miércoles, 14 de julio de 2010

IRINA





Incendio en los besos.
Resta y delirio donde la ausencia fija su morada.
Soliloquio en la invisible caricia,
en el rostro que esparce la infancia sobre párrafos de nieve.

Han emigrado los ángeles,
les asusta la inocencia de los tanatorios




Irina derrama su arpa en el musgo. Un atentado en la escuela de Samara acabó con la vida de su hija y de varios de sus alumnos.
Una vez al año, vuelve a las sílabas de lo atroz, a la épica de la asfixia, depositando en el suelo una túnica de magnolias y un libro de Tosltoi.
Dicen los habitantes más próximos, incluso los campesinos de las dachas, que todos los días, a la misma hora que fue lanzado el obús, las magnolias supuran sangre y una caravana de lamentos se arrastra por las páginas del libro.



José Antonio Conde


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