lunes, 26 de abril de 2010

De Roma XX



(…)
Ya lejanas muchas cosas,
los sueños de aquel verano,
estío de los blancos caminos,
la risa al correr...
mi propia historia era ya una historia.
Y muertos cantores miraban con mis ojos:
árbol, piedra, la iglesia entre los edificios;
y acogía sumiso la voz de cada rincón,
comenzaba a mirar en el seno del aire,
a tallar palabras en el seno del aire.
Aprendía obediencias desconocidas.
Pero ante todo el cuerno épico
(la muerte estaba siempre cerca),
no la disposición concienzuda de razones o percepciones
en el frágil andamiaje de una convención
que llamamos poema, canción,
ni todavía el desfallecido primor de la página de D´Annunzio
sobre el terciopelo de un rojo suntuoso, viscontiano...
la muerte estaba siempre presente.

Mil páginas, luego diez mil,
viejas, extrañas, me habían esperado
como puñales en la noche
para herir mi carne y mi esperanza,
para hacerlas inconsolables;
y unas hablaban de otras,
y otras de mí y otras de todos,
y eran labor sin fin,
caminos frágiles dentro de caminos.
(…)



Ángel Sobreviela


1 comentario:

Ángel Sobreviela dijo...

Grazie mille por esta publicación.