viernes, 29 de octubre de 2010

Los hombros de los gigantes



Ser bueno era un problema.

Muy grave si lo eras en muchas cosas.

Todos esperaban que cayeses,

que fallases estrepitosamente.

Un fracaso que evidenciara

esa imperfección que tú ya conocías.

Tu punto débil.

Rabiaban por conocerlo.

Te enfermaba su hipocresía

pero te aterraba estar solo.

Y te dejaste devorar por ellos.

Caíste.

Dejaste que te superaran

las veces que fueran necesarias

para lograr que te tuvieran

más pena que envidia.

No volviste a levantar cabeza.

Pero tampoco volviste a estar solo:

los hombros de todos

los triunfadores a los que aupaste

aguardan a que llores en ellos tu fracaso.




Carmen Beltrán


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