
no me conozcas más, yo ya no existo.
Yo soy sólo la vida que te acosa
y tú eres la muerte que resisto.
jueves, 6 de septiembre de 2007
Palabras de Neruda
Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.
Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las "íes" a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.
Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.
Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante.
Muere lentamente, quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.
Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad.
Pablo Neruda
Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las "íes" a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.
Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.
Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante.
Muere lentamente, quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.
Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad.
Pablo Neruda
miércoles, 5 de septiembre de 2007
Dunas
Poema de Marta Navarro en "Ocho islas y un invierno"
DUNAS
Un horizonte de nubes
ilumina el camino hacia tus caderas,
ebrias, cálidas,
rebosantes de agua salvaje
capaces de ahogar abismos,
rutinas
y silencios.
En las dunas de tu piel
se detiene la nieve
que mi cuerpo derrama.
Avanzo hacia ti con deseo
trenzado en la voz.
Tus noches y mis días
se consumen
al calor del último iceberg.
DUNAS
Un horizonte de nubes
ilumina el camino hacia tus caderas,
ebrias, cálidas,
rebosantes de agua salvaje
capaces de ahogar abismos,
rutinas
y silencios.
En las dunas de tu piel
se detiene la nieve
que mi cuerpo derrama.
Avanzo hacia ti con deseo
trenzado en la voz.
Tus noches y mis días
se consumen
al calor del último iceberg.
lunes, 3 de septiembre de 2007
ES RUBIA: EL CABELLO SUELTO...
José Martí
ES RUBIA: EL CABELLO SUELTO...
Es rubia: el cabello suelto
Da más luz al ojo moro:
Voy, desde entonces, envuelto
En un torbellino de oro.
La abeja estival que zumba
Más ágil por la flor nueva,
No dice, como antes, «tumba»:
«Eva» dice: todo es «Eva».
Bajo, en lo oscuro, al temido
Raudal de la catarata:
¡Y brilla el iris, tendido
Sobre las hojas de plata!
Miro, ceñudo, la agreste
Pompa del monte irritado:
¡Y en el alma azul celeste
Brota un jacinto rosado!
Voy, por el bosque, a paseo
A la laguna vecina:
Y entre las ramas la veo,
Y por el agua camina.
La serpiente del jardín
Silba, escupe, y se resbala
Por su agujero: el clarín
Me tiende, trinando, el ala.
¡Arpa soy, salterio soy
Donde vibra el Universo:
Vengo del sol, y al sol voy:
Soy el amor: soy el verso!
ES RUBIA: EL CABELLO SUELTO...
Es rubia: el cabello suelto
Da más luz al ojo moro:
Voy, desde entonces, envuelto
En un torbellino de oro.
La abeja estival que zumba
Más ágil por la flor nueva,
No dice, como antes, «tumba»:
«Eva» dice: todo es «Eva».
Bajo, en lo oscuro, al temido
Raudal de la catarata:
¡Y brilla el iris, tendido
Sobre las hojas de plata!
Miro, ceñudo, la agreste
Pompa del monte irritado:
¡Y en el alma azul celeste
Brota un jacinto rosado!
Voy, por el bosque, a paseo
A la laguna vecina:
Y entre las ramas la veo,
Y por el agua camina.
La serpiente del jardín
Silba, escupe, y se resbala
Por su agujero: el clarín
Me tiende, trinando, el ala.
¡Arpa soy, salterio soy
Donde vibra el Universo:
Vengo del sol, y al sol voy:
Soy el amor: soy el verso!
domingo, 2 de septiembre de 2007
Carta lírica a otra mujer
Poema de Alfonsina Storni
CARTA LÍRICA A OTRA MUJER
Vuestro nombre no sé, ni vuestro rostro
conozco yo, y os imagino blanca,
débil como los brotes iniciales,
pequeña, dulce... Ya ni sé... Divina,
en vuestros ojos, placidez de lago
que se abandona al sol y dulcemente
le absorbe su oro mientras todo calla.
Y vuestras manos, finas, como aqueste
dolor, el mío, que se alarga, se alarga,
y luego se me muere y se concluye
así, como lo veis, en algún verso.
Ah, ¿sois así? Decidme si en la boca
tenéis un rumoroso colmenero,
si las orejas vuestras son a modo
de pétalos de rosa ahuecados...
Decidme si lloráis, humildemente,
mirando las estrellas tan lejanas
y si en las manos tibias se os duermen
palomas blancas y canarios de oro.
Porque todo eso y más, vos sois, sin duda
vos, que tenéis el hombre que adoraba
entre las manos dulces, vos la bella
que habéis matado, sin saberlo acaso,
toda esperanza en mí... Vos, su criatura.
Porque él es todo vuestro: cuerpo y alma
estáis gustando del amor secreto
que guardé silencioso... Dios lo sabe
por qué, que yo no alcanzo a penetrarlo.
Os lo confieso que una vez estuvo
tan cerca de mi brazo, que a extenderlo
acaso mía aquella dicha vuestra
me fuera ahora... Sí, acaso mía...
Mas ved, estaba el alma tan gastada
que el brazo mío no alcanzó a extenderse:
la sed divina, contenida entonces,
me pulió el alma....Y él ha sido vuestro!
¿Comprendéis bien? Ahora, en vuestros brazos
él se estremece y le decís palabras
pequeñas y menudas que semejan
pétalos volanderos y muy blancos.
¡Oh, ceñidle la frente! ¡Era tan amplia!
Arrancaban tan firmes los cabellos
a grandes ondas, que a tenerla cerca,
no hiciera yo otra cosa que ceñirla!
Luego dejad que en vuestras manos vaguen
los labios suyos; él me dijo un día
que nada era tan dulce al alma suya
como besar las femeninas manos...
Y acaso, alguna vez, yo, la que anduve
vagando por afuera de la vida,
-como aquellos filósofos mendigos
que van a las ventanas señoriales
a mirar sin envidia toda fiesta-
me allegue alguna vez a vuestro lado
y con palabras quedas, susurrantes,
os pida vuestras manos un momento,
para besarlas, yo, cómo él las besa...
Y al recubrirlas, lenta, lentamente,
vaya pensando: aquí se aposentaron
¿cuánto tiempo, sus labios, cuánto tiempo
en las divinas manos que son suyas?
Oh, qué amargo deleite, este deleite
de buscar huellas suyas y seguirlas
sobre las manos vuestras tan sedosas,
tan finas, con las venas tan azules!
Oh, que nada podría, ni ser suya,
ni dominarle el alma, ni tenerlo
rendido aquí a mis pies, recompensarme
este horrible deleite de ser mío
un inefable, apasionado rastro...
Y allí en vos misma, sí, pues sois barrera,
barrera ardiente, viva, que al tocarla
ya me remueve este cansancio amargo,
este silencio de alma en que me escudo,
este dolor mortal en que me abismo
esta inmovilidad del sentimiento,
que sólo salta bruscamente cuando
nada es posible!
CARTA LÍRICA A OTRA MUJER
Vuestro nombre no sé, ni vuestro rostro
conozco yo, y os imagino blanca,
débil como los brotes iniciales,
pequeña, dulce... Ya ni sé... Divina,
en vuestros ojos, placidez de lago
que se abandona al sol y dulcemente
le absorbe su oro mientras todo calla.
Y vuestras manos, finas, como aqueste
dolor, el mío, que se alarga, se alarga,
y luego se me muere y se concluye
así, como lo veis, en algún verso.
Ah, ¿sois así? Decidme si en la boca
tenéis un rumoroso colmenero,
si las orejas vuestras son a modo
de pétalos de rosa ahuecados...
Decidme si lloráis, humildemente,
mirando las estrellas tan lejanas
y si en las manos tibias se os duermen
palomas blancas y canarios de oro.
Porque todo eso y más, vos sois, sin duda
vos, que tenéis el hombre que adoraba
entre las manos dulces, vos la bella
que habéis matado, sin saberlo acaso,
toda esperanza en mí... Vos, su criatura.
Porque él es todo vuestro: cuerpo y alma
estáis gustando del amor secreto
que guardé silencioso... Dios lo sabe
por qué, que yo no alcanzo a penetrarlo.
Os lo confieso que una vez estuvo
tan cerca de mi brazo, que a extenderlo
acaso mía aquella dicha vuestra
me fuera ahora... Sí, acaso mía...
Mas ved, estaba el alma tan gastada
que el brazo mío no alcanzó a extenderse:
la sed divina, contenida entonces,
me pulió el alma....Y él ha sido vuestro!
¿Comprendéis bien? Ahora, en vuestros brazos
él se estremece y le decís palabras
pequeñas y menudas que semejan
pétalos volanderos y muy blancos.
¡Oh, ceñidle la frente! ¡Era tan amplia!
Arrancaban tan firmes los cabellos
a grandes ondas, que a tenerla cerca,
no hiciera yo otra cosa que ceñirla!
Luego dejad que en vuestras manos vaguen
los labios suyos; él me dijo un día
que nada era tan dulce al alma suya
como besar las femeninas manos...
Y acaso, alguna vez, yo, la que anduve
vagando por afuera de la vida,
-como aquellos filósofos mendigos
que van a las ventanas señoriales
a mirar sin envidia toda fiesta-
me allegue alguna vez a vuestro lado
y con palabras quedas, susurrantes,
os pida vuestras manos un momento,
para besarlas, yo, cómo él las besa...
Y al recubrirlas, lenta, lentamente,
vaya pensando: aquí se aposentaron
¿cuánto tiempo, sus labios, cuánto tiempo
en las divinas manos que son suyas?
Oh, qué amargo deleite, este deleite
de buscar huellas suyas y seguirlas
sobre las manos vuestras tan sedosas,
tan finas, con las venas tan azules!
Oh, que nada podría, ni ser suya,
ni dominarle el alma, ni tenerlo
rendido aquí a mis pies, recompensarme
este horrible deleite de ser mío
un inefable, apasionado rastro...
Y allí en vos misma, sí, pues sois barrera,
barrera ardiente, viva, que al tocarla
ya me remueve este cansancio amargo,
este silencio de alma en que me escudo,
este dolor mortal en que me abismo
esta inmovilidad del sentimiento,
que sólo salta bruscamente cuando
nada es posible!
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