viernes, 21 de marzo de 2008

La justicia de los inocentes





Sabed, hijos de puta, que los delitos no prescriben
después de cinco años ni de diez,
ni con un padrenuestro y dos avemarías.
No hay saldo final ni enmienda para vosotros.
El Dios que os inventasteis
para redimir vuestros pecados,
el Dios que os creó, a su imagen y semejanza,
se levantó la tapa de los sesos
después de ver el telediario de las tres.

Los obispos que lavaron y almidonaron
vuestra ropa interior,
en el secreto de los confesionarios,
y trasvasaron al silencio vuestros ríos de sangre,
son tan culpables como vosotros.
En los bares del cielo no habrá cerveza fresca para ellos.

En el Nombre de la Vida que sumergisteis
hasta ahogarla en un pila bautismal,
en el Nombre de la Vida que lanzabais al océano
a seis metros de altura, desde los aviones,
os declaro culpables, y os condeno
al fuego eterno de la memoria.

Vuestra imagen amarillenta en las portadas de los diarios
la contemplan los 666 hijos de puta que os precedieron.
Ni de viejos y enfermos producís compasión,
cuando observo vuestras miradas, aún desafiantes
con lluvia de sulfuro y calaveras,
entiendo de lo que hablaban las viejas profecías
de Santa Hildegarda, San Malaquías, Nostradamus…

En el Nombre de la Vida que temblaba en los electrodos,
que echasteis a los perros, que ocultasteis con cal viva,
de esa vida que no respetasteis,
no merecéis respeto muertos vivos.

Vuestros crímenes, salvapatrias mafiosos,
hijos del Gran Cabrón,
vuestro sueño de buitres uniformados,
vuestro buen uso de la libertad,
permanecen grabados en el genoma humano para siempre
y en el disco duro del Sistema Solar.

Me cago en vuestra patria de orines y de estatuas,
vomito en vuestras botas de serpientes y niebla,
me pedo en vuestras mesas y en vuestras misas negras.

En el Nombre de la Vida,
del amor y la ternura que truncasteis
en aquellos días, soldaditos de plomo,
se os condena a no olvidar.
No dormiréis jamás aunque cerréis los ojos,
jamás descansaréis aunque compréis el cielo,
segundos, minutos, horas, días,
meses, años, siglos, milenios arderéis…

Ángeles de exterminio,
nunca saldréis del salón del desierto.
El Gran Relojero no pudo soportarlo,
las leyes de los hombres no os pudieron juzgar.

En memoria de los inocentes, arded, diablos, arded.

(Del libro Buenos días, colesterol. Ángel Petisme. Sial Ediciones, 2000)


Fotografía aquí

4 comentarios:

Doberka dijo...

Este padrenuestro no lo conocía, Fernando ¿dónde ha estado escondido?. Bueno Angel se puede decir más alto, pero no más claro. Amén...me ha gustado.

Muchos besos para todos.

albalpha dijo...

Vaya! maravilloso. Gracias por poner un poema de Ángel Pestime, ando leyendo lo que encuentro de él.
Un abrazo
Alba

albalpha dijo...

Perdón es Petisme, eso pasa por andar de prisa.

ybris dijo...

Sin ira.
Pero con toda la rabia del mundo.
Motivos no nos faltan.