viernes, 13 de julio de 2012

Malhaya




Cuánta sangre fue necesaria para decir patria,
cuánto sol estremecido,
cuánta traición montada entre las piernas,
mar y desierto, turba y engrillados.

Quién nombró la historia como juego de niños
para que el odio fecundara tantos vientres ;
usando fusiles se enrieló el desacato;
tantas fueron las manos que amasaron fortunas,
miles de cabezas destroncadas
como alimento en las batallas ,
unos rifando los cargos supremos
otros , tiñendo de espanto, llanto y pólvora tronada
las alamedas de los ideales buscados.

Malhaya suerte de reinos y bastardos
carne de los campos en malva sembrados,
la muerte baila a sus anchas
una cueca larga, tan larga como la memoria.

Nos apiñaremos a la sombra de los caídos
y miraremos con ojos de futuro,
nuestros labios gotearán las babas de soledad histérica
con la ruina del pie descalzo y el yugo coronado de silencios,
y los días serán para inventar héroes de consuelo
fuegos y miedos arroparán estos cuerpos estrellados.

Cuánta patria repartida en la torta bacanal,
herederos somos de las maravillas conquistadas
generación mimetizada con la marca en la frente
historia y verdugos , humo en plural del tiempo belicoso.



Elisa Alcántar Cereceda


6 comentarios:

Mavi dijo...

Magnifica Malhaya.
que tuve el honor de recitar en esta España que te conoce cada vez más.
Enhorabuena por tanta sensibilidad y compromiso Elisa.

Laura Caro Pardo dijo...

Elisa es una de las poetas más prolíficas de la red. Me encanta leerla también aquí.
Un abrazo.

lichazul dijo...

MAVI
LAURA

MUCHAS GRACIAS!!!!, alegría y gratitud para con ustedes por estar acá

besitos

María Socorro Luis dijo...

Piens que aquí van bien estos haikus:

Llora la quena
latristeza del indio;
su etnia violada.

Grita en los cerros
despojada y desnuda,
la Pacha Mama.

Abrazos

lichazul dijo...

Qué belleza SOCO!!!

llora la Mapu
por sus hijos que no se abuenan

besitos

Miguel Ángel Navarro dijo...

Herederos somos pero, también, hacederos somos, que los ríos de la sangre no se han secado todavía y hoy, ya en el veintiuno de los siglos (no para todo el mundo, evidentemente), no parecen aminorar sino que se nos pide continuamente nuevos sacrificios humanos con que aplacar al poderoso dios dinero, el omnipresente.
Salu2 y gracias por tus versos.
Miguel Ángel.