En las raíces agonizantes
del incorrupto deseo,
se ahogan las palabras
desechadas de los versos.
En las nubes imaginadas
por los ojos del profeta,
duermen confiadas las ánimas
desterradas de la lluvia celestial
que empapa la tierra
de sus ancestros.
En la vereda empedrada
del abismo fértil de unos labios,
reposa la lágrima
mísera del llanto,
trasnochada centinela del amor.
En el páramo
donde se esconden las sombras
y el aire silba
melodías de piel erizada,
tienen su morada
los sueños perennes.
Vestigios de quimeras imposibles.
Francisco Bermejo
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