lunes, 20 de septiembre de 2010

ORACIÓN






Madre nuestra
que estás en las aguas,
que estás en la tierra roja,
que estás en el fuego de las entrañas
y en el aire preñado de cada tarde.
Escribo cada día
con la esperanza
de bendecir tu nombre,
tu nombre y tu enigma
que, como el aliento,
contiene todos los nombres conocidos
y todos los nombres desconocidos;
tu nombre, que he olvidado,
pero que deshojo
cada noche
como una flor nocturna.
Vuelva a nosotros
la Tierra sin reinos
donde una vez la humanidad fue niña.
Hágase tu voluntad,
que une raíces, tallos y hojas
y enhebra con un hilo de sangre
a vivientes y no vivientes;
pero deshágase la mentira,
que arranca y niega,
pedazo a pedazo, nuestra leve
existencia.
Danos hoy,
aunque nunca haya sido nuestro,
el pan de cada día,
así como la encina o la espiga
prodigan sus frutos con la sabiduría
de quien sabe que tan sólo
se posee aquello que se da.
Y aliméntanos también con tu
palabra,
que recrea, recompone y pare,
cada mañana,
la carne azul del mundo.
Perdónanos nuestra ignorancia
porque, cuando pedimos libertad,
debimos haber reclamado justicia.
No nos dejes confundir
la limpieza con la muerte
y líbranos del olvido.

AMÉN.



Carlos Bozalongo


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