Te leo y no creo tus palabras
como comprar una prenda
sabiendo su tallaje diez
y al pagarla, adelgazáramos;
como cuando al reiniciar el ordenador
esperamos que esta vez sí funcione
o como, si obviando el paraguas, no lloviera.
No quiero creer en tus palabras,
como no creo en la inmortalidad del llanto,
que pierda tu mano la belleza
cuando tengo miedo,
del pasado que forjó mi risa.
Te leo y no te entiendo
como cuando viajamos a Japón
y las letras parecían flores
sin importarnos el dónde
porque sabíamos el porqué;
o cuando despertábamos y eran las cuatro
sin importarnos el dónde
porque sabíamos el porqué.
No creo ni quiero entender tus palabras
porque una vez me puse la prenda,
otra vez anduvo el ordenador ,
no llovió un día que olvidé el paraguas…
¿Por qué esta vez no puede significar “hola” el “adiós”?
Reme Alvarez Díaz
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