Ya no bastara su muerte
ni esconderme en harapos
húmedos de lágrimas.
Cierro los pasos
en callejones oscuros
para dirigirme
al centro de la nada
y la nada es el centro
de una mujer callada
que fuma
y sonríe vino blanco
a la que está detrás del espejo.
Cristina Boyacá (Difuminada)
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