miércoles, 31 de marzo de 2010
Caigo en todos los charcos
Esta mujer me mira convencida de haberme conocido.
Pero yo voy saltando en los charcos como cuando era niña
con mis botas de lluvia y mi impermeable verde y voy rápidamente colmatando
mi carro de la compra con tres por dos y cereales.
- Invoca el arco iris, invócalo: el rostro de la mujer que te mira
entre decenas de mujeres en el supermercado se desvanecerá. Habrá luz,
música y baile a iguales partes que historias de terror que contar encerrados
en el oscuro cuarto del pasillo aquella madrugada última del verano.
- Invoca el arco iris, invócalo.
Luego murió el muchacho. Aquel a quien amaste.
¿Cómo ha sido posible? ¿En qué charco te hundías
cuando él agonizaba ? Olvida esta mañana la compra diaria,
dedícate
a llorar lo más sola que alcances. Pero luego retorna,
invoca el arco iris, invócalo: fuegos artificiales y cerveza
en Santiago de Cuba, cuando yo ya llegaba empapada de charcos.
La mujer que acunó al muchacho que amé me mira
convencida de haberme conocido. Pero es que no soy yo,
que sólo sé bailar
todos los bailes y saltar en cada uno de los charcos
de la otra orilla del mar.
Luisa Miñana
martes, 30 de marzo de 2010
Deseo anfibio
Nado bajo tus párpados como en un mar oscuro
que no tuviera límites.
Me descubro en tus sueños y estoy empeñada
en desaparecer.
Cómo me gusta verte desde lo más profundo,
siendo yo tan minúscula que no puedes buscarme,
aunque si me encontraras,
te amaría de pronto, colgada de la Luna
por uno de sus picos, como una astronauta a la deriva.
A veces hago pie en la arena del fondo
de tu boca
y se despiertan peces que me entran por las venas
a golpes hasta el centro del centro,
a donde siempre vuelves.
Tu sueño es una ola ciega que me cubre como un pájaro enorme
o un eclipse.
Guárdame en tu mirada, como sea,
día y noche,
muda,
sin salvación,
en tus pupilas.
Luisa Miñana
lunes, 29 de marzo de 2010
Los 40 principales
Cuento los días por canciones que a veces no me gustan.
Por certificados que dicen lo aparente
y nada más,
como las letras de estas malas canciones,
cuya música remuerde sin embargo siempre
la boca del estómago.
Cuento los años por fotografías desordenadas:
como un tren intercambio destino y procedencia,
me arrepiento y a destiempo doy vueltas, me detengo.
Es lo que más me gusta, no pasar.
Contar desgasta
y luego llueve un hilo azul sobre los números.
La aritmética, pues, la olvidaré a propósito.
Un pájaro cantaba en la mañana y yo lo oía
como se oye la voz más añorada por teléfono.
Echar de menos causa eternidad.
Canciones hay que deberían ser lo único posible,
el único certificado del final.
Luisa Miñana
domingo, 28 de marzo de 2010
Vita escribia sus poemas...
Vita escribía sus poemas
de amor junto a las rosas,
yacía en Sissinghurst con sus amantes.
Virginia Wolf solo esperaba
que nada fuera eterno, sino nuevo.
Vita y Virginia vestían los rincones de palabras,
sus entreabiertos labios,
sus enramadas hebras.
Cuando la Reina de Inglaterra se deslizaba entre las rosas
y arrancaba los pétalos para el dolor de su corona,
sus dos cuerpos desnudos se callaban.
Adolfo Burriel
sábado, 27 de marzo de 2010
Toma nota:
Nº 6
Houdini, el gran Houdini, se sabe que espió para los rusos
y que odiaba retortas y alambiques
(odiaba a Harry Potter),
Michael Curtiz no tuvo tanta fama como Bogart
y era un desastre cocinando,
Calonge, que vivía de milagro, murió de podredumbre
en el salón de un viejo tabernario,
y J. R. Jiménez, en sus paseos matutinos,
departía de dios con sus discípulos.
Gran cuadrado sin forma,
oh gran vaso inconcluso.
Ahora que las máscaras del baile
tienen amos y solo un broker se suicida,
me siento en el pretil de la hondonada
y admiro los abismos.
Adolfo Burriel
viernes, 26 de marzo de 2010
Michael Berger...
Nº 5
Michael Berger trabajaba en su estudio sobre el impacto de los sueños
en los paneles de la bolsa newyorkina,
mi esposa y yo jugábamos al escondite,
José María Aznar leía el Post en el servicio de George Bush y su señora,
Europa ofrecía anillos de cristal,
y el Papa -enfrente sor Enrica, salesiana- ganaba su diaria partida de parchís.
Aquel 11 del 9 todavía
el mundo cultivado era feliz sin días imprevistos.
Seguramente algún poeta
estaría manando por la herida,
y los enamorados viscerales harían fuego en sus insomnios,
pero eso no empujaba las puertas de las celdas
ni daba voz a los silencios.
Cuando Atta se estrelló
y el mundo fue un televisor manchado de humaredas,
yo miré al cielo,
y un ángel
se convertía en cuervo providente.
Adolfo Burriel
jueves, 25 de marzo de 2010
Homenaje
Nº 4
En las montañas de India y Pakistán
cuentan que han desparecido
más de cinco mil hábiles acróbatas
de los que no quedó cuenta o milagros.
¿Quién sabe
si las cenizas blancas tienen
el don aciago del olvido?
Adolfo Burriel
miércoles, 24 de marzo de 2010
Los gendarmes revisan
Nº 3
Los gendarmes revisan
el pulgar de los ladrones, pero callan los robos millonarios,
los ladrones se aferran a las rejas con su pulgar de tinta,
no así si son pulgares millonarios,
y las madres escupen a los jueces.
Después es solo llanto.
Rosy Carter no huyó (o huyó), tampoco ha vuelto,
como todos los presos que se olvidan
en un montón de perros apagados.
Ni noche son ni luna los amaina.
Ni Rosy Carter existió sino en las dobles cárceles del sueño.
Adolfo Burriel
martes, 23 de marzo de 2010
Stephan land...
Nº2
Stephan Land amaba con ansia a Marylin,
y, sin embargo, se acostaba
con un negro garzón de Pasadena (California).
Andy Warhol, que odiaba a Marylin,
bebía sopas Campbell
ceñido por sus bellos discípulos desnudos.
Nadie puede no amar, no odiar a Marylin
viva o no viva torturado
y crea o ya no crea en dios y sus desmanes.
En este sueño
donde las sombras se acuchillan,
y los loros salvajes ocultan los gemidos del orgasmo,
nadie está libre de morir, como Andy Warhol,
en la última revolución desactivada.
Adolfo Burriel
lunes, 22 de marzo de 2010
El día en que Luc Thomas decidió...
6 POEMAS DE LA SERIE
EL ORGASMO PUEDE SER PARTE DEL VACÍO
Nº 1
El día en que Luc Thomas decidió
huir de la justicia,
yo leía un poema de N. Parra
tumbado en mi camastro de palomas torcaces.
Mi mujer no quería desnudarse
por miedo a quedar embarazada.
El día aquel, la guardia
bloqueó las salidas por el este,
puso semáforos y espinas
en los balcones de mi alcoba
y metió un general entre mis sábanas.
Es obvio que con estas cabales decisiones
nada mejor que huir podía hacerse.
Y yo leo poemas
mientras el general batalla
contra su bien ganado desconsuelo.
Adolfo Burriel
domingo, 21 de marzo de 2010
Vértigo
Duermes al borde siempre
del mismo precipicio.
De pronto a veces saltas hacia atrás.
Y aunque por el momento te libras de caer,
no te libras del vértigo.
Lorenzo Oliván
sábado, 20 de marzo de 2010
Presa fácil
Tu sueño forma un quieto remolino
que absorbe lo que cae en su constante
girar sobre sí mismo y lo conduce al centro
de su propia espiral vertiginosa.
Sobre la superficie de tu cuerpo
dormido, hay un abismo a flor de piel.
Eres materia, forma resaltada,
pero, a la vez, lejos de ti te ahondas.
Así te quiero, intensa cifra oscura
de ese misterio que te sobrepasa,
imagen fiel de la contradicción,
aire y plomada, horizonte y roca.
Detrás, detrás del indefenso aspecto
de tu belleza hay el mayor peligro
al que unos ojos pueden asomarse:
pareces presa fácil, cazadora.
Ya he caído en tu trampa, sobre el borde
del mirador que eres, sólo veo
tu vértigo, los círculos que trazas
en tomo a mí, tus envolventes órbitas.
Lorenzo Oliván
viernes, 19 de marzo de 2010
Paisaje tras la piedra
Tú levanta la piedra por si acaso,
por más que sea gris, opaca, plana,
y se aferre a un pedazo
limitado de tierra.
Por si acaso, levántala.
Los días
remotos en que el mundo
se te ofrecía igual que una naranja
te enseñaron que a veces hay detrás
un paisaje imprevisto.
Ciudades diminutas en relieve,
laberintos de calles,
casas de extraños seres de tinieblas,
de la lombriz, del grillo, de la araña...
Si hay suerte, en blanco y negro, la película
vertiginosa de algún hormiguero,
siempre la misma y siempre diferente.
Lorenzo Oliván
jueves, 18 de marzo de 2010
Piedra
La piedra, quieta,
callada, ocupa siempre
con violencia un espacio.
Con la fija obsesión
de no dejarlo.
Lorenzo Oliván
miércoles, 17 de marzo de 2010
La trama
Hay días en que abro
los ojos y pareces
la simple proyección
de la luz que da en ti.
Eres esa película
de misterio en que haces
el papel de otra tú
que me tiene intrigado.
Y no hay mejor actriz
metida en otra piel
ni mejor argumento
que verte así, dormida.
Apenas si te mueves,
o no te mueves nada,
pero todo sucede
con un fatal designio.
Qué vértigo de imágenes
vagamente intuidas
temblorosas refulgen
un instante en tu piel.
¿Quién es aquella huyendo
por detrás de tus párpados?
¿a qué da esa ventana?
¿qué objeto allí destella?
Tenso, expectante, absorto,
ato cabos y pistas
intrigado en saber
el final de la trama.
Te despiertas, entonces,
perezosa y preguntas
con perfecta inocencia
un sencillo: «¿Qué miras?»
Se ha cometido un crimen
y tú eres, a la vez,
el escenario, el cuerpo
y quien esconde el arma.
Lorenzo Oliván
martes, 16 de marzo de 2010
Manos
Miras la palma abierta de tus manos.
¿Qué te dicen? ¿Realmente son tuyas?
¿No te interrogan al interrogarlas?
¿No te miran, extrañas, si las miras?
Mueves, mueven, un poco, tus, sus dedos
haciéndote no sabes qué señales,
como si pretendieran desvelar
sobre ti mismo algún oscuro enigma.
Hay en sus huellas más signos escritos
que en los libros del mundo. Te dan vértigo
sus trazos superpuestos, ese afán
por dar perfil a cosas imprecisas.
Qué tormentas calladas, qué relámpagos
quietos, qué seca lluvia, qué raíces
sin flor, qué blandas piedras, qué mirar
sin hondos ojos, qué simas sin simas.
¿Dónde te llevan? ¿Hacia qué lejano
tiempo de qué principio va tu mente?
¿A quién heriste, asesinaste, amaste
en qué otra piel? ¿De quién sois, manos mías?
Lorenzo Oliván
lunes, 15 de marzo de 2010
La negra losa de la noche inmensa
La dilatada noche
parece estar clavada,
por temblorosos astros
en el techo del cielo.
Aguzando el oído
interior, uno escucha
chirriar a esas luces
casi casi metálicas.
Ya no resisten más. Imaginando
sin duda su caída,
un vértigo creciente
las tiene justo al borde
o del llanto o del grito.
El mundo a punto está de ser tan sólo
la fosa de unos astros agotados,
que ha de sellar, rotunda y para siempre,
la negra losa de la noche inmensa.
Lorenzo Oliván
domingo, 14 de marzo de 2010
LA CIUDAD DORMIDA
Sobre la mesa
quedaban restos de un volcán
y un puñado de cicatrices
para vender
En algún mercado nocturno.
Marta Navarro
sábado, 13 de marzo de 2010
UN DÍA MÁS
Un día más he vuelto
a varar en el patio de tu casa,
cerca de la ceniza azul,
para beberme un libro
que esconde olas
entre sus páginas.
Who is me, poeta delle ceneri.
Quizá por eso los lunes soy agua,
el resto del tiempo
una porción de historia urbana.
Hombres y mujeres nómadas
que tejen miradas de cristal alado,
que hacen arden el hielo si es preciso
y que cuando se lo pides
coronan con pálpitos de heno las leyes de la noche.
Marta Navarro
viernes, 12 de marzo de 2010
SUEÑOS PRESTADOS
Para Liuba, Asia y Rosse
Sentadas sobre inviernos prestados
las amigas conversábamos
alrededor del fuego y de la nieve.
Un aroma a cicatrices nos besaba el pelo,
pero no importaba. Entonces nada nos era ajeno.
El dolor de los demás, era también el nuestro.
La pequeña Liuba repartía
palabras mojadas en café.
¡Amigas para siempre, para siempre!
Lo repetía una y otra vez.
Su voz se deslizaba
sobre las horas áridas y arrugadas.
Pasó el tiempo con sus doctrinas cotidianas,
sus vaivenes, embarazos
y divorcios.
Poco a poco la distancia entre nosotras
se hizo espejo.
Sólo perduraron las postales de Navidad
con las palabras de la pequeña Liuba.
Daba igual dónde estuviera ella
o dónde respirara yo.
Siempre había un ¡amigas para siempre!
en el buzón de casa.
Más tarde,
una maldita mina de veinte dólares
le hizo agujeros en la lengua
y sus ojos de caramelo senegalés
se perdieron en un país sellado
por misiones de paz.
En mis sueños el blanco aullido de la nieve
regresa para recordarme esos inviernos prestados
en los que un día, las amigas soñamos
con palabras mojadas en café.
Marta Navarro
jueves, 11 de marzo de 2010
LA PAZ
Ahora que la paz ha dejado de trazar mapas imposibles, yo te invito, Vida, a mi casa, al cobertizo de Yiuchi, a la habitación donde Laura se convirtió en leyenda. Espacios sagrados, pero comunes. Lugares donde un día expulsamos el hambre de emociones baratas y nos reconciliamos con las palabras rizadas, llenas de esencias y de luz insomne.
Marta Navarro
miércoles, 10 de marzo de 2010
CAMINOS DE MIEL HERIDA
Pies descalzos sobre una playa de ladrillo podrido. Caminos trenzados sobre miel herida. Una llamada que viene del corazón del bosque. Un aullido que explota en tus oídos. Las estadísticas creciendo en los bolsillos de la casa que habitas, pero no te pertenece. Dos hipotecas y un abismo. Un abismo y cien mentiras para salir indemne de la semana, o del mes…
Marta Navarro
martes, 9 de marzo de 2010
MERCADO NOCTURNO
Sobre la mesa quedaban restos
de un volcán
y un puñado de cicatrices
para vender
en algún mercado nocturno.
Marta Navarro
lunes, 8 de marzo de 2010
EL DESIERTO
Nuestros pies se convierten en huellas
antes de pisar el suelo.
Son palabras de un hijo del desierto.
Un bereber que esculpía
dunas con los dedos.
Marta Navarro
domingo, 7 de marzo de 2010
Aguardando su ejecución
Ahí, detenido contra el muro, al amanecer, sus ojos
descubiertos,
mientras doce armas le apuntan, él con calma siente
que es joven y bien parecido, que desea estar bien
afeitado,
que el horizonte distante, rosa pálido, se convierte
en él
—y, sí, que sus genitales conservan su propio peso,
hay algo triste en la excitación de ellos —ahí donde
los eunucos miran,
es ahí donde apuntan; —¿se ha convertido ya en
la estatua
de sí mismo?
Él, viéndose ahí, desnudo, en un día brillante
del verano griego, arriba en la plaza —mirando a lo
que está arriba
él mismo tras los hombros de la multitud, detrás de
las apresuradas turistas de grandes glúteos,
detrás de las tres viejas falsas de sombreros negros.
Yannis Ritsos
Trad. Jaime Nualart
sábado, 6 de marzo de 2010
Atenas 1970
En estas calles
La gente camina; la gente
se apresura, tiene prisa
por salir, por irse (¿de qué?),
por llegar (¿dónde?) —Yo no lo sé — no son rostros
—aspiradoras, botes, cajas—
Tienen prisa.
En estas calles, otro tiempo,
ellos han pasado con amplias banderas,
tenían una voz (lo recuerdo, yo la oí),
una voz audible.
Ahora,
caminan, corren, tienen prisa,
una prisa animada—
el tren llega, lo abordan, choca;
luz verde, roja;
el hombre de la puerta detrás del cristal partido;
la prostituta, el soldado, el verdugo;
el muro es gris
más alto que el tiempo.
Ni siquiera las estatuas pueden ver.
Yannis Ritsos
viernes, 5 de marzo de 2010
Gris y blanco
Por la tarde, el café estaba vacío. Se sentó solo y esperó,
exactamente detrás del vaso de agua, sintiendo
las sillas vacías, y los cristales que se oscurecían,
los ruidos pequeños que se detenían en el primer escalón
de la puerta, sin pasar adentro: una espera que había estado tan clara,
ahora indefinida, incumplida, boca abajo. Enfrente de él,
sobre los árboles del parque, se levantó la luna grande,
profunda, oscura, detrás de los cristales; una luna también de cristal,
que puso una mancha cárdena en la frente de la mujer,
que se había sentado en silencio en el asiento contiguo.
Levantó el vaso. El agua estaba tibia. La luna, tibia también.
Tendría que vaciar las dos. La mano de la mujer estaba totalmente blanca.
Yannis Ritsos
Traductor J.Ruíz de la Torre
jueves, 4 de marzo de 2010
Casi prestidigitador
Desde lejos amortigua la luz, mueve las sillas
sin tocarlas. Se cansa. Se quita el sombrero y se abanica.
Después, muy lentamente, se saca tres naipes
del oído. Disuelve una estrella analgésica verde
en un vaso de agua, removiendo con una cucharilla de plata.
Se bebe el vaso y la cuchara. Se vuelve transparente.
En su pecho se ve un pescado de oro que flota.
Muy cansado, más tarde, se tiende en el sofá, y cierra los ojos.
"En la cabeza tengo un pájaro", dice. "No puedo sacarlo".
La sombra de dos grandes alas llena el cuarto.
Yannis Ritsos
Traductor J.Ruíz de la Torre
miércoles, 3 de marzo de 2010
Detrás del olvido
Lo único sólido que de él quedó fue su chaqueta.
La colgaron allí, en el armario grande. Fue olvidada.
Se pegó al fondo, detrás de nuestras ropas de verano, de invierno,
- nuevas cada año, para nuestras necesidades nuevas -. Hasta que,
un día, llamó nuestra atención - puede que por su color extraño,
puede que por su anticuado corte -. Sobre sus botones
había tres imágenes, iguales y redondas:
el muro del fusilamiento, con cuatro agujeros,
y alrededor, nuestro remordimiento.
Yannis Ritsos
Traductor J.Ruíz de la Torre
martes, 2 de marzo de 2010
Anoche los niños no durmieron
Anoche los niños no durmieron. Habían encerrado un montón de cigarras en la cajita de los lápices y las cigarras cantaban bajo sus almohadas una canción que los niños conocían desde siempre, pero que olvidaban al despuntar el día.
Ranas doradas, sentadas en la punta de sus patitas y sin ver sus sombras en las aguas, semejaban pequeñas esculturas de la soledad y el sosiego.
En ese momento la luna tropezó con los chopos y cayó en la espesa hierba.
Hubo un gran susurro entre las hojas.
Corrieron los niños, tomaron con sus manos regordetas la luna y toda la noche jugaron en el campo.
Ahora sus manos son doradas, sus pies dorados y en lugar de huellas dejan lunas pequeñitas sobre la tierra húmeda.
Pero afortunadamente, los adultos que saben mucho no ven demasiado.
Sólo las madres sospecharon algo.
Por eso los niños esconden sus doradas manitas en los bolsillos vacíos, para que su mamá no los regañe por haber jugado en secreto toda la noche con la luna.
Yannis Ritsos
lunes, 1 de marzo de 2010
El mundo se llenó de flores y de pájaros
El mundo se llenó de flores y de pájaros.
Y el campo repiquetea con sus alegres voces.
Cencerros en las gargantas de los burros.
Cencerros en las orejas del sol.
Cencerros en la punta de las hojas.
Cencerros en las trenzas de las niñas.
Todo baila en la luz y repiquetea.
Aun el abuelo salió al sol a tejer con verdes ramas pequeños canastos para recoger madroños y huevos de paloma.
Del globo terráqueo que el maestro tenía para su clase de geografía hicimos una pelota y la hacemos rodar por el verde campo salpicado de flores de manzanilla.
Por la noche subimos a escondidas hasta el cementerio de la aldea, tomamos varios cráneos vacíos y los llenamos de hierba y de flores.
En las desocupadas cuencas colocamos dos rosas.
Ahora todo es luminoso y rosáceo.
Desde hace tiempo sabíamos que pronto llegaría el verano, aunque el calendario aún no lo dijera.
Yannis Ritsos
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