martes, 22 de marzo de 2011
EL ARPA Y LA PALABRA
En la sala de música
hay ecos de elegía.
Cuando el día ha perdido sus minutos más claros,
suenan Haendel y el vino,
mis fieles compañeros de la tarde.
Una melancolía indefinida me averigua,
pasa y se posa,
deja su huella
en un rostro lejano y una historia:
no,
no deseo pensar
que sus horas se cruzaron con mis horas
y sus pasos de ayer fueron mis pasos.
No es conveniente recordar aquellos días,
aquellos años
en los que brilla un rostro amado en otro tiempo
y al final fue la niebla,
y suena Haendel lejano, muy lejano,
y el buen vino se apiada
de quien erró el camino
y lo busca en la sombra
bajo la luz indefinida de la luna.
José Verón Gormaz
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