jueves, 3 de junio de 2010
Hay trenes que construyen el paisaje
Hay trenes que construyen el paisaje; mas hay trenes que tan sólo lo acuchillan.
Hay trenes que vertebran la paz de los humildes; mas hay trenes de guerra digital y mercaderes, de confort prepotente y exclusivo.
Hay trenes que contagian su sosiego, puntuales te conducen a tu cierto destino; mas hay trenes tan raudos que agostan el deseo, pierden el tren de la conciencia y aunque lleguen muy rápido, ni siquiera alcanzan el punto de partida.
¿Acaso no es posible un equilibrio de vértigo y de calma?
¿A más velocidad más injusticia?
Porque hay trenes para la fraternidad y la palabra como un vino compartido; mas hay trenes rivales del viaje, que imprimen su soledad de horizontes funcionarios, pantallas de pájaros huidos.
Hay trenes que aproximan, restituyen, redimen de ancestrales lejanías; mas hay trenes que engullen la semilla de esos trenes, y nos roban caminos.
Hay trenes solidarios, que agrupan las voces insumisas contra los tiburones del hiperdesarrollo y contra las eléctricas voraces, e intentan salvaguardar las casas natales de las cosas, la salud y la belleza del mundo.
Mas hay trenes en lo alto que circulan por inclementes autovías eléctricas, y taladran el cielo con sus lanzas voltaicas y arrasan los bosques bajo sus pies y descargan su lluvia de epidemias electromágnéticas por los pueblos que pasan.
¿Acaso no es posible un equilibrio interno de externas energías?
¿Crecer es desposeer a los más pobres?
¿A más edad social más injusticia?
Mientras ellos, en la alta tensión de su soberbia, juegan al golf celeste con electrones radioactivos, y nos acusan de tener la cabeza en las nubes, nosotros, aquí, a pie de tierra, desnuda, fraternalmente, abrazamos la luz.
Emilio Pedro Gómez
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