Esta mujer me mira convencida de haberme conocido.
Pero yo voy saltando en los charcos como cuando era niña
con mis botas de lluvia y mi impermeable verde y voy rápidamente colmatando
mi carro de la compra con tres por dos y cereales.
- Invoca el arco iris, invócalo: el rostro de la mujer que te mira
entre decenas de mujeres en el supermercado se desvanecerá. Habrá luz,
música y baile a iguales partes que historias de terror que contar encerrados
en el oscuro cuarto del pasillo aquella madrugada última del verano.
- Invoca el arco iris, invócalo.
Luego murió el muchacho. Aquel a quien amaste.
¿Cómo ha sido posible? ¿En qué charco te hundías
cuando él agonizaba ? Olvida esta mañana la compra diaria,
dedícate
a llorar lo más sola que alcances. Pero luego retorna,
invoca el arco iris, invócalo: fuegos artificiales y cerveza
en Santiago de Cuba, cuando yo ya llegaba empapada de charcos.
La mujer que acunó al muchacho que amé me mira
convencida de haberme conocido. Pero es que no soy yo,
que sólo sé bailar
todos los bailes y saltar en cada uno de los charcos
de la otra orilla del mar.
Luisa Miñana