Me arrepiento de llevar el ámbar hasta la ciénaga, de invadir la memoria del cobarde con la brújula y el silogismo.
Me arrepiento de este jardín suculento de burdeles, donde el humo pertenece al huésped y nada es pólvora sino crecimiento en la náusea.
Me arrepiento de querer la ganancia de tus labios, de negar el perfume en el cónclave del cuerpo.
Furtivo en la morada de la bestia, soy adicto a las estrellas y me arrepiento.
José Antonio Conde
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