Miente el dolor que te separa de este cuerpo.
Libera tan sólo un leve resquicio de sabor
de besos, de piel a tientas
presagiando el olvido.
Remoloneando en tu pelo
la fantasmal sombra del recuerdo.
Secretamente reclinada en la oscuridad del ser.
Distingues el incontrolable tintineo del fuego,
el gozo, el calor desmesurado
se ramifica en cada extremidad del alma,
se apiada de la razón convertida
en silencio, en lujuria,
en la ceremoniosa curva de tus labios
cediendo al fantasmal susurro,
apresando latidos incrédulos.
Deshabitada.
Ana María Arroyo
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