Quizás un golpe seco...
Y ahí queda sin vida.
Ha sido de repente...
¡Tan sin darse cuenta...!
Las palmeras marcaban con sus brazos
Una música etérea.
Los pájaros jugueteaban dando
¡Qué sé yo cuántas vueltas!
En el resplandor de la tarde ciega,
Tolvaneras enhiestas
Arrastrando objetos diversos juegan
A la rueda rueda.
Las acacias se ríen
Con sus dientecillos
De verdes hojuelas.
Y, tras el cristal, música de fiesta:
El Himno a la Alegría.
Se rompe la armonía...
Y ahí queda sin vida.
Sin vida... La campana
Inmóvil de la iglesia
Se quejó. El movimiento de palmeras
Declinó. Los papeles, que en la brisa
Del atardecer malva
Como cometas volaban, cayeron.
Las acacias lloraron
Lágrimas de esmeralda.
Los pájaros que jugaban volando
En las ramas más altas se posaron.
Y tras el ventanal
Una música bella
Que solo el ocaso emular pudiera
Continuó sonando...
Antonio Capilla
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