miércoles, 4 de mayo de 2011

Creo firmemente que he muerto





Creo firmemente que he muerto
hace ya tiempo
y que el ser que escribe esto
no es sino un espectro,
una fantasmal sombra sin cuerpo,
un manojo de deseos
esparcidos por el viento.

Fui ola de mar, fui desierto.
Fui canción desnuda y voz sin eco.
Vagué hasta el más lejano de los cielos,
más allá del último infierno.
Volé sin alas, lejos, lejos, muy lejos...
más allá de los confines del tiempo.
Caí mil veces, levanté el vuelo
y volví a caer como cualquier muerto.


Ante mi propia tumba recité unos versos,
pero nadie me oía, solo el silencio;
escarbé la tierra con la fuerza de mis dedos
y allí solo encontré un reguero
de sangre, olvido y fuego;
sangre de mi sangre, olvido de tus besos
y ese calor sin llama que quema por dentro
las arterias y los huesos.

Imaginé quererte como aún te quiero
y desperté soñando que la muerte era un lecho
tatuado con tu nombre, tu risa y tu cuerpo;
y yo hacia él me sumía en un abrazo eterno,
disfrutando las mieles que manan de tus pechos;
pero todo era un sueño, solo un sueño,
y soñé, despierto,
que la muerte era eso:
imaginar quererte como yo te quiero.

Fui ola de mar, fui desierto.
Fui canción desnuda y voz sin eco.
Fui silencio, solo eso.
Silencio, silencio, silencio.
Desde que te dije aquel “te quiero”,
solo una espesa niebla de silencios,
un frío y letal invierno
que apaga, con tu ausencia, la luz de estos versos.

Y aún así, mi corazón sigue latiendo
lento, lento, muy lento,
porque morir más... ya no puedo.



Emilio Gómez


3 comentarios:

Verónica Calvo dijo...

Este es un poema inmenso, como el mismo Emilio.

Un saludo

© José A. Socorro-Noray dijo...

Nadie como Emilio para merecerse este altar de la poesía que es Crepusculario Siglo 21.

Emilio, continúo creyendo firmemente que eres un verdadero Poeta, de esos pocos que se escriben con mayúsculas.

Un fuerte abrazo para Fernando y para ti.

Laura Caro Pardo dijo...

Es un poema formidable. Me encanta.
Un abrazo.