miércoles, 31 de marzo de 2010

Caigo en todos los charcos




Esta mujer me mira convencida de haberme conocido.
Pero yo voy saltando en los charcos como cuando era niña
con mis botas de lluvia y mi impermeable verde y voy rápidamente colmatando
mi carro de la compra con tres por dos y cereales.
- Invoca el arco iris, invócalo: el rostro de la mujer que te mira
entre decenas de mujeres en el supermercado se desvanecerá. Habrá luz,
música y baile a iguales partes que historias de terror que contar encerrados
en el oscuro cuarto del pasillo aquella madrugada última del verano.
- Invoca el arco iris, invócalo.
Luego murió el muchacho. Aquel a quien amaste.
¿Cómo ha sido posible? ¿En qué charco te hundías
cuando él agonizaba ? Olvida esta mañana la compra diaria,
dedícate
a llorar lo más sola que alcances. Pero luego retorna,
invoca el arco iris, invócalo: fuegos artificiales y cerveza
en Santiago de Cuba, cuando yo ya llegaba empapada de charcos.
La mujer que acunó al muchacho que amé me mira
convencida de haberme conocido. Pero es que no soy yo,
que sólo sé bailar
todos los bailes y saltar en cada uno de los charcos
de la otra orilla del mar.


Luisa Miñana


2 comentarios:

ybris dijo...

Así me miro yo también mientras me reconozco pasando por las calles sin coches de la ciudad de medio siglo atrás chapoteando bajo la linea de agua de los aleros.
También me suena y me revivo en las palabras de mi nieta hace unos días:
¿Por qué habrá siempre charcos en el sitio en donde piso?
Quizás ella también se reconozca bajo esa lluvia que aún no es triste.
Y tenga que invocar el arco iris.
La infancia se pierde sólo si nos olvidamos de los charcos.

Precioso, Luisa.

irene dijo...

Habría que invocar el arco iris siempre, pero las cosas no aparecen cuando se quiere, y hay hechos fatídicos que suceden sin quererlos.
Algo en este bellísimo poema me lleva a la infancia, el pisar los charcos, la alegría de ver el arco iris...
Un beso, Luisa.