jueves, 25 de noviembre de 2010

Un beso de anaquel






Un beso de anaquel,
absorta estantería,
en cada balda cruje su alegría.
El esfuerzo se apoya
en tablas de salvación estrafalarias.
Un racimo de gruesos libros
oprime sobre una comba peligrosa.
El polvo es un llanto algodonoso
cubriendo por pudor hojas nefastas.
En cualquier instante
puede venirse abajo este andamiaje,
aunque mantenga tantas iniquidades,
siempre entre ellas hay flores rescatables.
Un beso agradecido, sabor a café y a chocolate,
un aliento de nostalgia encuadernada,
un desgarrado adiós forrado en cartulina.
Un opíparo hartazgo de ideas inteligentemente inéditas.
Un abrazo sinfín como circular sierra dentada
dejando en viruta versos manidos y obsoletos.
Un beso refregado en los ojos cansados,
un resbalarse por renglones descascarados,
un deslizarse por volúmenes hinchados,
blandos de tanto sorber
nada y lágrima desde sus hojas.
Un beso agradecido a todos ellos,
Los que dan y esos otros de peso muerto:
mamotretos generados en ocio y aburrimiento.
Lo que uno es
es parte de este andamiaje
que enseñó que pese a todo
leyendo el mundo
se hace más feroz, más bello,
más inexorable,
al mismo tiempo.



Rolando Mix


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