José Barroeta en su libro TODOS HAN MUERTO
Puerto de Santa María y Campana
Llueve, llueve en el puerto, en el cuerpo
en el silencio.
Mi madriguera de hojas azules voltea
naufraga en el porvenir de la lluvia y de las vocales
abiertas en la tierra firme.
Llueve y gime la palabra
el corazón de los peces en la boca de ostra
la oración y la iglesia destruida por una lluvia
que no llega y sin embargo llueve.
Mi ombligo de Dios es una tienda húmeda
nos custodia de las aguas lejanas y del ventarrón
de la niebla
en una colina desconocida.
En mí están lloviendo los ojos
y como siempre doblo.
viernes, 4 de mayo de 2007
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2 comentarios:
Una lluvia surrealista es el mejor modo de iluminar la visión interior.
Un abrazo.
Cuanta gente que escribiendo nos logra emocionar..un abrazo
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