Cuando pase la tempestad
quedarán sedimentos impolutos de tu cuerpo desmigajado,
yo habré sido acaso el huracán después de beber los vientos por ti
aunque el vómito y la náusea dulce me hayan acomplejado por completo.
Se habrán evaluado ya los daños
cuando descubran que tu muerte sobrevino por la lluvia,
como la muerte de todos los demás hombres salvo uno,
cuando tu autopsia revele que caíste por la ebriedad,
que te abandonaste a la obsesión por los viejos placeres prohibidos.
Sabes bien que es la alergia al polvo,
a los ácaros, han dicho en ocasiones,
y que nada tiene que ver con la lluvia
con el agua cayendo y llenándolo todo.
Dicen que se eleva de los suelos la muerte en vida,
las partículas elementales convertidas en insectos
con aguijones diminutos capaces de matar
a través de un orificio minúsculo alimentado de las vísperas
de los días de tormenta y los diluvios de nuestro siglo.
Todo aquello traerá la lluvia,
te lo dije o no te lo dije,
para todo aquello debíais prepararos;
dejaba mis vasos a la espera de tu sed
pero no supiste hacerte a la catástrofe.
Yo sobreviví
y eso que los dos
bebimos la misma lluvia.
Sabíamos en aquel tiempo
que no había otra cosa que llevarnos a la boca.
Bebimos la misma lluvia
pero a ti se te llevó la corriente
y un amasijo de barro te paralizó el corazón.
Almudena Vidorreta
de su libro "Algunos hombres insaciables"
domingo, 25 de enero de 2009
Cuando pase la tempestad
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1 comentario:
Coincidencia.
Justo ayer andaba leyendo esto mismo.
Abrazos.
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