Nadie espere de mí
grandilocuentes versos,
ni encendidos poemas
que hablen de amores;
nadie, de dudas,
nadie, de sueños,
nadie, de olvidos.
Lo que yo escribo,
amor,
lo que yo escribo
son regueros de sangre
de un corazón paria
que, sin ti, me habita.
Emilio Gómez
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