domingo, 28 de febrero de 2010
TERRAZA
Habíamos llegado a la ciudad
hacía apenas una hora.
Atrás quedaba
un viaje velocísimo en el AVE
en el que, sin embargo,
nos dio tiempo de divisar
el mar, poderoso
bajo el cielo de marzo,
allá donde terminan los pinos
que adornan
el litoral de Tarragona.
Con el rumor de fondo de la tele,
sacamos nuestras cosas de las bolsas,
colgué de una percha
la camisa que llevaría aquella noche
en la fiesta sorpresa
que David le había preparado a Míriam.
Daba la habitación
a uno de los patios de manzanas de Cerdà,
con una terraza soleada
como un extraño oasis.
Cogimos dos libros, unas sillas
y algo del mueble-bar.
Yo me quité la camiseta
y me quedé descalzo, con sólo unos vaqueros.
Versos de Margarit, una cerveza fría,
tus piernas apoyadas en las mías
y nada de misterio en ser feliz así.
Enrique Cebrián
sábado, 27 de febrero de 2010
DISCURSO DE LAS ARMAS Y LAS LETRAS
DISCURSO DE LAS ARMAS Y LAS LETRAS
Peor que la sensación
de escribir siempre lo mismo,
es la de no estar escribiendo nada.
Siempre lo mismo y siempre nada.
¿Pero qué otra cosa puedo hacer
si no son estos cantos a la luna,
este decirte que te espero en casa,
a la hora convenida,
la mesa puesta y estas ganas de amar,
como si en ello nos fuera la vida?
Los pocos hombres con los que peleé,
son hoy mis mejores amigos.
No esperes que te cuente excitantes
batallas, grandiosos sucedidos.
Acabé la EGB,
bebí Martini etcétera.
No esperes que te traiga la épica.
Ni siquiera recuerdo
dónde metí la lírica,
de qué armario ha de salir.
No olvides que ni siquiera hice la mili.
Servicio militar obligatorio.
Los liberales progresistas
españoles lo trajeron, allá en el diecinueve,
y Aznar se lo llevó.
La vida es tan confusa…
Te confieso
que no sé qué os hago
si hace sólo tres días
me decís que meto a Aznar en un poema mío.
Pero esto no es un poema, ni nada, es el vacío.
Poemas, los que hacía Garcilaso.
Yo sólo hago macarrones.
Macarrones y pechugas a la plancha,
mientras te espero en casa
–la mesa puesta–
a la hora convenida,
y tú te retrasas,
y mis tripas ya suenan,
y estas ganas de amarnos
que tengo y no se van,
amar,
como si en ello nos fuera la vida.
Enrique Cebrián
Peor que la sensación
de escribir siempre lo mismo,
es la de no estar escribiendo nada.
Siempre lo mismo y siempre nada.
¿Pero qué otra cosa puedo hacer
si no son estos cantos a la luna,
este decirte que te espero en casa,
a la hora convenida,
la mesa puesta y estas ganas de amar,
como si en ello nos fuera la vida?
Los pocos hombres con los que peleé,
son hoy mis mejores amigos.
No esperes que te cuente excitantes
batallas, grandiosos sucedidos.
Acabé la EGB,
bebí Martini etcétera.
No esperes que te traiga la épica.
Ni siquiera recuerdo
dónde metí la lírica,
de qué armario ha de salir.
No olvides que ni siquiera hice la mili.
Servicio militar obligatorio.
Los liberales progresistas
españoles lo trajeron, allá en el diecinueve,
y Aznar se lo llevó.
La vida es tan confusa…
Te confieso
que no sé qué os hago
si hace sólo tres días
me decís que meto a Aznar en un poema mío.
Pero esto no es un poema, ni nada, es el vacío.
Poemas, los que hacía Garcilaso.
Yo sólo hago macarrones.
Macarrones y pechugas a la plancha,
mientras te espero en casa
–la mesa puesta–
a la hora convenida,
y tú te retrasas,
y mis tripas ya suenan,
y estas ganas de amarnos
que tengo y no se van,
amar,
como si en ello nos fuera la vida.
Enrique Cebrián
viernes, 26 de febrero de 2010
GUÍA
GUÍA
Compras, como antes de cada viaje,
una guía de El País-Aguilar
de nuestro destino.
Marcamos los lugares que visitaremos,
elegimos un restaurante para cenar un día,
nos previene de los trucos
de los rateros en el metro, la moneda
del país nos dice.
No cuenta, sin embargo
(y eso es un descuido imperdonable),
que te amaré de agua
en las noches más limpias de la isla.
Enrique Cebrián
Compras, como antes de cada viaje,
una guía de El País-Aguilar
de nuestro destino.
Marcamos los lugares que visitaremos,
elegimos un restaurante para cenar un día,
nos previene de los trucos
de los rateros en el metro, la moneda
del país nos dice.
No cuenta, sin embargo
(y eso es un descuido imperdonable),
que te amaré de agua
en las noches más limpias de la isla.
Enrique Cebrián
jueves, 25 de febrero de 2010
MUSI
Dieciséis versos durará este poema,
dieciséis años –casi diecisiete– fue tu vida.
Llegué tarde a ella,
apenas hace cuatro. En la paz
de tus días,
cansado y algo enfermo.
Escuché las historias que contaban
tu juventud perdida, tus hazañas, terrazas
en Salou y en Zaragoza.
Y ahora que recuerdo
tu calma entre dos sueños
pienso que, a nuestro modo,
nos entendimos.
No olvidaré sus ojos y su pena
la tarde de tu muerte.
Menos mal que te quedan seis vidas.
Enrique Cebrián
miércoles, 24 de febrero de 2010
YO CONOCÍ
Yo conocí tu época dorada
José Mateos
(del poema Julia Reis, musicado por Gabriel Sopeña
e interpretado por José María Sanz Loquillo)
Yo conocí tu época dorada
cuando desafiante convocabas
con tu nombre de espuma
los humores más dulces de la noche.
Rendidas a tus pies las capitales,
alzados como faros
de sol los adjetivos.
Enrique Cebrián
martes, 23 de febrero de 2010
BANDERAS BLANCAS
A la memoria de Francisco Umbral
Ordenando la casa
el azar nos devuelve trozos de memoria
que creímos perdidos. La carta
de esa novia
que se fue con el frío
y con otro,
la entrada de un concierto
con la que entré también
en una cama, las fotos
de una noche.
Inquietos aparecen,
ordenando la casa, esperando su turno,
los poemas antiguos que creímos perdidos,
inquietantes, bilis como preguntas
de una comisaría, marchados para siempre pensaste.
Hacen muecas forzadas y tratan
de parecer amables, mueven banderas blancas
y has de admitir que a veces
te causan la sonrisa.
Encuentro, como un beso robado que provoca
y huye,
aquellos versos que decían la noche oscura
y suave de dos cuerpos.
Me asalta, niña rubia perdida
en la noche del agua,
aquel poema que se abría
con una cita de Fernando Sanmartín
y que hablaba
de un siete de espadas clavadas en la arena.
O aquella habitación en Santander,
ascética y triste
como la sopa de un convento.
Encontrarme con ellos. Reconocer
su aspecto
como alguien presentado en una fiesta antigua,
familiar e insólito,
como el hombre que,
con un plumero en la mano,
y rodeado de cientos
de libros y de trastos,
se mira en el espejo.
Enrique Cebrián
lunes, 22 de febrero de 2010
AGENDA
¡Oh, sí! ¡Trazamos tantos planes…!
Consumimos auroras a la espera
de no sé qué festejos anhelados,
focos y parusías
se estrellaban al pie de la autopista
rotos a doscientos kilómetros por hora.
Aún no nadaban en mi semen los espermatozoides
que te harían fecunda
y ya habíamos escogido
los nombres de toda nuestra tribu, la casa junto al mar
en la que envejecer como dos sabios,
la piedra de las lápidas.
Mientras los días morían tibios y malgastados,
tú y yo nos afanábamos à la recherche du temps futur.
Enrique Cebrián
domingo, 21 de febrero de 2010
A LAS ÓRDENES DEL VIENTO
Para todos los que sienten que no están al mando
Me habría gustado ser discípula de Ícaro.
Hubiera sido hermoso festejar
las bodas de Calixto y Melibea.
Me habría gustado ser
un hitita ante la reina Nefertari
el joven Werther en Río de Janeiro
la deslumbrante dama sevillana
por la que Don José rechazó a Carmen.
Yo quisiera haber sido el huerto del poeta
con su verde árbol y su pozo blanco
el inspector fiscal
con el que conversara Maiakovski.
Me habría gustado amarte. Te lo juro.
Sólo que muchas veces la voluntad no basta.
Raquel Lanseros
sábado, 20 de febrero de 2010
INVOCACIÓN
Que no crezca jamás en mis entrañas
esa calma aparente llamada escepticismo.
Huya yo del resabio,
del cinismo,
de la imparcialidad de hombros encogidos.
Crea yo siempre en la vida
crea yo siempre
en las mil infinitas posibilidades.
Engáñenme los cantos de sirenas,
tenga mi alma siempre un pellizco de ingenua.
Que nunca se parezca mi epidermis
a la piel de un paquidermo inconmovible,
helado.
Llore yo todavía
por sueños imposibles
por amores prohibidos
por fantasías de niña hechas añicos.
Huya yo del realismo encorsetado.
Consérvense en mis labios las canciones,
muchas y muy ruidosas y con muchos acordes.
Por si vinieran tiempos de silencio.
Raquel Lanseros
viernes, 19 de febrero de 2010
EL HOMBRE QUE ESPERA
Una vez más remueve
el poso del café la cucharilla triste.
Diez dedos bailotean en la mesa del bar
un tango a media luz con el olvido.
Está solo, cansado,
sentado entre una multitud ajena
que lo mira sin verlo.
Un anillo de oro gastado por los años
es el único rastro de brillo que le queda.
La pasión una vez le estalló entre las manos.
Y perdió la esperanza en los abismos
de un corazón humano.
No hay desdicha que le haya sido ajena.
No existe humillación que desconozca.
Es por eso que sabe hablar de amor.
Es por eso que espera.
Raquel Lanseros
jueves, 18 de febrero de 2010
YAGO BAZAL SE DEJA VER DOS HORAS
La luna nueva late dentro del corazón
de un hombre declarado clandestino.
Es una noche oscura como un crimen.
Yago Bazal avanza monte abajo
entre sombras azules que susurran su historia.
Porque los ideales se volvieron ceniza
hace tiempo que Yago no hace fuego.
Así,
va dejando jirones de sus mejores sueños
en las plateadas jaras
a su paso.
Lo recuerda muy bien.
Un búho reconoce el rostro tenso
a veces decidido a rebelarse
contra quienes lo excluyen de los seres humanos
aunque otras veces también muestra, de pronto,
el cansancio plomizo y demacrado
de una lucha sin plazo.
Hay pocos camaradas
y mucha escarcha rota.
No es la palabra frío la que agrieta la cara
ni amorata los dedos en las botas deshechas.
Es el frío de verdad.
Es el frío espeso
de esta primera Navidad después de la derrota
pegándosele al cuerpo igual que una serpiente.
En la guerra Yago había odiado las palabras.
Podía notar el pulso
tibio como la tierra
en las letras de sangre.
Sin embargo, ahora sabe
que no son las palabras quienes matan.
Cada letra es un pez en el océano,
un árbol florecido,
pero hay labios que usan las palabras
como se usa una ametralladora.
Fuera se han encendido
las farolas ausentes de la calle.
Mientras,
suspira muy despacio.
El frío le acompaña como entonces.
Si cierra bien los ojos fatigados
Yago se puede ver
trepando el muro de su propia huerta
acallando a sus perros
penetrando furtivo en su mísera casa
de trigo húmedo y ajo.
Aún puede oír el sollozo desvalido
de la mujer que ama
al verlo tan delgado y polvoriento.
Todas las noches Yago vuelve a huir monte arriba
con pocas provisiones y un beso triste quemándole los labios
con los ojos perdidos de los hombres
cuyo futuro ha sido demolido.
Todos nosotros somos ahora y para siempre
las pisadas de Yago contra la piedra helada,
yo soy el pan callado de aquella Nochebuena,
tú eres la luna oscura que le ayuda a esconderse.
Y hoy es mil novecientos treinta y nueve.
Raquel Lanseros
miércoles, 17 de febrero de 2010
VÍA CANSADA
Entre un pecho y la bala que lo busca
hay la misma distancia
que existe entre los dedos y el gatillo.
La muerte no se mide por pulgadas.
En la tarde, la niebla
tiene forma de adiós.
Ella está sola al lado de la vía.
Mira el tren que se aleja
cada vez más pequeño, cada vez más lejano
igual que una canción envejecida.
Puede extender la mano contra el sol del oeste.
En ese instante, el tren
le cabe entre dos dedos.
Entonces piensa: Este es el tamaño
exacto de mi vida.
Sin embargo, ya sabe
que las cosas que el tren arrastra lejos
no cabrán nunca más
entre su pecho y el último segundo
en que su corazón siga latiendo.
La vida es un asunto
que no puede medirse por pulgadas.
Es una tarde pálida. Ella sigue mirando,
inmóvil como el tiempo de los ejecutados.
Trata de calcular la lejanía
que existe entre ella misma
y sus mejores sueños.
La ilusión es un río
que no puede medirse con las manos.
En medio del andén, detenida en el tiempo,
una mujer aprende que marcharse
es una forma nueva de seguir estando
siempre en alguna parte.
Raquel Lanseros
martes, 16 de febrero de 2010
BEATRIZ ORIETA
BEATRIZ ORIETA
Maestra nacional
(1919-1945)
Los niños corren y saltan a la comba.
Beatriz Orieta pasea junto a Dante
sorteando los pupitres
[en medio del camino de la vida...]
Tiene litros de frío mojándole la espalda.
Apenas pueden nada contra él
los míseros tizones del brasero oxidado.
Entran al aula los gritos infantiles,
huelen a tos y a hambre.
Algunas veces,
Beatriz Orieta casi no contiene
las ganas de llorar
y mira las caritas sucias afanándose
en recordar las tildes de las palabras llanas.
Prosigue Dante todo el día musitando
en el oído de Beatriz Orieta
[...amor que mueve el sol y las estrellas].
Ella siente de veras
que otro mundo es posible
al lado de este mundo gris y parco.
Contra el lejano sol
del lejano crepúsculo
dos amantes se miran a los ojos.
Beatriz Orieta está
apoyada en su hombro.
Los álamos susurran las palabras de Dante.
Los amantes son túneles de luz
a través de la niebla.
Los besos puros son las amapolas
de un cuadro de Van Gogh.
Pasa el invierno lento como pasa un poema.
Pasan el frío andrajoso, la fiebre y el esputo
y toman posesión del blanco cuerpo
igual que las hormigas invadiendo
esas migas de pan abandonadas.
Sesenta años después, entre las ruinas verdes
leo un descanse en paz envejecido
sobre la tumba de Beatriz Orieta.
El silencio es de mármol.
El silencio
es la respuesta de todas las preguntas.
Unos metros más lejos, hace sólo dos años
yace también el hombre
que, apoyado en el hombro de Beatriz Orieta,
dibujó un corazón sobre un tiempo de hiel.
¿Qué más puedo decir?
Que la vida separa a los amantes
ya lo dijo Prévert.
Pero a veces la muerte
vuelve a acercar los labios
de los que un día se amaron.
Raquel Lanseros
lunes, 15 de febrero de 2010
ENTONCES ME BESASTE
Por celebrar el cuerpo, tan hecho de presente,
por estirar sus márgenes
y engarzarlos al círculo de savia,
nos buscamos a tientas los contornos
para fundir la piel deshabitada
con el fuego sagrado de la vida.
Me mirabas colmado de cuanto forja el goce,
volcándome la sangre hacia el origen
y las ganas tomadas hasta el fondo.
No existe conjunción más verdadera
ni mayor claridad en la sustancia
de que estamos creados.
Esta fusión bendita hecha de entrañas,
la arteria permanente de la estirpe.
Sólo quien ha besado sabe que es inmortal.
Raquel Lanseros
domingo, 14 de febrero de 2010
Hija del viento
Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencias,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.
Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.
Tú lloras debajo del llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.
Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.
Alejandra Pizarnik
sábado, 13 de febrero de 2010
El sol, el poema
Barcos sobre el agua natal.
Agua negra, animal de olvido. Agua lila, única vigilia.
El misterio soleado de las voces en el parque. Oh tan antiguo.
Alejandra Pizarnik
viernes, 12 de febrero de 2010
Cuarto solo
Si te atreves a sorprender
la verdad de esta vieja pared;
y sus fisuras, desgarraduras,
formando rostros, esfinges,
manos, clepsidras,
seguramente vendrá
una presencia para tu sed,
probablemente partirá
esta ausencia que te bebe.
Alejandra Pizarnik
jueves, 11 de febrero de 2010
Cenizas
La noche se astilló de estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.
Pronto nos iremos
Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.
¿Qué haré conmigo?
Porque a Ti te debo lo que soy
Pero no tengo mañana
Porque a Ti te...
La noche sufre.
Alejandra Pizarnik
miércoles, 10 de febrero de 2010
Cantora nocturna
Joe, macht die Musik von damals nacht...
La que murió de su vestido azul está cantando.
Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad.
Adentro de su canción hay un vestido azul, hay
un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado
con los ecos de los latidos de su corazón
muerto.
Expuesta a todas las perdiciones, ella
canta junto a una niña extraviada que es ella:
su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la
niebla verde en los labios y del frío gris en los
ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre
la sed y la mano que busca el vaso.
Ella canta.
Alejandra Pizarnik
martes, 9 de febrero de 2010
Árbol de Diana
1
He dado el salto de mí al alba.
He dejado mi cuerpo junto a la luz
y he cantado la tristeza de lo que nace.
2
Estas son las versiones que nos propone:
un agujero, una pared que tiembla...
3
sólo la sed
el silencio
ningún encuentro
cuídate de mí amor mío
cuídate de la silenciosa en el desierto
de la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de su sombra
4
Ahora bien:
Quién dejará de hundir su mano en busca
del tributo para la pequeña olvidada. El frío
pagará. Pagará el viento. La lluvia pagará.
Pagará el trueno.
5
por un minuto de vida breve
única de ojos abiertos
por un minuto de ver
en el cerebro flores pequeñas
danzando como palabras en la boca de un mudo
6
ella se desnuda en el paraíso
de su memoria
ella desconoce el feroz destino
de sus visiones
ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe
7
Salta con la camisa en llamas
de estrella a estrella,
de sombra en sombra.
Muere de muerte lejana
la que ama al viento.
8
Memoria iluminada, galería donde vaga
la sombra de lo que espero. No es verdad
que vendrá. No es verdad que no vendrá.
9
A Aurora y Julio Cortázar
Estos huesos brillando en la noche,
estas palabras como piedras preciosas
en la garganta viva de un pájaro petrificado,
este verde muy amado,
este lila caliente,
este corazón sólo misterioso.
10
un viento débil
lleno de rostros doblados
que recorto en forma de objetos que amar
11
ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada
12
no más las dulces metamorfosis de una niñ3; de seda
sonámbula ahora en la cornisa de niebla
su despertar de mano respirando
de flor que se abre al viento
13
explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome
14
El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe.
15
Extraño desacostumbrarme
de la hora en que nací.
Extraño no ejercer más
oficio de recién llegada.
16
has construido tu casa
has emplumado tus pájaros
has golpeado al viento
con tus propios huesos
has terminado sola
lo que nadie comenzó
17
Días en que una palabra lejana se apodera de mí. Voy por esos días
sonámbula y transparente. La hermosa autómata se canta, se encanta,
se cuenta casos y cosas: nido de hilos rígidos donde me danzo y me
lloro en mis numerosos funerales. (Ella es su espejo incendiado, su
espera en hogueras frías, su elemento místico, su fornicación de nom-
bres creciendo solos en la noche pálida.)
20
a Laure Bataillon
dice que no sabe del miedo de la muerte del amor
dice que tiene miedo de la muerte del amor
dice que el amor es muerte es miedo
dice que la muerte es miedo es amor
dice que no sabe
21
he nacido tanto
y doblemente sufrido
en la memoria de aquí y de allá
22
en la noche
un espejo para la pequeña muerta
un espejo de cenizas
23
una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos
32
Zona de plagas donde la dormida come lentamente
su corazón de medianoche.
33
alguna vez
alguna vez tal vez
me iré sin quedarme
me iré como quien se va
34
la pequeña viajera
moría explicando su muerte
sabios animales nostálgicos
visitaban su cuerpo caliente
35
a Ester Singer
Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego,
de silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche,
déjate caer y doler, mi vida.
37
más allá de cualquier zona prohibida
hay un espejo para nuestra triste transparencia
38
Este canto arrepentido, vigía detrás de mis poemas'
este canto me desmiente, me amordaza.
Alejandra Pizarnik
lunes, 8 de febrero de 2010
Amantes
una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre
a la delicada urgencia del rocío
Alejandra Pizarnik
domingo, 7 de febrero de 2010
Y seguir caminando
Y seguir caminando,
avanzar, conversar hasta caer rendidos,
convencidos de que no hay horizonte irrebasable
y de que el fin se encuentra en el camino.
Pasar, traspasar.
Ser digno de la piedra, raíz del canto.
(Inédito)
Alfredo Saldaña
sábado, 6 de febrero de 2010
Cuando la devastación...
Cuando la devastación haya concluido su trabajo,
¿quién avivará el fuego en las mañanas de invierno?,
¿quién dará testimonio con su palabra?,
¿quién conservará en sus pupilas los paisajes de la memoria?,
¿quién calmará la sed de todos los vencidos?,
¿quién rasgará con su faca la línea quebrada del horizonte?,
¿quién dirá sin temblar “esta boca es mía” en contra del tirano?
Entre los pliegues de su corazón el bosque aún protege su secreto.
Alfredo Saldaña
viernes, 5 de febrero de 2010
¿Que pone en juego la pregunta...
¿Qué pone
en juego
la pregunta
que no sea
la indecibilidad
errática
de una respuesta
imposible
de pronunciar,
el riesgo
de suplantar
el silencio anterior
al interrogante
con el rostro
sin sentido
del vacío
saturado
de vacío?
Alfredo Saldaña
jueves, 4 de febrero de 2010
¿QUIÉN VELARÁ?
¿Quién velará
por la palabra
cuando el pájaro solitario
alce en la noche
su vuelo
sin destino,
sin consuelo
y sin porqué?
Alfredo Saldaña
miércoles, 3 de febrero de 2010
AHORA SÉ
Ahora sé que el dolor es solo la idea del dolor, un lugar irreductible al lenguaje, no es más que sentir —como escribiera Artaud— cómo se desplaza el pensamiento en uno mismo. Ahora sé que la herida ocasionada por la ausencia se cierra en el encuentro con el silencio, más allá de las palabras con las que nos presentamos y en las que creemos reconocernos ante los demás. Ahora sé —lo he leído— que el dolor carece de nombre, de imagen y de identidad, no es de nadie, ni tuyo ni mío, es de todos y sé también que cuando alguien cae en la batalla todos, de un modo u otro, caemos con él. Ahora sé que hay un mundo más allá de este mundo, una casa dentro de esta casa, unas líneas ocultas entre las líneas escritas de este texto, un atardecer perdido entre el día y la noche. Ahora sé que todo fue un sueño, que mi corazón fue una construcción de tu conciencia y que hoy descansa entre libros, sobre las estanterías de escayola de este cuarto abuhardillado, entre la tierra y el cielo, entre la memoria y el deseo, entre la sangre y el aire, sobre el recuerdo histórico de todos nuestros muertos. Ahora sé que solo soy un personaje de ficción cuya sangre alguien está transformando en la tinta impresa de este texto: soy ya un texto, tejido textual, cuerpo devenido en discurso que fluye como la corriente de este río. Alguien me escribe —quiero decir que alguien está reduciéndome a escritura— y sé que jamás leeré lo que los ojos del murciélago trazaron con su mirada sobre la superficie de las aguas. Ahora sé su nombre y dos o tres cosas más.
(Palabras que hablan de la muerte del pensamiento, Zaragoza, Olifante, 2003)
Alfredo Saldaña
(Palabras que hablan de la muerte del pensamiento, Zaragoza, Olifante, 2003)
Alfredo Saldaña
martes, 2 de febrero de 2010
HABLAR CON LA ARENA
Nombramos cuanto deseamos alcanzar o tememos perder,
aquellos seres, objetos y acontecimientos que acompañan
nuestra existencia y la dotan —eso creemos— de sentido.
Nombramos las pérdidas del mundo y el mundo que anhelamos,
el silencio, las heridas, el tiempo que nos arranca el tiempo
de la vida, las preguntas que no conocen respuestas
y las respuestas que flotan en el viento.
Nombramos lugares y fronteras sin perfiles geográficos definidos,
espacios vacíos, distancias sin tiempo y sin medida,
ejes que enmarcan ojos, monedas que saldan deudas
y penas que ratifican condenas.
Nombramos el mundo con palabras gastadas por el tiempo,
nos empeñamos en certificar la vida con palabras
heredadas y pronunciadas a destiempo, creemos vivir
y sin embargo es el tiempo el que nos vive a contratiempo,
ignoramos a menudo que el mundo es otro y distinto
a cada paso cambiado que se da, en cada instante diferente,
que el misterio renace una y otra vez en cada ser humano
que lo nombra, nos da pavor pensar —y así nos va—
que el mundo es nada sin el valor fundacional de la palabra.
La vida se nombra a sí misma en cada desposesión,
en cada pérdida, en cada despedida y eso basta.
Vivir es eso, pasar, pasar de largo y nombrar
lo que se va perdiendo en cada tramo
del camino, convivir a cada paso con el abandono,
la renuncia y la indigencia, sentir cómo la vida nos vence
y nos enfrenta al final —solos, desposeídos de todo— con la muerte.
Alfredo Saldaña
lunes, 1 de febrero de 2010
LAMENTO
Los días de mi poder y felicidad ya han sucedido.
Nada espero ahora de la vida porque ya todo me lo ha dado.
Mi voz —altar de la condena que hoy padezco entre
los muertos, santuario en el que soporto aún los ecos y
espejismos de mi biografía— partió conmigo y hoy
es la piedra que machaca los perfiles irredentos de mi alma.
Mi alma —ese lugar ardiente y oscuro batido por el hielo y
por la luz, abrasada columna de mis días—
se postra ahora miserable como el despojo o
la lágrima de una vida arrasada por el fuego.
Días de esplendor y miseria he vivido entre los hombres.
Alfredo Saldaña
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