En una ocasión, la madera me tiroteó.
La historia tiene su punto. Te la cuento.
Nos ligaron en un coche robado,
nos cercaron,
nos mandaron bajarnos del buga
y apoyar las manos en el maletero para
cachearnos,
esposarnos,
llevarnos a comisaría. Era viernes.
El sábado tenía pensado estrenar ropa
para ir a la discoteca, todo maqueado,
a vacilar con las chorbitas. No lo pensé
dos veces, me di la vuelta y salí por pies.
La esquina de la salvación estaba cerca.
Uno de los maderos dijo, gritó:
¡Quieto ahí, hijo de puta, o te mato!
Disparó.
Me disparó a menos de cinco metros de distancia
y falló. Escapé. Estrené mi ropa nueva. Vacilé.
Sin embargo, lo importante no es esto.
Lo importante es lo que yo siempre digo:
debería haber acertado,
debería haberme matado en ese mismo instante,
cuando no le tenía miedo a la muerte,
cuando todavía era
feliz.
David González
sábado, 8 de octubre de 2011
TANGO AZUL
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