jueves, 10 de septiembre de 2009
El locutor de radio
Ahora salgo al mundo y en la calle
me pasan por encima mil aviones y cien mil
emisoras de radio y un sinfín de lenguas bífidas de camaleón.
Recuerdo que hace un rato me has amado,
aplastando la histeria del despertador bajo la almohada.
Me agitaban los sueños todavía, pero tú ya me estabas amando.
A esa misma hora,
por tu boca se alza el sol que me abrasa los labios,
el cabello que arde
y consume como el destino mi respiración. Soy
una llama
de amor
viva, a la que se ha tragado una serpiente.
Con insistencia alguien me pide paso hasta la puerta:
yo también bajaré, aún no llegamos, le respondo, hay que amarrar
los nervios.
Pero en mitad del atasco maldigo las virutas de tiempo
que embalsaman las horas sin tiempo en la ciudad y, para remediarlo,
vuelvo a poner la radio en busca de tu voz
que apacigua mis sienes sonrientes
y conmueve la columna que soporta mis piernas inmersas
en las calles.
Y no lo sabe nadie, ni deberá saberlo.
Mi silencio.
El es
tu salvaguarda y mi salvoconducto.
Luisa Miñana
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3 comentarios:
Muevo la mano diez centímetros y sólo tengo que confirmarlo: Página 13.
Anda, no me tires de la lengua que ya sabes que adoro este libro hasta el último resquicio de sus entrelíneas.
Me callaré.
Ya sabemos que el silencio es la mejor salvaguarda y el más eficaz salvoconducto.
Dale un besazo de mi parte a esa poeta.
Par ti mi sincero abrazo.
Es impresionante Luisa , bellísimo.El silencio nos salva y nos hunde.Un placer.
Jajajaja, yo, como Ybris, aquí lo tengo y también lo adoro, por lo que es, y porque su presentación me dio la oportunidad de conoceros a todos vosotros.
Besos para ti, para Luisa, para Ybris, para Marisa..., perdona que invada tu espacio y lo llene de besos para todos.
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