Escribir para un tiempo
en el que no estaremos para nadie,
y en el más favorable de los casos
seremos una máscara de polvo
maquillando los libros de alguna estantería.
Escribir para un siglo, si es que llega,
menos oscuro y torpe que este siglo.
Dejar impresa la memoria:
papel, disquetes, vidrio, cerámica esmaltada,
ámbar, cuarzo o moléculas de gas.
Hacer que las palabras naveguen al futuro
como si fuesen barcos de papel
que sobrevivan hoy a su naufragio.
Escribir por si alguien, algún día,
tiene un dolor de corazón idéntico
o sufre una alegría semejante.
Enrique Gracia Trinidad
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