I
Como maldita profecía
curo mi piel hilvanada
a los trazos delirantes
de tus bosquejos.
Me anclaste en un sórdido
pasear de cielos,
de renuncia,
de búsqueda:
ebria funámbula
por la infinita cuerda
que asgo cuando caigo
y suelto cuando sangro,
con el sino de no llegar
y el anhelo de encontrarte.
¿No habrá otro reino
donde la certeza
no sea perpetuo enigma
y los ecos no laceren mi nombre?
II
Aún desentierro pasiones
que se hacen realidad
en cuerpos de amantes
que hilvanan su piel
en los trazos delirantes
de mis bosquejos.
III
Almas funámbulas
calmando heridas,
que andan por infinitas cuerdas,
laberinto eterno.
Reme Alvarez Díaz
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