La luna estaña
la herida del granizo
en la persiana.
*
Vuelve a la cuna
con su amago de abismo
la mecedora.
*
En esos labios
dispuestos a beber
mana la calma.
*
La piel del sueño
se ha pegado al pijama.
Escalofrío.
*
Cómo fascina
-espejo desalmado-
lo que me espanta.
*
Ceniza o vuelo.
Mariposa en el aire
polvo en mis dedos.
*
El cielo en mí
la hamaca contra el cielo.
Temblor de rama.
*
Ansia de viaje.
Nostalgia de nostalgia
de estar en casa.
Emilio Pedro Gómez
lunes, 31 de mayo de 2010
HAIKUS DE LA CASA
domingo, 30 de mayo de 2010
Antagonías
I
No es el sonido del agua en los opacos cristales
(la oscuridad de invierno, que ahoga los sonidos)
ni la luz nebulosa de los astros de acero.
Como si hubiera entrado en un espejo,
la violenta refracción del aire
pone mi cuerpo en pie, galvanizado espectro de una rosa.
Tras un telón de sedas amarillas
bultos de luz, figuras con disfraz.
Los bajíos, la espuma, los rubíes que reflejan unos ojos,
las piedras que incitan al sueño -zafiros-, la significación
del oro y los metales,
el brillo que queda en la mirada después del amor,
la verde oscuridad del mar en sueños,
la simultaneidad de tiempos en el momento de correrse
unos visillos, con el
gesto de ayer, un perfil en escorzo, como en un
boceto de pintor
las figuras del agua en los nublados cristales,
la lucha de dragones en el cielo borrascoso,
el espacio y el tiempo de un poema, el tono en que se dice,
el ritmo de lectura, las pausas, los silencios, lo que alude
entre paréntesis,
(lo que un poema alude entre paréntesis)
la superposición de imágenes que aluden a la muerte, al amor,
al transcurso del tiempo
(la superposición de imágenes que aluden al poema)
cuando en la noche una voz se detiene, se hace una pausa
en la lectura, se alza la mirada
para contemplar el fuego reflejado en el espejo,
y todo queda entre paréntesis, como un lugar santo
en levitación o un lugar maligno tras la silenciosa explosión
de humo de un fakir.
II
Las primeras tentativas daban sólo figuras inciertas,
velado el cliché, todo envuelto en la blancura diabólica
de una placa en negativo,
los ácidos, las sales, mostraban sólo sombras plateadas,
en la pantalla aparecían reflejos crepusculares,
el crepúsculo invadía la habitación con su llamear de vencejos,
y quizá era éste el sentido de la fotografía.
Una experiencia de la ambigüedad
o una experiencia del silencio:
el jardín puebla el triunfo de los pavos reales
en una silenciosa llamarada creciendo ante los ojos,
luz de colores cálidos, otoño.
III
Tambores, oh tambores oscuros del otoño, cobre, lentas cañadas,
estas calles donde a veces los vidrios de los balcones reverberan
-mucho más que mi imagen y sin embargo menos que una
aparición-
creced en mi corazón y sus lúgubres jardines,
en la vegetación de verdes resplandores que oscurecen latiendo
(en este tiempo estamos obligados a escribir sólo esbozos
de poemas)
cuando entre bastidores la oscuridad impide ver los rostros,
pero aún no es de noche: las palabras,
estos bultos de sombra que pronuncian el nombre
de jardines secretos,
la ráfaga de un viento helado en primavera,
los bosques de la helada primavera que oprime los sentidos.
Pere Gimferrer
sábado, 29 de mayo de 2010
Band of angels
Un jazmín invertido me contiene,
una campana de agua, un rubí líquido
disuelto en sombras, una aguja de aire
y gas dormido, una piel de carnero
tendida sobre el mundo, una hoja de álamo
inmensamente dulce, cuanto puede
vegetal y callado remansarse
sobre nuestras cabezas, y la sien
y los labios y el dorso de la mano
ungir de luz:
Tú llegas.
Mía, mía
como el árbol del cielo de noviembre,
la lluvia del que en sus cristales óyela
y piensa en ella, el mar de su eco lóbrego,
el viento de la cueva donde expira
y se sume, pasado el planisferio,
la luz de su reflejo en un estanque,
el astro de su luz, del tiempo el hombre
que lo vivió y luchó para ganarlo,
ganando aquél, del silencio la música
que un instante ha cesado y se retiene
para volcarse luego, un solo río,
una sola corriente de oro en pie,
inmóvil y cambiante, tal el signo
de la centella en el recuerdo, cuando
la pensamos y fue, sobre la tapia
en cal de nuestra infancia, un aro roto,
y aquel fulgor estremeciendo el aire,
caliente en las mejillas, glacial luego,
cuando la lluvia en chaparrón nos vence
y vence a nuestra infancia:
toda mía
como esa infancia que no tuve, el ruido
de una máquina al coser, tarde perlada
de cansancio, cortinas fantasmales,
unánime el pasillo hacia el balcón
y la calle entre rejas, un perfil
desconocido, el mío, y en sus ojos
otra luz de leyenda, un mundo, salas,
caminos, rosas, montes, arboledas,
tapices, cuadros, parques de granito,
abanicos abiertos, tumba abierta
como un ángel de mármol, tumba abierta
con coronas y versos, tumba abierta
de un niño, tumba oscura, aún mi pelo
rizado estaba, tumba abierta al cierzo
y la lluvia de otoño, verdes eran
ya mis ojos, en mi boca había un lirio,
tumba abierta de barro removido,
paletadas de estiércol en los ojos
de un niño, tumba abierta, venid todos,
murió en noviembre y llueve en su piel blanca
llueve con la dulzura del otoño
y el dolor de la infancia que no tuve
y hoy sueño para ti,
pues era mía,
mía como lo más mío de mí mismo.
Yo te he esperado años, y no importa
(no debiera importar) que sin tu luz
permanezca unas horas, escribiendo
poemas al azar, mientras te sé
con otras gentes -¿tú la que me sueño,
o la que eres?- ida, ajena, en este
país tan tuyo de metal y sombra
donde no puedo entrar, en este tiempo
vivido sólo por y para ti,
el tiempo de sala de concierto
donde entraste aquel día, y bruscamente
te vi partir, sabiéndome a tu lado
y queriéndome aún, más desde lejos,
donde imposible no sonó mi paso
ni mi respiración de amor llegaba
a tus cabellos, desde el centro mismo,
de la otra vida, el corazón magnético
que envolvía en un círculo, hacia arriba,
sala y rostros y música ya ti .
No debiera importarme que no tenga
de este modo en las horas que tú vives
lejos de mí, fiel a tu vida propia,
para luego en la luz de amor transida
de mis ojos reconocerte en mí
y latir al unísono los pulsos,
astros, flores y frutos del amor;
no debiera importarme, mas no sé
dar al olvido tantos años muertos,
tanta belleza inútil, pues no vista
ni gozada contigo, tanto instante
que no sentí, pues no sentí a tu lado,
toda mi vida antes de abrirme a ti:
este jardín, esta terraza misma,
el vientre tibio de la noche fuera,
las ubres ciegas del pasado, el agua
latiendo al fondo de un poema, el fuego
crepitando en la cumbre de un poema,
la cruz donde confluye el elemento,
el círculo o conjuro cabalístico,
la pezuña del diablo, los ardides
que con mi amor fabrican poesía
como metal innoble.
Veo el claustro
ya en silencio a esta hora de la tarde,
mágico en la distancia y la memoria,
arropado de sombras indecisas,
y tú saliendo, tu cabello suave
que ahuyenta las brujas, tu mirada
vertida en algo más allá de ti,
la astral fosforescencia de tus dientes,
el hielo dulce y terso de tus labios,
todas las dalias que en tu piel expiran
y en cada pliegue de tu cuerpo, y toda
la piedad que tus manos me conceden.
Irreductiblemente, ¿cómo ves
al que te espera, con tus ojos puros?
Supiera esto, y tú serías mía,
y al esperarte ahora, en esta tarde
que existe sólo porque existes tú,
la luz que confabula este poema
incendiaría nuestra soledad.
Ven hasta mí, belleza silenciosa,
talismán de un planeta no vivido,
imagen del ayer y del mañana
que influye en las mareas y los versos;
ven hasta mí y tus labios y tus ojos
y tus manos me salven de morir.
Pere Gimferrer
viernes, 28 de mayo de 2010
By love possessed
Me dio un beso y era suave como la bruma
dulce como una descarga eléctrica
como un beso en los ojos cerrados
como los veleros al atardecer
pálida señorita del paraguas
por dos veces he creído verla su vestido
(estampado el bolso el pelo corto y
(aquella forma de andar muy en el
borde de la acera.
En los crepúsculos exangües la ciudad es un torneo
de paladines en cámara lenta
sobre una pantalla plateada
como una pantalla de televisión son las imágenes
de mi vida los anuncios
y dan el mismo miedo que los objetos volantes
venidos de no se sabe
dónde fúlgidos en le espacio.
Como las banderolas caídas en los yates de lujo
las ampollas de morfina en los cuartos cerrados de los hoteles
estar enamorado es una música una droga es como
escribir un poema
por ti los dulces dogos del amor y su herida carmesí.
Los uniformes grises de los policías los cascos
las cargas los camiones los jeeps
los gases lacrimógenos
aquel año te amé como nunca llevabas un
vestido verde y por las mañanas sonreías
Violines oscuros violines de agua
todo el mundo que cabe en el zumbido de una línea telefónica
los silfos en el aire la seda y sus relámpagos
las alucinaciones en pleno día como viendo fantasma luminosos
como palpando un cuerpo astral
desde las ventanas de mi cuarto de estudiante
y muy despacio los visillos
con antifaz un rostro me miraba
el jardín un rubí bajo la lluvia
Pere Gimferrer
jueves, 27 de mayo de 2010
Canción para Billie Holiday
Y la muerte
nadie la oía
pero hablaba muy cerca del micrófono
Con careta antigás daba un beso a los niños
Lady Day las gaviotas heridas vuelven a la luz del puerto
Extraña fruta en el aire el crepúsculo se ausenta
Con una espada con un guante con una bola de cristal
la pecera magnética la cueva del pasado el submarino bajo las
mareas que fulgen
Lady Day cuánto amor en una juventud cuántos errores
cuántas tardes hablando qué deseo qué eléctricos
jazmines
cuántos cow-boys muertos como trovadores la sonrisa en los
labios que se tiñen de sangre
los gritos en las calles las manifestaciones disueltas bajo el
arco voltaico del poniente y los lóbregos edificios
irreales
Lady Day el amor como una libélula
cazador de libélulas
Lady Day qué despacio nos viene la experiencia todo cobra un
sentido se ordena como el paisaje en los ojos cuando
recién despiertos corremos las persianas
o intentamos ordenar las palabras de un
poema
Lady Day
Animales heridos en el bosque nuestros ojos qué piden qué
desean
qué desea esta voz en el viento de otoño un lebrel o su presa
disueltos en la fría oscuridad del tiempo
escamoteados como naipes de una baraja los años de nuestra
juventud
Con dos vueltas de llave cerraron la cocina
No nos dan mermelada ni pastel de cereza
ni el amor ni la muerte extraña fruta que deja un sabor ácido.
Pere Gimferrer
miércoles, 26 de mayo de 2010
Dido y Eneas
Esta bien y es una norma: fuera del paraíso,
recordando, no a Eliot, sino una traducción de Eliot,
(nuestra vida como los pocos versos que quedan de T. E. Hulme)
las naves que conducen a los guerreros difuntos,
(qué dios, qué héroe bajo los cielos recibirá esta carga),
la madera clafateada, el chapaleo las oscuras olas,
avanzando, no hacia un reino ignorado, no hacia el recuerdo o la infancia,
sino más bien hacia lo conocido. Así vuelve de pronto Milán,
una noche, a los dieciséis años: luz en la luz, relámpago,
rosa y cruz de la aurora (los tranvías, disueltos en el crepúsculo,
de oro, de oro y en mi pecho qué frágiles)
Dido y Eneas, sólo una máscara de nieve,
un vaciado en yeso tras el maquillaje escarlata,
como danzarina etrusca,
cálido fox,
oscuro petirrojo,
la imperial de los ómnibus de Nueva Orleans está pintada de amarillo
y hay que bailar con un alfiler de oro en la mejilla
(como cuando se rezan oraciones para conjurar al Ruiseñor
y la Rosa o al milano en la tarde)
Amor mío, amor mío, dulce espada,
las llamas invadieron las torres de Cartago y sus jardines,
qué concierto en la nieve para piano
qué concierto en la nieve.
II
Y aún nos es posible cierta aspiración al equilibrio,
la pureza de líneas, el trazado de un diseño,
el olvido de la retórica de lo explícito por la retórica de las alusiones,
los recursos del arte (la piedra presiente la forma),
el recuerdo de una tarde de amor o un rezo en la capilla del colegio,
la vidriera teñía los rostros de un esplendor violeta,
naufragaban en la claridad submarina las hebillas de oro de los caballeros,
todo en escorzo, la luz amarilla chorreando en las botas y los cintos,
las cabezas extáticas, vueltas al cielo raso, porcelana de la tarde,
la quilla, los velámenes,
(qué costas y escolleras),
las islas, timonel,
en el viento nos llegan los cabellos de una sirena, las arenas doradas,
historias de hombres ahogados en el mar.
¿Qué costas? ¿Qué legiones?
Pere Gimferrer
martes, 25 de mayo de 2010
Cuchillos en abril
Odio a los adolescentes.
Es fácil tenerles piedad.
Hay un clavel que se hiela en sus dientes
y cómo nos miran al llorar.
Pero yo voy mucho más lejos.
En su mirada un jardín distingo.
La luz escupe en los azulejos
el arpa rota del instinto.
Violentamente me acorrala
esta pasión de soledad
que los cuerpos jóvenes tala
y quema luego en un solo haz.
¿Habré de ser, pues, como éstos?
(La vida se detiene aquí)
Llamea un sauce en el silencio.
Valía la pena ser feliz.
Pere Gimferrer
lunes, 24 de mayo de 2010
El arpa en la cueva
Ardía el bosque silenciosamente.
Las nubes del otoño proseguían
su cacería al fondo de los cielos.
posesión. Ya no oís la voz del cuco.
¿Qué ojo de dragón, qué fuego esférico,
qué tela roja, tafetán de brujas,
vela mis ojos? Llovió, y en la hierba
queda una huella. Mas he aquí que arde
nítido y muy lejano el bosque en torno,
un edificio, una pavesa sola,
una lanza hasta el último horizonte,
cual tirada a cordel. Nubes. El viento
no murmura palabras al oído
ni repite otra historia que ésta: ved
el castillo y los muros de la noche,
el zaguán, el reloj, péndulo insomne,
los cayados, las hachas, las segures;
ofertas a la sombra, todo cuanto
abandonan los muertos, el tapiz
dormido de hojas secas que pisamos
entrando a guarecemos. Pues llovía
-se quejaban las hojas- y el cristal
empañado mostró luego el incendio
como impostura. ¿Llegarán las lenguas
y la ira del fuego, quemarán
desde la base el muerto maderamen,
abrirán campo raso donde hubo
cerco de aire y silencio? No es inútil
hablar ahora del piano, los visillos,
las jarras de melaza, el bodegón,
los soldados de plomo entre serrín,
las llaves de la cómoda, tan grandes,
como en el tiempo antiguo. No es inútil.
Pero qué cielo éste del otoño.
La abubilla que habla a los espíritus,
la urraca, el búho, la corneja augur,
el gavilán, huyeron" Ni una sombra
se interpone entre el lento crepitar
y el cielo en agonía. Abrid un templo
para este misterio. Sangre cálida
dejó tu pecho suave entre mis manos,
amada mía: un goterón de púrpura
muy tembloroso y dulce. Como yesca
llameó la paloma sin quejarse.
La muerte va vestida de dorado,
dos serpientes por ojos. Qué silencio.
Tarda el fuego en llegar al pabellón
y hay que ir retirándose. Ni un beso
de despedida. Quedó sólo un guante
o un antifaz vacío. Cruces, cruces
para ahuyentar los lobos!
Un guerrero
trae la armadura agujereada a tiros.
En sus cuencas vacías hay abejas.
Lagartos en sus ingles. Las hormigas,
ah, las hormigas besan por su boca.
Espadas de la luz, rayos de luna
sobre mi frente pálida! Un instante
velando sorprendí a vuestro reflejo
la danza de Silvano. Ágiles pies,
muslos de plata piafante. El agua
lavó esta huella de metal fundido.
Y un resplandor se acerca. Así ha callado
el naranjo en la huerta, y el murmullo
de su brisa no envía el hondo mar.
Vivir es fácil. Qué invasión, de pronto,
qué caballos y aves. Tras las nubes
otras nubes acechan. Descargad
este fardo de lluvia. ¡Un solo golpe,
como talando un árbol de raíz!
Se agradece la lluvia desde el porche
cuando anochece y ya los fuegos fatuos
gimen y corretean tras las tapias,
como buscándonos. Recuerdo que encendías
un cigarrillo antes de irte. Luego
el rumor de tus pasos en la grava,
sobre las hojas secas. Nieve, nieve,
quema mi rostro, si es que has de venir!
Se agradece la lluvia en esta noche
del otoño tardío. Canta el cuco
entre las ramas verdes. Un incendio,
un resplandor el bosque nos reserva
a los que aún dormimos bajo alero
y tejas, guarecidos de la vida
por uralita o barro, como si
no estuvieran entrando ya los duendes
con un chirrido frágil
por esta chimenea enmohecida.
Pere Gimferrer
domingo, 23 de mayo de 2010
CITROËN MÉHARI
Llévame oh llévame a la perdición
en mobilette mi amor.
Aníbal Núñez
Haberme dicho, amor, en tus cartas
cibernéticas, que el descapotable
ese del que me hablabas
y me jurabas –qué cara tienes-
aparcar en mi puerta, las vecinas
pendientes, yo arreglada,
haberme dicho, leche, que ese coche
era como eres tú, un amasijo
de risas/ una cosa por revisar
sin puertas, sin cadenas, sin ventanas,
sin luces, ¿y el techo?
- contigo siempre llego a la Encomienda
con la atmósfera por montera-.
Si yo hubiera sabido antes esto,
(quién iba a imaginar)
que una tartana, tú la llamas Mehari,
sin tilde, así: “Mehari”,
era tu descapotable tan famoso,
y que ahora me sonríes, las manos
al volante, las chanclas sobre el freno,
que me maten si no salgo corriendo
a buscarte y a darnos a la vida
al vuelo, a ras, al Duero.
Tocata y fuga a dos caballos. Esta
es la hora de darnos jaque, pronto.
Haberme dicho, amor, que tú eras esto.
Hubiéramos cabalgado antes.
Carmen Camacho
sábado, 22 de mayo de 2010
YO NUNCA ESTUVE EN CRETA
Pero cuando desperté
tenía los pies mojados
de una luz
que atraviesa
la persiana
zarpa
y a estas horas baña
tu cara que flota
- olvidaste la Nivea -
sobre el verde a vetas
del Egeo.
Carmen Camacho
viernes, 21 de mayo de 2010
TÚ QUE TIENES MANO
Tú dile a Sabaria que digo yo que la nombre y que la comisione aquí o en donde quiera, que después le explico.
Augusto Monterroso
Hasta las ratas
si hay tesón
si hay suerte
y las recomienda
en el laboratorio
algún pariente
pueden tener una brillante
hoja de servicios.
Carmen Camacho
jueves, 20 de mayo de 2010
Y LA VERDAD ES UN POZO SIN FONDO QUE MI BLANCURA VELA
La primera vez
que los cortocircuitos cotidianos
me cogieron en la ducha,
me puse a llamarte en el frío
con la angustia enjabonada.
Ahora no.
Ahora espero bajo el grifo
a que te vayas
y me quedo muda
recibiendo la oscuridad del agua
mientras siento, atenta,
la danza rápida
de tus pies al bies
por la moqueta,
tu otear umbrales,
tu tiento de paredes,
tus movimientos
rutinarios, primero,
cada vez menos, mis sobresaltos.
Y no pienso ni debo.
Únicamente visto luego
la asombrosa bata chinesca
para cenar contigo
una copa pero poco,
queso,
la escarola.
Sólo me pesa entonces
callarme y no poder decirte
que qué bien
sin ti,
que qué a gusto
en lo negro.
Carmen Camacho
miércoles, 19 de mayo de 2010
EL DOS
Pocas veces cobró tanta importancia el número dos.
La gente no valora esas cosas. Tienen doses por ahí tirados, revueltos en el cesto de las cifras sucias, en la cuenta del supermercado, sobre la mesilla de noche, en los frutales y plateados centros de mesa. He escuchado el dos de barítono de Fernando el del bar: que dos, que dos cervezas. Yo he visto con mis propias manos a los bañistas manchar el dos de agua y straciatella; he llorado por una mala réplica de un dos cualquiera.
Dicen que todo se debe a un trauma infantil, a un enredo de hemisferios. Escribía con la izquierda el patito del revés antes de sacarlo a bailar El Lago de los Cisnes en mis libretas. Más que por dislexia era por la melancolía de comprobar cómo, desde ya, aquel número le daba la espalda al futuro. Como terapia tuve una camiseta con el dos remallado por detrás. Y como en casa siempre decían que yo era una chusma, obviamente concluí que no era por ser ambidiestra para enhebrar la aguja y sacarme los mocos, sino por aquel obsceno número colgándome atrás. Y contaba, con los deditos:
uno, chusma, tres...
Pero ahora es más grave:
uno y tú.
Y el dos, tan común, es sólo una sospecha.
-- Precisamente ahora, que aprendí a hacerte el amor con ambas manos --.
Carmen Camacho
martes, 18 de mayo de 2010
EJERCICIO DE ESTILO / II
Procuraré no emplear palabras redondas
verbigracia belleza libertad tu luz
Demasiado grandes / que esperen//
Más urgente se me hace decir
anoche conté con el cuerpo
los trecientos dedosde tu mano.
Carmen Camacho
lunes, 17 de mayo de 2010
MAURITANIA
Mi padre me ha contado que en Mauritania
se juntan
Desierto y Selva.
En Mauritania y en otras mujeres por el estilo.
Carmen Camacho
domingo, 16 de mayo de 2010
Palabras
Me hicieron una vez una pregunta
acerca de la forma de las cosas
que nada más se sienten
sin que puedan ni verse ni tocarse.
Idéntica pregunta
a la que una vez hice a un invidente:
¿cuáles son los colores de los árboles
que sueñas en tus sueños?
No es que no supiera contestarme
sino que no encontraba las palabras
para mostrar ese color soñado.
Justamente lo mismo que respondo
a esa misma pregunta que me hicieron.
Ybris
sábado, 15 de mayo de 2010
Jugando, jugándosela
Como en un juego aceptas el envite.
Y no porque la vida sea un juego
sino porque te juegas mucho en ello.
No iremos de farol ni con engaño,
tendremos que aceptar las cartas que tenemos
y jugar con prudencia y sencillez
lo único que somos y tenemos.
Acaso sea más
de lo que muchas veces nos parece.
Ybris
viernes, 14 de mayo de 2010
Asuntos pendientes
Amores que aún nos quedan por probar.
Profunda sensación.
Lo sorprendente es que no cambian nunca
las personas a las que se refieren
porque es cuestión de hondura
y no de variedad.
Quizás porque el amor nos sea siempre
un misterio profundo e inabarcable.
Ybris
jueves, 13 de mayo de 2010
De errores y certezas
Regreso de un paseo por todos mis errores.
Descanso ya por fin en este olvido.
Es olvidar lo único en que acierto.
Ybris
miércoles, 12 de mayo de 2010
Azares
Arrojamos al mar una botella
por tentar al azar de que la encuentren.
Pero no sólo en eso confiamos
y arrojamos mensajes al azar y a la certeza.
A aquél por amor a la esperanza,
a ésta por la tabla a que agarrarse
y dirigirse al puerto.
El mar da para todo.
Lo mismo que nosotros.
Ybris
martes, 11 de mayo de 2010
Interminable
Sólo se acaba lo perfecto.
Pero, como yo quiero estar pendiente,
a modo de hoja a punto de caer,
me atengo a lo imperfecto:
ciertos pretéritos que me subyugan,
ciertas ausencias, ciertas cicatrices.
El tiempo que me lleva
tampoco se termina.
Ybris
lunes, 10 de mayo de 2010
Aceptación de la miopía
Ignoro si te hubiera amado más
si hubiese sido otro
mucho más alto y más profundo.
De haber sido posible lo intentara
sólo por recorrer esos caminos
que me llevaron al encuentro actual.
Pero eso no es posible:
ciertos milagros pasan nada más
una vez entre muchas
y no me arriesgaría a no encontrarte.
Me conformo con estos mismos ojos,
tan miopes ya, para seguir mirándote
mucho menos profundo y menos alto.
Ybris
domingo, 9 de mayo de 2010
La memoria
Hormigas veloces en un grito sin voz
¡Cantad un tiempo de sangre
sin discursos!
Insectos de sueños escritos
en el texto de la vida
¡entended las ejecuciones
de los maestros de realidades.
¡Robad todos al destino
la marca de su olvido:
la memoria sexual
de la historia!
Jesús Soria
sábado, 8 de mayo de 2010
Entre todos
Entre todos dirán que se fue buscando
silencios entre palabras vacías.
Pensarán que abandonó la memoria
de la luz arrojando preguntas entre ruinas.
Inventarán verdades de sombra creyendo reconocer su voz
gastada por la nada.
Olvidarán el olvido recordado de dictaduras
de ausencia y deseos sin invierno.
Ignorarán que marchó buscando lugares
sin tiempo, intentando encontrar
un horizonte en otra mirada.
Jesús Soria
viernes, 7 de mayo de 2010
Metáforas
Metáforas de sudor entre
estrofas de piel.
Palabras que acarician
el sexo de las sílabas.
Silencio entre las páginas
de una pasión no escrita.
Jesús Soria
jueves, 6 de mayo de 2010
Diálogos
¡Oscuro! Dime si la luz murió
en las noches edificadas
sobre los escombros
de un deseo sin cuerpo
y una mañana muerta
de amancecer.
¡Tiempo! Cuéntame la verdad
de todos los engaños,
la necesidad de abrazar
la luz en los siglos
de invierno nacidos
con el instante de la nada.
¡Muerte! Vivo de las ruinas
sin siueño, necesitó
vivir de recuerdos,
respirar de deseos,
nacer de un olvido.
Jesús Soria
miércoles, 5 de mayo de 2010
Personaje de su ausencia
Personaje de su ausencia
Buscador de huellas en la nieve de los instantes,
fugitivo de estrellas en la oscuridad del silencio,
creador de realidades en el sueño del deseo,
navegante de ausencias en el océano del abismo,
actor de realidades en el escenario del deseo,
personaje de un sueño en el teatro de otro cuerpo.
Jesús Soria
martes, 4 de mayo de 2010
Mar de sangre
Hay amanecer en la página
y un mar con un encabalgamiento
de cuerpos donde se repiten
las cicatrices de tu sombra.
Son las olas de la noche
el verso borrado
con la tinta de la despedida.
Jesús Soria
lunes, 3 de mayo de 2010
Cuestiones de silencio
¿ Son las calles con su ruido
la mejor canción del olvido?
¿Son las horas de la vida
una espera en la casa
de citas con la eternidad
de la nada?
¿Son los cuerpos
y su sabor de olvido
el mejor alimento
para unos ojos
cegados por la marcha
de la luz perdida
en su sombras?
Jesús Soria
domingo, 2 de mayo de 2010
Del canto XXX de EPÍSTOLA DESDE CIMERIA
Bajo mano inmaterial, tendida sobre la distancia, percibo el pálpito de un corazón extraño. Como si dos corazones se albergaran en mi interior.
¡Voy hacia vosotros! Permaneciendo inmóvil, salgo a vuestro encuentro.
Vide cor meum.
Encadenado a estas Islas con el alma y la carne mortal, por raíces que se afianzaron por mi propia voluntad, una parte de mi espíritu alcanzará con alas de pergamino vuestros prados, que no conservan huella alguna de mi paso. Para ser reconocido una vez más por miradas humanas, y hacer revivir voces amigas cercanas a mi oído. Los intercesores del buen consejo.
Para sentir la tibieza de las manos que sostengan el volumen. O lograr que las páginas se tiñan, como bajo un vitral, por el azul de ojos antaño casi amados.
Para llegar a vosotros me expongo a la intemperie. Un ala frágil que se aventura en la ventisca.
Llegará un día, a partir del cual, esto será posible: que el desconocido con el que os crucéis por la calle, quizás lleve en su interior el reino invisible.
¿Se afanará siempre el corazón solitario detrás de sus propios ecos?
¿Será la derrota el único rescate del honor?
¿Se prolongará este tiempo de prueba hasta que la pureza de intención sea el único viento para las velas?
¿Es de esta guisa, derrotado y casi de incógnito, como debo retornar a mis dominios?
Para llegar hasta la Blanca Flor de un rostro, sobre lejanas almenas, ¿habré de arriesgar todo un linaje en más campañas y contiendas?
Pregunto... y mis preguntas suenan como afirmaciones: se afanará siempre el corazón, prendado de sí mismo. Será la derrota el rescate. Para llegar hasta el vaho invernal de una boca, se aventurará frágil ala en la ventisca. Se prolongará la prueba, mientras sean cirios y no antorchas lo que aferren nuestros puños.
Pienso que moriré de tristeza a los treinta y nueve años.
Imperceptible, como crece el jardín en medio del claustro, crece quizás en torno mío una incomprensible esperanza. Así, perdido, el brote de una rama primera tantea y se extiende. Como, ya a la orilla misma del sepulcro, una mano resucitada. Amén.
Ángel Sobreviela
sábado, 1 de mayo de 2010
Del canto XXX de EPÍSTOLA DESDE CIMERIA
Desde el claustro cuadrado se reconstruye el mundo.
Con los pasos contados que son años y centurias.
Fuente retenida, azul, ojos cerrados del príncipe. El viento trae al valle las voces blancas de niños o doncellas, y en el canto reconozco ahora mis palabras propias:
“El exilio es el retorno...
El cielo reposando en su mejilla...
Que se eleven las aguas en el aire inmóvil. Que se cumpla cuanto ha sido deseado una vez y otra, pagado con la sangre, con el alma maltrecha, con el tiempo concedido a una vida humana...”
Gracias os sean dadas por repetirlas.
Como los sones que se propagan y resuenan
de un valle a otro valle, de campanario a campanario.
La cima de la torre da fe de mi presencia
enarbolando allí los colores de mis armas.
Héspero nos reclama desde el frágil azur.
Azul y blanco son la respuesta de mi enseña,
pero en su centro luce la imagen del mismo astro
en eficaz metáfora de la eternidad:
con nosotros quedó lo que por siempre perdura.
Ángel Sobreviela