de madrugada,
verano de 2005
me acababan
de operar de
una fístula
y tenía el sueño ligero
a causa de las pastillas,
los dolores y las vendas
mi móvil
recibió
un mensaje
en la pantalla,
una de mis tías
había escrito esto:
roberto se ha suicidado
ella dormía a mi lado
y no quise despertarla
no pude decirle que roberto,
un primo lejano, estaba muerto
dejé el teléfono
y me zambullí
en la noche
en las sombras
en mi dolor callado
en el silencio del luto
en el misterio de su desaparición
traté de descifrar
su amargura y
el peso de su sentencia
vi su cara joven,
ya marchita por las depresiones
y pretendí imaginar
quién lo habría encontrado
y cuántas noches pasaría sin dormir.
José Ángel Barrueco
viernes, 9 de diciembre de 2011
roberto
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