Le quiero porque abandona su cuerpo a la noche:
Se lo ofrece sin saber lo que hará
-lo que haremos con él;
con su indefensión y en su sueño-.
No lo sabe,
pero en esta hora y mientras duerme,
es de la noche y mis ojos.
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Entre el océano y una playa de cemento, las rocas.
Su textura, la quietud violenta de las aristas desde las que agreden
a la brisa y la calima, el icono de la insensibilidad
postrado a nuestros ojos. Y el viento y el sol
intentando vencer su elegancia
con la cronicidad de un cáncer despacioso y obstinado.
Así, nuestras pieles emulan su inmóvil resistencia
sobre toallas de estridentes colores.
La mía, también diseñada para el gozo
_pero que erró en la elección de las palabras y gestos
que conducían a él_
se pregunta qué demonios hace
aquí envidiando la dicha que intuye en otras pieles
que no precisan de sol
para sentirse
acariciadas,
se pregunta inerme
en qué punto del camino equivocó la marcha,
y, si es posible,
hasta qué segundo o recuerdo
el regreso.
Brenda Ascoz
sábado, 17 de octubre de 2009
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1 comentario:
Definitivamente no es prima hermana de la alfombra mágica, porque esta toalla además de sabia es majíca. Un poema fantástico, Brenda.
Besos
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