domingo, 5 de diciembre de 2010

Acaso el fragor de la carne...





Acaso el fragor de la carne
no sea más que la más excelsa
celebración de la finitud.
Recuerdo el amor en la vertiente
de una manilla metálica, sucia y grasienta,
por tantas manos, de tantas manos,
algunas manos severas y ceñudas
como las miradas de los proscritos.
Recuerdo el amor en la secuencia mágica
de líneas, chorros de luz creyendo
en la elevación de un manantial.
Recuerdo tocar el clavicémbalo de una puerta
y abrirse una sinfonía de olores,
oír una voz justa de causas previsibles,
que anula el aturdimiento del metro,
que ahoga el acetileno de la lluvia en los paraguas.
Recuerdo creer en ti y creer en el ojo de una rata,
husmeando el fracaso, husmeando soberbia
el latigazo de la luz soportando el túnel.
El amor prefiere el mar o la marejada de la huida.
Acaso una teoría del amor
no sea más sincera
que una colilla, humeante y sórdida, sobre la acera.




Benito Muñoz Montes


No hay comentarios: