sábado, 1 de mayo de 2010
Del canto XXX de EPÍSTOLA DESDE CIMERIA
Desde el claustro cuadrado se reconstruye el mundo.
Con los pasos contados que son años y centurias.
Fuente retenida, azul, ojos cerrados del príncipe. El viento trae al valle las voces blancas de niños o doncellas, y en el canto reconozco ahora mis palabras propias:
“El exilio es el retorno...
El cielo reposando en su mejilla...
Que se eleven las aguas en el aire inmóvil. Que se cumpla cuanto ha sido deseado una vez y otra, pagado con la sangre, con el alma maltrecha, con el tiempo concedido a una vida humana...”
Gracias os sean dadas por repetirlas.
Como los sones que se propagan y resuenan
de un valle a otro valle, de campanario a campanario.
La cima de la torre da fe de mi presencia
enarbolando allí los colores de mis armas.
Héspero nos reclama desde el frágil azur.
Azul y blanco son la respuesta de mi enseña,
pero en su centro luce la imagen del mismo astro
en eficaz metáfora de la eternidad:
con nosotros quedó lo que por siempre perdura.
Ángel Sobreviela
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