miércoles, 15 de septiembre de 2010
Manifiesto arcaico
En mi lenguaje, tan inhóspito en ocasiones,
una mentira aclamada es una porfía,
un recital de versos son declamaciones
y una nostalgia de pasto ajeno es algarabía.
En mi verso, tan retorcido y detractado,
abunda la metáfora sentenciosa,
el ritmo acentuado de reojo pesado
y la oculta verdad escandalosa.
Todo lo digo con forma mas con disimulo,
no concibo triángulos en lo angosto,
y, aunque el pudor oculta la debilidad,
cierto es que, con poca solera, yo reculo.
Tanto me afané en disfrazar mi daño
que, sin darme cuenta, y en hora equivocada,
hice de mi pasar en la vida un cuento extraño
donde no me siento más que bestia amansada.
Una calle es un pasaje
y un corazón es un mundo.
¿Un cambio? Yo digo viraje.
De Calderón, hija bastarda de Segismundo.
Anquilosada en el clásico,
discípula de Góngora.
Culterana.
¿Pedante? ¡Por supuesto!
Porque la lengua es carne de amor.
Y en el amor, nunca puede haber desgana.
Verónica Victoria Romero Reyes
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