Rodolfo Serrano
Encuentro
Al cruzar el semáforo me ha parecido verte.
Eras una muchacha con pantalones blancos
y carpeta de flores sujeta contra el pecho.
Tenías el cansancio de aquellos viejos días
y el pelo negro y corto y hasta hubiera jurado
que guardabas intactos tus veinticuatro años.
Andabas como entonces. Y hasta estoy convencido
de que seguías teniendo a un lado de tu vientre
la suave cicatriz de aquella apendicitis.
Atocha ya no era el territorio amigo
donde tu y yo explorábamos praderas y desiertos
y vencíamos siempre lo mismo que Alejandro.
Quién sabe cuantos días caben en el olvido.
Sé que el recuerdo tiene alas de mariposa
y es como el negro cuervo de Poe en el alfeizar.
He aprendido adjetivos, fumo mucho, y ya no
lloro con la escena final de Casablanca,
ni releo las cartas que nunca me enviaste.
Te echo tanto de menos que alguna noche incluso
sueño con viejos bares y cócteles de estrellas
cuando tu y yo bebíamos las calles de Madrid.
No he vuelto nunca a verte, aunque a veces me llegue,
como un dulce mordisco, tu nombre en otra boca.
Y recuerde el olor escondido en tu cuello.
El claxon de algún coche te borró en mi memoria.
Y Atocha fue de nuevo un lugar desolado.
Y la muchacha entonces fue una chica cualquiera.
lunes, 30 de julio de 2007
domingo, 29 de julio de 2007
Enseñanza primaria
Antonio Orihuela
Enseñanza primaria
Todo lo que se levanta como Historia
lo hace sobre montones de cadáveres,
y se levanta como Historia
para dejar de ver los cadáveres.
Antes de ponerte a escribir, consulta primero
qué quieren de ti,
qué quieren que hagas con sus cadáveres.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
Enseñanza primaria
Todo lo que se levanta como Historia
lo hace sobre montones de cadáveres,
y se levanta como Historia
para dejar de ver los cadáveres.
Antes de ponerte a escribir, consulta primero
qué quieren de ti,
qué quieren que hagas con sus cadáveres.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
Los bailes nocturnos
Sylvia Plath
Los bailes nocturnos
Cayó una sonrisa en la hierba.
¡Irrecuperable!
¡Y cómo tus bailes nocturnos
van a perderse? ¿En las matemáticas?
Tales brincos y espirales puros…
De cierto que recorren
el mundo para siempre; pero no quedaré
enteramente vacía de bellezas: el don
de tu pequeño aliento; el olor
a hierba empapada de tus dormires – azucenas, azucenas.
Incomparable es tu carne.
fríos pliegues de ego: la cala
y la tigridia, que va embelleciéndose…
Manchas – y una expansión de pétalos calientes.
Los cometas
tienen tanto espacio que recorrer,
tanta frialdad, tanto olvido.
Así se pulverizan sus gestos:
cálidos y humanos; luego su luz rosada
que sangra y se desuella
al pasar por las negras amnesias del cielo.
¿Por qué me son dados
esas luminarias, esos planetas,
que caen como bendiciones, como copos
hexagonales, blancos,
en mis ojos, mis labios, mi cabello,
derritiéndose al contacto?
En ninguna parte.
Los bailes nocturnos
Cayó una sonrisa en la hierba.
¡Irrecuperable!
¡Y cómo tus bailes nocturnos
van a perderse? ¿En las matemáticas?
Tales brincos y espirales puros…
De cierto que recorren
el mundo para siempre; pero no quedaré
enteramente vacía de bellezas: el don
de tu pequeño aliento; el olor
a hierba empapada de tus dormires – azucenas, azucenas.
Incomparable es tu carne.
fríos pliegues de ego: la cala
y la tigridia, que va embelleciéndose…
Manchas – y una expansión de pétalos calientes.
Los cometas
tienen tanto espacio que recorrer,
tanta frialdad, tanto olvido.
Así se pulverizan sus gestos:
cálidos y humanos; luego su luz rosada
que sangra y se desuella
al pasar por las negras amnesias del cielo.
¿Por qué me son dados
esas luminarias, esos planetas,
que caen como bendiciones, como copos
hexagonales, blancos,
en mis ojos, mis labios, mi cabello,
derritiéndose al contacto?
En ninguna parte.
sábado, 28 de julio de 2007
París
París, siempre nos quedará París
y el profundo deseo de tenernos.
No hay sombras entre los altos árboles,
y en sus alamedas se susurran las canciones
con la cadencia hermosa del recuerdo.
En tus ojos sé leer
el más pequeño destello de ternura
y en tus labios siento crecer la humedad
inquebrantable de tu cuerpo.
Nuevamente, aquí, entregados el uno al otro,
para perdernos en los bulevares,
callarnos ante el eco de nuestros pasos,
ante Notre Dame y la Isla de San Luis,
subir hasta El Sacre Coeur y admirar Montmatre,
el Arco de Triunfo, la torre Eiffel, Los Campos de Marte, El Louvre,
y volver a reencontrarnos por los puentes y los paseos del Sena.
Todos somos extraños en París y todos somos viejos conocidos de sus calles.
En la retina quedan sin olvido los souvenir que nos regala el recuerdo.
Pero nada de esto nos hace ser más habitantes de esta ciudad,
ni tener mayor nostalgia que la que tu mano encuentra en la mía.
Será que estamos varados en el siglo pasado
y nos quedan todavía vestigios de romanticismo.
y el profundo deseo de tenernos.
No hay sombras entre los altos árboles,
y en sus alamedas se susurran las canciones
con la cadencia hermosa del recuerdo.
En tus ojos sé leer
el más pequeño destello de ternura
y en tus labios siento crecer la humedad
inquebrantable de tu cuerpo.
Nuevamente, aquí, entregados el uno al otro,
para perdernos en los bulevares,
callarnos ante el eco de nuestros pasos,
ante Notre Dame y la Isla de San Luis,
subir hasta El Sacre Coeur y admirar Montmatre,
el Arco de Triunfo, la torre Eiffel, Los Campos de Marte, El Louvre,
y volver a reencontrarnos por los puentes y los paseos del Sena.
Todos somos extraños en París y todos somos viejos conocidos de sus calles.
En la retina quedan sin olvido los souvenir que nos regala el recuerdo.
Pero nada de esto nos hace ser más habitantes de esta ciudad,
ni tener mayor nostalgia que la que tu mano encuentra en la mía.
Será que estamos varados en el siglo pasado
y nos quedan todavía vestigios de romanticismo.
jueves, 26 de julio de 2007
Herencia
Ana Pérez Cañamares
HERENCIA
Las poetas suicidas me llaman.
Yo no las escucho.
Come fruta, me digo,
vigila los deberes de tu hija
recuerda la fecha en que vivimos
repasa tu nómina
no olvides la cita del ginecólogo.
A veces hago caso a la madre muerta que enterré en mí.
Otras me tumbo en las orillas de los ríos que os tragaron
y el sueño me evita
y la oscuridad se adensa a mi alrededor
como una mermelada irrespirable.
Os acercáis, pero yo
no os oigo. Aprieto los dedos sobre los oídos
me agarro a los barrotes que me sostienen.
No sé planchar pero hoy es quince de septiembre
cada tres días llamo a mi padre y le pregunto qué ha comido
aunque confieso que sin ningún sentimiento.
No oigo voces aunque la mía a veces
suena insistente
como la radio que sube por los patios.
No os voy a escuchar.
Quizá estáis calladas
y es sólo esa mezcla de vanidad y homenaje que me enajena
lo que hace que os confunda con el silencio.
No importa.
De momento recuerdo dejar mi locura
doblada junto a la ropa
cada vez que me sumerjo en el agua
o en uno de vuestros versos
Del poemario La alambrada de mi boca
HERENCIA
Las poetas suicidas me llaman.
Yo no las escucho.
Come fruta, me digo,
vigila los deberes de tu hija
recuerda la fecha en que vivimos
repasa tu nómina
no olvides la cita del ginecólogo.
A veces hago caso a la madre muerta que enterré en mí.
Otras me tumbo en las orillas de los ríos que os tragaron
y el sueño me evita
y la oscuridad se adensa a mi alrededor
como una mermelada irrespirable.
Os acercáis, pero yo
no os oigo. Aprieto los dedos sobre los oídos
me agarro a los barrotes que me sostienen.
No sé planchar pero hoy es quince de septiembre
cada tres días llamo a mi padre y le pregunto qué ha comido
aunque confieso que sin ningún sentimiento.
No oigo voces aunque la mía a veces
suena insistente
como la radio que sube por los patios.
No os voy a escuchar.
Quizá estáis calladas
y es sólo esa mezcla de vanidad y homenaje que me enajena
lo que hace que os confunda con el silencio.
No importa.
De momento recuerdo dejar mi locura
doblada junto a la ropa
cada vez que me sumerjo en el agua
o en uno de vuestros versos
Del poemario La alambrada de mi boca
miércoles, 25 de julio de 2007
Yo sé que el tierno amor escoge sus ciudades
De Luis García Montero
YO SÉ QUE EL TIERNO AMOR ESCOGE SUS CIUDADES...
Yo sé
que el tierno amor escoge sus ciudades
y cada pasión toma un domicilio,
un modo diferente de andar por los pasillos
o de apagar las luces.
Y sé
que hay un portal dormido en cada labio,
un ascensor sin números,
una escalera llena de pequeños paréntesis.
Sé que cada ilusión
tiene formas distintas
de inventar corazones o pronunciar los nombres
al coger el teléfono.
Sé que cada esperanza
busca siempre un camino
para tapar su sombra desnuda con las sábanas
cuando va a despertarse.
Y sé
que hay una fecha, un día, detrás de cada calle,
un rencor deseable,
un arrepentimiento, a medias, en el cuerpo.
Yo sé
que el amor tiene letras diferentes
para escribir: me voy, para decir:
regreso de improviso. Cada tiempo de dudas
necesita un paisaje.
YO SÉ QUE EL TIERNO AMOR ESCOGE SUS CIUDADES...
Yo sé
que el tierno amor escoge sus ciudades
y cada pasión toma un domicilio,
un modo diferente de andar por los pasillos
o de apagar las luces.
Y sé
que hay un portal dormido en cada labio,
un ascensor sin números,
una escalera llena de pequeños paréntesis.
Sé que cada ilusión
tiene formas distintas
de inventar corazones o pronunciar los nombres
al coger el teléfono.
Sé que cada esperanza
busca siempre un camino
para tapar su sombra desnuda con las sábanas
cuando va a despertarse.
Y sé
que hay una fecha, un día, detrás de cada calle,
un rencor deseable,
un arrepentimiento, a medias, en el cuerpo.
Yo sé
que el amor tiene letras diferentes
para escribir: me voy, para decir:
regreso de improviso. Cada tiempo de dudas
necesita un paisaje.
martes, 24 de julio de 2007
Los orgasmos nunca dejan marcas
De Sonia R. Fides en el libro "Mirar y ser mirada"
LOS ORGAMOS NUNCA DEJAN MARCAS
Demasiado a menudo somos nada.
La nada es una enfermedad escandalosa,
como lo es la escalartina en un cuerpo de niño en la penumbra
cuando llega la siesta pero el calor no viene.
El cuerpo se desentiende de las sábanas.
Comienza a relatarlo la mirada quieta,
que estrella sobre el pentagrama las notas intangibles
de lo que vive contigo y no te habita.
¿Explotaría mi carne si fuera capaz de mostrar la silueta
de todo mi deseo?
Date prisa, me han dicho que caducan las caricias.
No hay realidad más bella
que la que corre por delante de las manos,
por delante de los dedos que persiguen
a una mujer que descarga su almíbar
sobre segundos calientes de la tarde.
Ahora todo tiene que ver con la temperatura exacta
de lo que no se exhibe.
Espero que los cristales colaboren,
que no se empañen y me sigan el juego.
Quiero devolverle a la tarde mis muslos blancos
para que lama su sombra mi secreto.
La habitación permanecerá intacta.
Los orgasmos nunca dejan marcas.
LOS ORGAMOS NUNCA DEJAN MARCAS
Demasiado a menudo somos nada.
La nada es una enfermedad escandalosa,
como lo es la escalartina en un cuerpo de niño en la penumbra
cuando llega la siesta pero el calor no viene.
El cuerpo se desentiende de las sábanas.
Comienza a relatarlo la mirada quieta,
que estrella sobre el pentagrama las notas intangibles
de lo que vive contigo y no te habita.
¿Explotaría mi carne si fuera capaz de mostrar la silueta
de todo mi deseo?
Date prisa, me han dicho que caducan las caricias.
No hay realidad más bella
que la que corre por delante de las manos,
por delante de los dedos que persiguen
a una mujer que descarga su almíbar
sobre segundos calientes de la tarde.
Ahora todo tiene que ver con la temperatura exacta
de lo que no se exhibe.
Espero que los cristales colaboren,
que no se empañen y me sigan el juego.
Quiero devolverle a la tarde mis muslos blancos
para que lama su sombra mi secreto.
La habitación permanecerá intacta.
Los orgasmos nunca dejan marcas.
domingo, 22 de julio de 2007
La subida a la torre
Lorenzo Oliván
La subida a la torre
Has entrado en un círculo de piedra.
Bajo tus pies hay piedra, piedra hay
ante tu frente y piedra hay sobre ti.
Es un pozo de piedra sin más agua
que piedra aquí en su fondo, desde donde
no puedes ver su oculta superficie.
Apoyándote en piedra, vas girando
en espiral. Tu mano toca un árbol
de piedra: va surgiendo de tu palma
mínima un tronco gris inagotable.
Has encontrado un eje, un centro. En torno
a él das vueltas, vueltas, sin saber
si está fuera en ti - ¿Subes o bajas?-
Y de repente el pozo, el árbol se abren
en fronda y en brocal de plena luz,
y tus ojos no miran: reconocen.
Estás al otro lado. Pero, ¿de qué? ¿de quién?
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
La subida a la torre
Has entrado en un círculo de piedra.
Bajo tus pies hay piedra, piedra hay
ante tu frente y piedra hay sobre ti.
Es un pozo de piedra sin más agua
que piedra aquí en su fondo, desde donde
no puedes ver su oculta superficie.
Apoyándote en piedra, vas girando
en espiral. Tu mano toca un árbol
de piedra: va surgiendo de tu palma
mínima un tronco gris inagotable.
Has encontrado un eje, un centro. En torno
a él das vueltas, vueltas, sin saber
si está fuera en ti - ¿Subes o bajas?-
Y de repente el pozo, el árbol se abren
en fronda y en brocal de plena luz,
y tus ojos no miran: reconocen.
Estás al otro lado. Pero, ¿de qué? ¿de quién?
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
viernes, 20 de julio de 2007
Perdona
Poema de Ana Pérez Cañamares
PERDONA
perdona si alguna vez te empujo hacia el futuro
te obligo a trazarme coordenadas
a plantar la próxima señal en el camino
a medir los kilómetros de espera
a contar las horas que nos faltan
perdona si hago preguntas estúpidas
como a qué hora servirás mañana la comida
cuándo calculas que se nos acabará la leche
en qué momento habrás terminado
de contar los lunares de mi cuerpo
es por este vértigo que me entra
asomada al filo de los días
por esta adicción a la máquina
que pauta los insomnios
por esta locura vieja
sobre la que me apoyo
la que me sustenta
la que me presta las muletas
que otros dejaron atrás como herencia
cuando ya no pudieron más
PERDONA
perdona si alguna vez te empujo hacia el futuro
te obligo a trazarme coordenadas
a plantar la próxima señal en el camino
a medir los kilómetros de espera
a contar las horas que nos faltan
perdona si hago preguntas estúpidas
como a qué hora servirás mañana la comida
cuándo calculas que se nos acabará la leche
en qué momento habrás terminado
de contar los lunares de mi cuerpo
es por este vértigo que me entra
asomada al filo de los días
por esta adicción a la máquina
que pauta los insomnios
por esta locura vieja
sobre la que me apoyo
la que me sustenta
la que me presta las muletas
que otros dejaron atrás como herencia
cuando ya no pudieron más
jueves, 19 de julio de 2007
A veces me pregunto
Poema de Maria Luisa Miñana
A veces me pregunto cómo es esta mujer
de la que hablas y a la que ciñes
alas en los pies y en las manos
la rienda de los vientos, el olor
de la tierra en sus cabellos, el beso
azul del mar o el firmamento entre sus senos.
Pregunto por su nombre, su estatura,
la huella de sus pasos y la piel
que desliza su sombra cuando calla.
La veo entrecogida y abrumada
por tanto amor que le brota en los ojos,
rota su condición de persona o de nadie,
elevada sobre la noche blanca y alabada
por tu voz que la esculpe,
la recrea, me la devuelve otra, más hermosa,
más alta, mejorada sin duda,
hecha amor que se alza y que transciende
cada esquivo minuto en su pequeño afán.
A esta mujer, que te ama, pregunto, sin saber si me oye,
cuál es su condición de amada,
qué mérito adquirió, cuál fue su gracia
y en figura de quién trazó el embrujo.
Pero, yo, que te amo más que ella te ama,
no sé dónde encontrarla
y preguntarle qué he de hacer o decir
para que tú me ames como a ella
la amas.
A veces me pregunto cómo es esta mujer
de la que hablas y a la que ciñes
alas en los pies y en las manos
la rienda de los vientos, el olor
de la tierra en sus cabellos, el beso
azul del mar o el firmamento entre sus senos.
Pregunto por su nombre, su estatura,
la huella de sus pasos y la piel
que desliza su sombra cuando calla.
La veo entrecogida y abrumada
por tanto amor que le brota en los ojos,
rota su condición de persona o de nadie,
elevada sobre la noche blanca y alabada
por tu voz que la esculpe,
la recrea, me la devuelve otra, más hermosa,
más alta, mejorada sin duda,
hecha amor que se alza y que transciende
cada esquivo minuto en su pequeño afán.
A esta mujer, que te ama, pregunto, sin saber si me oye,
cuál es su condición de amada,
qué mérito adquirió, cuál fue su gracia
y en figura de quién trazó el embrujo.
Pero, yo, que te amo más que ella te ama,
no sé dónde encontrarla
y preguntarle qué he de hacer o decir
para que tú me ames como a ella
la amas.
miércoles, 18 de julio de 2007
Días de mar
Marta Navarro García de su libro “La Victoria del Heno"
DÍAS DE MAR
Vivo en la tierra,
pero creo en el mar
y en sus poros salados y nerviosos.
Entro en un bar y pido dos raciones de olas salvajes
y una brújula sin heridas.
Hundo mi cabeza en el océano
de una tarde cualquiera
para humedecer los días áridos
que aún me quedan por vivir.
Salgo a caminar y me encuentro
entre hermosas islas.
Malta me regala diez días
y cien noches para vivir sin prisas.
La tarde es casi perfecta.
Hay ciudades que dan la bienvenida
de espaldas,son de interior, como tú,
y aunque besan con ganas
siempre dejan un rastro de agua dulce
que no sirve para amar.
Ciudades que nos conducen,
como las sirenas de Ulises,
al naufragio cotidiano.
Ciudades como olas secas
que arrastran inviernos sin usar.
Habito en la ciudad,
pero vivo en el mar,
entre sus venas azules y nerviosas.
Una vez más,
la tarde es casi perfecta.
DÍAS DE MAR
Vivo en la tierra,
pero creo en el mar
y en sus poros salados y nerviosos.
Entro en un bar y pido dos raciones de olas salvajes
y una brújula sin heridas.
Hundo mi cabeza en el océano
de una tarde cualquiera
para humedecer los días áridos
que aún me quedan por vivir.
Salgo a caminar y me encuentro
entre hermosas islas.
Malta me regala diez días
y cien noches para vivir sin prisas.
La tarde es casi perfecta.
Hay ciudades que dan la bienvenida
de espaldas,son de interior, como tú,
y aunque besan con ganas
siempre dejan un rastro de agua dulce
que no sirve para amar.
Ciudades que nos conducen,
como las sirenas de Ulises,
al naufragio cotidiano.
Ciudades como olas secas
que arrastran inviernos sin usar.
Habito en la ciudad,
pero vivo en el mar,
entre sus venas azules y nerviosas.
Una vez más,
la tarde es casi perfecta.
martes, 17 de julio de 2007
Le miro como duerme
Luis Muñoz
Le miro como duerme enredado en la sábana.
La esponja del descanso le borra los sentidos.
Deja pasar dos planchas moteadas de luz
la ventana entreabierta
picotea en el borde de un tiesto de geranios
un gorrión tremante
con ojos de cabeza de alfiler
y el picoteo se hace
del ritmo de una frase inquisitiva.
Pero no se despierta.
Se abraza a la almohada, se hunde como en nubes
y me atrapa al volverse alzando una rodilla.
No sé si formo parte de un sueño.
Querer es una escala y no sé si alcanza el sueño.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
Le miro como duerme enredado en la sábana.
La esponja del descanso le borra los sentidos.
Deja pasar dos planchas moteadas de luz
la ventana entreabierta
picotea en el borde de un tiesto de geranios
un gorrión tremante
con ojos de cabeza de alfiler
y el picoteo se hace
del ritmo de una frase inquisitiva.
Pero no se despierta.
Se abraza a la almohada, se hunde como en nubes
y me atrapa al volverse alzando una rodilla.
No sé si formo parte de un sueño.
Querer es una escala y no sé si alcanza el sueño.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
lunes, 16 de julio de 2007
Lucia
De Joan Manuel Serrat su canción Lucia
Vuela esta canción,
para ti, Lucía,
la más bella historia de amor
que tuve y tendré.
Es una carta de amor
que se lleva el viento
pintada en mi voz
a ninguna parte
a ningún buzón.
No hay nada más bello
que lo que nunca he tenido.
Nada más amado
que lo que perdí.
Perdóname si
hoy busco en la arena
una luna llena
que arañaba el mar...
Si alguna vez fui un ave de paso,
lo olvidé para anidar en tus brazos.
Si alguna vez fui bello y fui bueno,
fue enredado en tu cuello y en tus senos.
Si alguna vez fui sabio en amores,
lo aprendí de tus labios cantores.
Si alguna vez amé.
Si algún día
después de amar, amé,
fue por tu amor, Lucía.
Tus recuerdos son
cada día más dulces.
El olvido sólo
se llevó la mitad,
y tu sombra aún
se mete en mi cama
con la oscuridad
entre mi almohada
y mi soledad.
Vuela esta canción,
para ti, Lucía,
la más bella historia de amor
que tuve y tendré.
Es una carta de amor
que se lleva el viento
pintada en mi voz
a ninguna parte
a ningún buzón.
No hay nada más bello
que lo que nunca he tenido.
Nada más amado
que lo que perdí.
Perdóname si
hoy busco en la arena
una luna llena
que arañaba el mar...
Si alguna vez fui un ave de paso,
lo olvidé para anidar en tus brazos.
Si alguna vez fui bello y fui bueno,
fue enredado en tu cuello y en tus senos.
Si alguna vez fui sabio en amores,
lo aprendí de tus labios cantores.
Si alguna vez amé.
Si algún día
después de amar, amé,
fue por tu amor, Lucía.
Tus recuerdos son
cada día más dulces.
El olvido sólo
se llevó la mitad,
y tu sombra aún
se mete en mi cama
con la oscuridad
entre mi almohada
y mi soledad.
domingo, 15 de julio de 2007
No hay más, sólo mujer
De Jaime Sabines
NO HAY MÁS, SÓLO MUJER
No hay más. Sólo mujer para alegrarnos,
sólo ojos de mujer para reconfortarnos,
sólo cuerpos desnudos,
territorios en que no se cansa el hombre.
Si no es posible dedicarse a Dios
en la época del crecimiento,
¿qué darle al corazón afligido
sino el círculo de muerte necesaria
que es la mujer?
Estamos en el sexo, belleza pura,
corazón solo y limpio.
NO HAY MÁS, SÓLO MUJER
No hay más. Sólo mujer para alegrarnos,
sólo ojos de mujer para reconfortarnos,
sólo cuerpos desnudos,
territorios en que no se cansa el hombre.
Si no es posible dedicarse a Dios
en la época del crecimiento,
¿qué darle al corazón afligido
sino el círculo de muerte necesaria
que es la mujer?
Estamos en el sexo, belleza pura,
corazón solo y limpio.
Ya sé que no puedo compararme con Manhattan
De Sonia R. Fides y su hermoso libro Mirar y ser mirada. Sonia mantiene el blog Mademoiselle joue avec son revolver: absolutamente recomendable.
YA SÉ QUE NO PUEDO COMPARARME CON MANHATTAN
Hay personas que se definen por lo que tienen
y hay personas que se definen por lo que les falta
(Luis Rosales)
Los susurros
son lo único que voy a ofrecerte.
Quédate cerca.
No soy capaz de encajar las piezas de ese lenguaje
que estás buscando entre los muebles sordomudos de la alcoba.
El perdón no quiere testigos.
Yo sé que lo mereces,
pero las escaleras del avión son siempre escurridizas
y esa ciudad a la que huyes tiene demasiadas luces de neón,
no es mi estómago un self –service abierto veinticuatro horas.
Además, ya habré cenado
cuando las azafatas coqueteen con las salidas de emergencia.
Ojalá no hubieras tenido prisa,
ojalá que la megafonía hubiera hecho huelga
o que la hubieran operado de anginas esa misma tarde.
Menos mal que no metiste en la maleta la imaginación,
y queda el rumor de las manos haciendo sombra
sobre un dibujo inacabado
porque no supe tocar tu carne
ni siquiera con la mirada.
¿No hubieras preferido quedarte en esta isla?
Ya sé que no puedo compararme con Manhattan
sobre todo porque yo sólo pinto el mar en blanco y negro.
Cuando iba al colegio era demasiado pobre,
no conozco el tacto de los lápices de colores,
¿es parecido al de un corazón cuándo ama?
Debieras haberte quedado para enseñarme todas estas cosas,
la normalidad de algunos músculos, por ejemplo,
aunque te entiendo, entre un billete en fisrt- class y yo,
yo también hubiera sido rehén de la primera alternativa.
YA SÉ QUE NO PUEDO COMPARARME CON MANHATTAN
Hay personas que se definen por lo que tienen
y hay personas que se definen por lo que les falta
(Luis Rosales)
Los susurros
son lo único que voy a ofrecerte.
Quédate cerca.
No soy capaz de encajar las piezas de ese lenguaje
que estás buscando entre los muebles sordomudos de la alcoba.
El perdón no quiere testigos.
Yo sé que lo mereces,
pero las escaleras del avión son siempre escurridizas
y esa ciudad a la que huyes tiene demasiadas luces de neón,
no es mi estómago un self –service abierto veinticuatro horas.
Además, ya habré cenado
cuando las azafatas coqueteen con las salidas de emergencia.
Ojalá no hubieras tenido prisa,
ojalá que la megafonía hubiera hecho huelga
o que la hubieran operado de anginas esa misma tarde.
Menos mal que no metiste en la maleta la imaginación,
y queda el rumor de las manos haciendo sombra
sobre un dibujo inacabado
porque no supe tocar tu carne
ni siquiera con la mirada.
¿No hubieras preferido quedarte en esta isla?
Ya sé que no puedo compararme con Manhattan
sobre todo porque yo sólo pinto el mar en blanco y negro.
Cuando iba al colegio era demasiado pobre,
no conozco el tacto de los lápices de colores,
¿es parecido al de un corazón cuándo ama?
Debieras haberte quedado para enseñarme todas estas cosas,
la normalidad de algunos músculos, por ejemplo,
aunque te entiendo, entre un billete en fisrt- class y yo,
yo también hubiera sido rehén de la primera alternativa.
sábado, 14 de julio de 2007
Amores en Santiago
Mojada, la empedrada calle
arrastra nuestro silencio entre los soportales.
Nadie diría que el amor y el azar nos llevarían tan lejos,
tan lejos y tan cerca del adiós:
los centímetros a veces encarecen las caricias.
Aquí hay muchas historias ocultas,
estas piedras han recogido muchos ecos e ilusiones
y han visto deshacer las noches
en las jóvenes risas de los bares de leyenda
mientras sonaba en las viejas arcadas
la música celta que acariciaba el corazón.
No solo nosotros hicimos de la noche
un largo sendero de deseos,
ni en el regocijo de nuestra piel
el escalofrío del alba y la soledad de la ciudad
nos traía a borbotones la sangre humedecida de los sinceros sueños,
sé que fuimos muchos los que dejamos el alma anidando en estos cielos.
Así como ebrios de belleza ante El Pórtico de la Gloría
tu mano busco la mía,
y en la plaza tranquila y solariega tus labios y los míos
abrieron batallas de pequeños placeres,
ahora, nuevamente en Santiago,
no podría ser de otra manera,
esta pertinaz lluvia y su perenne tristeza
ha sido testigo fiel de una nueva derrota.
arrastra nuestro silencio entre los soportales.
Nadie diría que el amor y el azar nos llevarían tan lejos,
tan lejos y tan cerca del adiós:
los centímetros a veces encarecen las caricias.
Aquí hay muchas historias ocultas,
estas piedras han recogido muchos ecos e ilusiones
y han visto deshacer las noches
en las jóvenes risas de los bares de leyenda
mientras sonaba en las viejas arcadas
la música celta que acariciaba el corazón.
No solo nosotros hicimos de la noche
un largo sendero de deseos,
ni en el regocijo de nuestra piel
el escalofrío del alba y la soledad de la ciudad
nos traía a borbotones la sangre humedecida de los sinceros sueños,
sé que fuimos muchos los que dejamos el alma anidando en estos cielos.
Así como ebrios de belleza ante El Pórtico de la Gloría
tu mano busco la mía,
y en la plaza tranquila y solariega tus labios y los míos
abrieron batallas de pequeños placeres,
ahora, nuevamente en Santiago,
no podría ser de otra manera,
esta pertinaz lluvia y su perenne tristeza
ha sido testigo fiel de una nueva derrota.
viernes, 13 de julio de 2007
Garantes
Mario Benedetti
Garantes
Los pedacitos de felicidad
son como fiebres migratorias
llegan con la estación en alza
se van con el segundo frío
los pedacitos de congoja en cambio
derraman pétalos o miedos
pero también espinas despaciosas
que no se van / se quedan
desdicha y gloria retenidas
apuro ánimo en su borde
permanecen ahí como garantes
de la conciencia y de la muerte.
Garantes
Los pedacitos de felicidad
son como fiebres migratorias
llegan con la estación en alza
se van con el segundo frío
los pedacitos de congoja en cambio
derraman pétalos o miedos
pero también espinas despaciosas
que no se van / se quedan
desdicha y gloria retenidas
apuro ánimo en su borde
permanecen ahí como garantes
de la conciencia y de la muerte.
miércoles, 11 de julio de 2007
Viejos oficios
Dolan Mor
Viejos oficios
No sé por qué la maldición
de Marcel Schwob
me persigue
como la soga
al cuello del ahorcado.
Prostitutas y miseria
de viajar por el mundo
son, en realidad,
mis únicos oficios.
La habitación del vicio
en la penumbra,
un pubis color rosa
que se estrecha
y calienta mis dedos
con su flujo
(como un tibio animal
de fiebre y seda)
Así pierdo mis horas
que se gastan
igual que calorías
que empobrecen
detrás de la belleza femenina.
Así lapido siempre
mi dinero,
el jornal de la fábrica
o del paro
lo consume la carne
y el billete de un viaje
hacía cualquier
ciudad del mundo.
Ya sé que iré al Infierno
y me da miedo
cambiar la eternidad
por dos oficios,
pero al menos viajé
como hizo Stevenson
y follé sin medida,
como un perro.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
Viejos oficios
No sé por qué la maldición
de Marcel Schwob
me persigue
como la soga
al cuello del ahorcado.
Prostitutas y miseria
de viajar por el mundo
son, en realidad,
mis únicos oficios.
La habitación del vicio
en la penumbra,
un pubis color rosa
que se estrecha
y calienta mis dedos
con su flujo
(como un tibio animal
de fiebre y seda)
Así pierdo mis horas
que se gastan
igual que calorías
que empobrecen
detrás de la belleza femenina.
Así lapido siempre
mi dinero,
el jornal de la fábrica
o del paro
lo consume la carne
y el billete de un viaje
hacía cualquier
ciudad del mundo.
Ya sé que iré al Infierno
y me da miedo
cambiar la eternidad
por dos oficios,
pero al menos viajé
como hizo Stevenson
y follé sin medida,
como un perro.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
martes, 10 de julio de 2007
Papel mojado
Mario Benedetti
Papel mojado
Con ríos
con sangre
con lluvia
o rocío
con semen
con vino
con nieve
con llanto
los poemas
suelen ser
papel mojado.
Papel mojado
Con ríos
con sangre
con lluvia
o rocío
con semen
con vino
con nieve
con llanto
los poemas
suelen ser
papel mojado.
lunes, 9 de julio de 2007
Escribiré quinientas veces
Elena Medel
Escribiré quinientas veces el nombre de mi madre.
Con un vestido blanco trazaré cada una de sus letras por las paredes de mi dormitorio, por el suelo del patio del colegio, por el pasillo de la casa más antigua. Para recordar mi origen cada vez que yo viva.
En todos los lugares podré besar sus mejillas limpias de cristal, aunque ella duerma lejos:
sus mejillas cercanas que me dolerán allá donde acaricie su nombre escrito.
Tantos días, tantas noches habrá de alimentarme amorosamente con su parábola descalza;
vendrá mi madre a arroparme, mujer de humo, con los ojos tiritando de suerte,
y en cada sueño mis apellidos dolerán como un cartel de bienvenida a un hogar diferente.
Sobre mi cabello, rubio como el de mi madre, la corona que me ciño como hija primogénita de Dinamarca.
Me llamaré Vacía, en honor a mis muertos; miraré cómo retozan de acrílico las palmas de mis manos, sangrará mi lengua a disposición de mis muertos.
Gritaré quinientas veces el nombre de mi madre para quien quiera escucharlo,
y escribiré que bendigo este medio corazón en huelga mío, pues no olvido:
nací para llorar la muerte de otros.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
Escribiré quinientas veces el nombre de mi madre.
Con un vestido blanco trazaré cada una de sus letras por las paredes de mi dormitorio, por el suelo del patio del colegio, por el pasillo de la casa más antigua. Para recordar mi origen cada vez que yo viva.
En todos los lugares podré besar sus mejillas limpias de cristal, aunque ella duerma lejos:
sus mejillas cercanas que me dolerán allá donde acaricie su nombre escrito.
Tantos días, tantas noches habrá de alimentarme amorosamente con su parábola descalza;
vendrá mi madre a arroparme, mujer de humo, con los ojos tiritando de suerte,
y en cada sueño mis apellidos dolerán como un cartel de bienvenida a un hogar diferente.
Sobre mi cabello, rubio como el de mi madre, la corona que me ciño como hija primogénita de Dinamarca.
Me llamaré Vacía, en honor a mis muertos; miraré cómo retozan de acrílico las palmas de mis manos, sangrará mi lengua a disposición de mis muertos.
Gritaré quinientas veces el nombre de mi madre para quien quiera escucharlo,
y escribiré que bendigo este medio corazón en huelga mío, pues no olvido:
nací para llorar la muerte de otros.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
domingo, 8 de julio de 2007
El número diez de la calle Dombasle
David Mayor
El número diez de la calle Dombasle
Una media luz de lámpara y polvo,
su media sombra delante de las notas
que no deja de escribir cada día.
Con los dedos engatillados repasa
la apretada letra de los cuadernos,
lo que cree, melancólico, ausente casi:
si fuera ángel volvería atrás,
pero el viento arrastra hasta las huellas.
Sigue nevando afuera y en la habitación
el frío es lo más barato que he encontrado.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
El número diez de la calle Dombasle
Una media luz de lámpara y polvo,
su media sombra delante de las notas
que no deja de escribir cada día.
Con los dedos engatillados repasa
la apretada letra de los cuadernos,
lo que cree, melancólico, ausente casi:
si fuera ángel volvería atrás,
pero el viento arrastra hasta las huellas.
Sigue nevando afuera y en la habitación
el frío es lo más barato que he encontrado.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
viernes, 6 de julio de 2007
Un torso de mujer
José Ángel Valente
"Un torso de mujer desnudo en el espejo
como fragmento de un desconocido amor.
Y ahora quién podría
descifrar este signo,
reconstruir lo nunca ya después vivido,
reanimar, exánime, el adiós."
"Un torso de mujer desnudo en el espejo
como fragmento de un desconocido amor.
Y ahora quién podría
descifrar este signo,
reconstruir lo nunca ya después vivido,
reanimar, exánime, el adiós."
jueves, 5 de julio de 2007
Carpe noctem
Aurora Luque
Carpe noctem
Carpe noctem, amor. Coge el brusco deseo
ciego como adivino,
los racimos del pubis y las constelaciones,
el romper y romper
de besos con dibujos de olas y espirales.
Miles de arterias fluyen
mecidas como algas. Carpe mare.
Seducción de la luz,
de los sexos abiertos como tersas actinias,
de la espuma en las ingles y las olas
y el vello en las orillas, salpicado de red.
Desear es llevar
el destino del mar dentro del cuerpo.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
Carpe noctem
Carpe noctem, amor. Coge el brusco deseo
ciego como adivino,
los racimos del pubis y las constelaciones,
el romper y romper
de besos con dibujos de olas y espirales.
Miles de arterias fluyen
mecidas como algas. Carpe mare.
Seducción de la luz,
de los sexos abiertos como tersas actinias,
de la espuma en las ingles y las olas
y el vello en las orillas, salpicado de red.
Desear es llevar
el destino del mar dentro del cuerpo.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
miércoles, 4 de julio de 2007
La noche
Martín López-Vega
La noche es una excursión de caracoles
matraz de las mentiras
No es una cuestión de importancia
No es nada Bricolage
El engranaje de la elegía
Me descubro contando con los dedos
pero no sé que cuento
Déjame el jabón El mismo jabón
que usas tú
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
La noche es una excursión de caracoles
matraz de las mentiras
No es una cuestión de importancia
No es nada Bricolage
El engranaje de la elegía
Me descubro contando con los dedos
pero no sé que cuento
Déjame el jabón El mismo jabón
que usas tú
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
martes, 3 de julio de 2007
Syd Barret pregunta a la oruga
Jesús Jiménez Domínguez
Syd Barret pregunta a la oruga
Leary o la sinestesia desatada
De qué lado he de comer, dime de qué lado,
si la realidad perdió su mango y yo mi boca.
Una noche la boca se me soltó de la cara
y voló por la ventana y es hoy una cometa.
Y dime de qué lado he de comer, dímelo,
porque el cielo es alto y tiene largas
las piernas pero vive en el ojo del pájaro.
Yo sé que el viento en el bosque es verde
pero es otro cuando se acuesta en el amr.
Mi boca se perdió en la boca del viento
y ahora soy transparente cuando tengo sed
pero me hago cántaro y echo asas debajo de la lluvia.
Mi boca se la comió la boca del viento
y en el cielo ya todo es hambre y silencio todo.
Y yo me pregunto, sin sonido te pregunto
de qué lado he de comer, cuál es el mejor pedazo
para viajar al cielo y regresar de nuevo a casa
con la sonrisa puesta y el beso intacto.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
Syd Barret pregunta a la oruga
Leary o la sinestesia desatada
De qué lado he de comer, dime de qué lado,
si la realidad perdió su mango y yo mi boca.
Una noche la boca se me soltó de la cara
y voló por la ventana y es hoy una cometa.
Y dime de qué lado he de comer, dímelo,
porque el cielo es alto y tiene largas
las piernas pero vive en el ojo del pájaro.
Yo sé que el viento en el bosque es verde
pero es otro cuando se acuesta en el amr.
Mi boca se perdió en la boca del viento
y ahora soy transparente cuando tengo sed
pero me hago cántaro y echo asas debajo de la lluvia.
Mi boca se la comió la boca del viento
y en el cielo ya todo es hambre y silencio todo.
Y yo me pregunto, sin sonido te pregunto
de qué lado he de comer, cuál es el mejor pedazo
para viajar al cielo y regresar de nuevo a casa
con la sonrisa puesta y el beso intacto.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
lunes, 2 de julio de 2007
domingo, 1 de julio de 2007
Vasos comunicantes
Octavio Gómez Milian
Vasos comunicantes
Ocho días antes,
viviendo nuestro amor en hostales
y pensiones de alquiler,
habitaciones frías que no paraban
de temblar ni por un segundo.
Helados los dos, te duchabas,
y yo, esperándote bajo las mantas
de aquella nuestra cama rentada,
mientras te duchabas,
y yo, terriblemente miope,
casi ciego sin las gafas,
pero terriblemente atento
a la mínima ropa que te cubría,
tú, obligándome con un mohín
y un sucinto Que no me mires
a dejar sin sosiego mis dientes,
sometidos a un segundo más de hambre.
Entrabas y nuestras pieles se rozaban,
transmitiéndose mutuamente flujos de calor
hasta que la temperatura se igualaba.
Luego otra noche más,
irremediablemente perfecta
en su repetición,
tú y yo convertidos en TUYYO.
Ocho días más tarde
la NADA abisal.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
Vasos comunicantes
Ocho días antes,
viviendo nuestro amor en hostales
y pensiones de alquiler,
habitaciones frías que no paraban
de temblar ni por un segundo.
Helados los dos, te duchabas,
y yo, esperándote bajo las mantas
de aquella nuestra cama rentada,
mientras te duchabas,
y yo, terriblemente miope,
casi ciego sin las gafas,
pero terriblemente atento
a la mínima ropa que te cubría,
tú, obligándome con un mohín
y un sucinto Que no me mires
a dejar sin sosiego mis dientes,
sometidos a un segundo más de hambre.
Entrabas y nuestras pieles se rozaban,
transmitiéndose mutuamente flujos de calor
hasta que la temperatura se igualaba.
Luego otra noche más,
irremediablemente perfecta
en su repetición,
tú y yo convertidos en TUYYO.
Ocho días más tarde
la NADA abisal.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
Número seis
Pablo García Casado
Número seis
me besa me desnuda hace de mí lo que quiere
estoy borracha todo me da vueltas tengo que ir
al baño dos veces para no vomitarle encima
se marcha temprano a toda prisa no hay despedida
nota justificativa o teléfono de contacto sólo dudas
todos los hombres son príncipes a las cinco de la mañana
todas las putas son tú cuando despiertas y no hay nadie
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
Número seis
me besa me desnuda hace de mí lo que quiere
estoy borracha todo me da vueltas tengo que ir
al baño dos veces para no vomitarle encima
se marcha temprano a toda prisa no hay despedida
nota justificativa o teléfono de contacto sólo dudas
todos los hombres son príncipes a las cinco de la mañana
todas las putas son tú cuando despiertas y no hay nadie
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
Suscribirse a:
Entradas (Atom)